Juan Luis Saldaña Profile picture
Escritor, periodista y alguna cosa más. Busco al genio que inventó el verbo traspapelar.

May 30, 2018, 22 tweets

Y ahora que se acerca el Mundial, os voy a contar cómo guié a José Antonio Camacho con mi R-12 ranchera hasta la Romareda y le di veinte vueltas por Zaragoza. Mi coche era uno como el de la foto. Usaré comparaciones.
ABRO HILO

Año 2002. Camacho era seleccionador nacional. Yo iba a jugar un partido a las 3.30. El @RealZaragoza jugaba a las 17. Estaba en un semáforo de Camino de Las Torres. Un Mercedes de los de los faros redondos paró junto a mi R-12. Se bajó la ventanilla. Era Camacho.

Sé que no sonará creíble, pero Camacho me dijo:
-Chaval, ¿cómo se va a la Romareda?
Yo solía viajar con mis padres en Caravana por Europa. Cuando nos perdíamos, preguntábamos a los amables europeos con sandalias con calcetines y sombreros en la parte de detrás del coche.

Esos europeos amables nos decían:
-Sigame.
Y nos llevaban al camping.
Eso hice yo con Camacho.
-Sígueme, que voy para allá cerca.
Semáforo rojo.
Arranco mi r-12. Camacho detrás con su @MercedesBenz

¿A qué viene Camacho a la @LaRomareda ? -pensé
¡A ver a José Ignacio!
Ir a la Romareda a ver a José Ignacio es como ir a Murcia a ver peluquerías.
Entonces me acordé de una historia que me habían contado sobre José Ignacio.

En las concentraciones, José Ignacio acostumbraba a pedir una cubitera en los hoteles para cagarse en ella y ponerla en la habitación de algún compañero.
José Ignacio era un cachondo y había jugado en el @UDLogrones

En fin, esto no viene al caso.
Ya que ha venido a ver al paquete de José Ignacio, pensé, quizá pueda ver algo mejor.
Subiendo por la calle Santa Teresa, tuve una idea: me llevo a Camacho de ruta.

Santa Teresa a la derecha lleva a la Romareda.
Santa Teresa a la izquierda lleva a Torrero.
¿Hacia dónde giré?
Pensé que ya no me seguiría, que sería como cuando te persigue la vaca y al llegar a la barrera deja de hacerlo. Pero esta vaca era una vaca lista.

Subí hacia Torrero. Camacho iba muy pegado. Mi matrícula empezaba así: SS.
Ahora no sé si José Ignacio fue a ese mundial. Quizá lo sepa alguno de los de @tjcope Fue cuando nos echó el egipcio de la bandera floja.
Sigo con Camacho.

Da la casualidad de que en Torrero estuvo el campo del @RealZaragoza
Quizá esa fuera la razón por la que Camacho no pestañeaba en su Mercedes de faros redondos. Iba, por cierto, con un fulano con pinta de huelebraguetas.
Los dos iban serios. Con una misión en la mirada.

-Mira, José Antonio, has venido a una ciudad con historia. Antes todo esto era campo y aquí empezó todo. Ahí hubo, quizá, una vaquería.
Meses después, Camacho sudó la camisa y nos dejó una imagen para la historia. Fue un Atlas español que cargó con nuestros dolores y penas.

Aficionados salían ya de sus casas con la bufanda del Zaragoza. Quizá eso dio credibilidad al paseo. @victorjuan caminaba ya hacia su trinchera de la vieja Romareda. Y yo, con Camacho, Seleccionador Nacional, bajaba hacia la avenida de San José.

San José es una avenida larga. Camacho iba tranquilo. No sudaba. El aire acondicionado del Mercedes de faros redondos funcionaba bien. Llevábamos ya veinte minutos. La Romareda estaba ya en el quinto pino. ¿Seguía creyendo Camacho en mí y en la bondad del ser humano?

Empecé a sentirme culpable y a darme cuenta de que me jugaba la titularidad en mi partido, pero San José lleva a Camino de Las Torres que es donde Camacho me había hecho bajar la ventanilla de palanca manual.
No era recomendable pasar por ahí.
Giro hacia las Fuentes.

-Mira, Camacho, aquí íbamos a hacer un campo nuevo. Lo iba a hacer el arquitecto Divo Joaquín Sicilia, pero al final se fue todo a la mierda.
Ya has visto dos fantasmas de campos de fútbol, macho, pero no el que querías ver.

Empecé a sentirme como una rata.
Esto no se le hace a todo un seleccionador nacional. Todos tenemos un seleccionador nacional dentro y yo tengo uno detrás. Es demasiado peso.
El camino más corto sin pasar por donde ya hemos estado es ir pegados al Ebro.

-Camacho, amigo, quiero llevarte a la Romareda. También me gustaría que vieras el campo que tampoco hicimos en Valdespartera en una parcela de ricos poderosos de esta ciudad feudal que se llama Zaragoza. Ese lo dejamos para otro día. Lo siento, Camacho.

Subimos por la Vía Hispanidad. Faltaban diez minutos para mi partido. Banqueta fija. Camacho no pestañeaba y eso empezó a inquietarme.
-¡Esta ciudad no es tan grande, José Antonio. Te estoy jodiendo. Dime algo!
Pero Camacho creía en mí.

Giramos en la rotonda del ángel rojo de metal.
La Romareda se veía ya. Las banderas en lo alto con la clasificación provisional. Los focos inmensos. En mi retrovisor, Camacho no cambiaba de cara. No hablaba con el copiloto. Tenía una misión en la mirada:

Ver jugar a José Ignacio. Un medio centro que podría ser guitarrista de Leño y que se caga en cubiteras y en bolsas de plástico cuando se aburre en las concentraciones.
Señalé a la Romareda de un modo idiota, como si Camacho no la hubiera visto, como si pudiera saltársela.

Camacho giró hacia la Romareda. Yo conduje hacia el banquillo.
Nunca llego tarde a un partido. Me preguntaron.
-He guiado a Camacho hasta la Romareda.
Nadie respondió.

Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. @TwitterEspana con #FeriaDelHilo ¿Cómo te quedas?

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