Hoy os traemos un personaje excéntrico a quien la suerte le acompañó casi toda su vida. Nosotros no creemos en la suerte pero esta historia nos hace pensar. Su nombre era Timothy Dexter y en su vida le tocó la lotería mas veces que a Fabra. ¿Nos acompañáis? #wh_historia
Timothy Dexter nació en Malden (Massachusetts). En su infancia no fue escolarizado así que comenzó a trabajar como peón agrícola a los 8 años. A los 16 ya era aprendiz de un peletero y a los 20 invertía en negocios de poca monta. Pronto le comenzaría a sonreír la suerte...
Conoció por casualidad a la rica viuda Elizabeth Frothingham, con quien se casó y adquirió una gran mansión. Sus contemporáneos le tomaban por tarado y solían aconsejarle locuras para ayudarle a dilapidar su dinero y desacreditar su figura.
Así, siguiendo esos consejos, a finales la Revolución Estadounidense Dexter se hizo con enormes cantidades de la antigua moneda colonial, totalmente depreciada en aquel entonces. El consejo era penoso, ya que las estimaciones decían que jamás recuperaría su inversión.
Pero para cuando las comunicaciones comerciales con Inglaterra se restauraron, había amasado una auténtica fortuna. Por supuesto, todos aquellos que le habían empujado a tirar su dinero se llevaron las manos a la cabeza.
Compró 2 barcos y emprendió un negocio de exportación hacia las Indias Occidentales y hacia Europa. Alguien, con mucha mala fe, le recomendó que comprase sartenes y las exportase al Caribe. Y Dexter, básicamente analfabeto pero con gran intuición, aceptó el desafío. Sartenes #ojo
El capitán, que vio que el fracaso era seguro, logró venderlas como cucharones a los productores locales de melaza, causándole gran beneficio. En los círculos en los que se movía nadie salía de su asombro.
Así que sus enemigos doblaron la apuesta: le propusieron vender mitones de lana en Polinesia. Traducido: guantes de lana. Sí, en Polinesia. Cuando Dexter aceptó la idea, el frote de manos ya era general.
Pero la suerte de Dexter era a prueba de bomba: unos mercaderes que pasaban por allí los adquirieron para exportarlos a Siberia y, debido a que nadie más comerciaba con esos artículos, le pagaron muy bien por cada unidad. Pasta gansa.
Sus adversarios contraatacaron: vender carbón a Inglaterra. En aquella época era como vender una nevera a un esquimal. Pero cuando los barcos ya estaban llegando y todo el mundo sacaba el champán, comenzó una huelga de mineros y le compraron todo el carbón a precio de oro.
Durante toda su vida le recomendaron todo tipo de locuras: vender Biblias en las Indias Orientales (los misioneros le compraron todas) o vender gatos callejeros en el Caribe (donde las ratas eran un problema cuando llegaron sus barcos)
Llegó a comprar un cargamento enorme de barbas de ballena por error y lo colocó en el mercado para la confección de corsés. Como los gatos, Dexter siempre caía de pie...
Pero los miembros de la alta sociedad de Nueva Inglaterra apenas podían disimular su desdén hacia este ignorante y nuevo rico, negándose a socializar con él. Dexter compró una enorme mansión en Newburyport e intentó emular a la clase alta. Pero sus excentricidades era excesivas.
Dexter comenzó a difundir entre sus visitantes la noticia de la muerte de su mujer -pese a que obviamente seguía viva-, advirtiendo que la 'mujer borracha y rezongante' que paseaba por la casa no era más que un espíritu.
Compró una nueva residencia en Newburyport, decorándola con minaretes, un mausoleo personal, una majestuosa cúpula coronada por un águila dorada y un jardín con más de 40 estatuas de madera de hombres célebres, entre ellos George Washington, Napoleón, Thomas Jefferson y ...
... Timothy Dexter, claro. Su efigie lucía una orgullosa inscripción:
'Soy el primero desde el Este,el primero desde el Oeste y el mayor filósofo en el Mundo Occidental'
Todo humildad, el tío Timothy ...
Dexter también tenía su propia manera de llevar los asuntos domésticos. Su propia ama de llaves era presentada como hija de un príncipe africano. Entre su servidumbre también se contaba incluso con un adivinador. Muy loco todo.
Y, ojo aquí, a los 50 años, resolvió escribir un libro sobre sí mismo, titulado 'A Pickle for the Knowing Ones or Plain Truth in a Homespun Dress' donde trataba sobre sí mismo, y constituido en buena parte de quejas contra los políticos, la iglesia y... su mujer.
El libro contaba 8.847 palabras y 33.864 letras, pero ¡carecía de cualquier signo de puntuación! y las mayúsculas se insertaban aleatoriamente. Lo regaló a sus amistades y, aún así, ganó popularidad muy rápidamente y se publicaron hasta ¡ocho! ediciones de la obra
Como algunos lectores protestaron por la dificultad de leer sin signos de puntuación, la segunda edición incluía una página extra con 13 líneas de signos de puntuación con los que los lectores 'podían aderezar y salar (el texto) a su sabor' #enfin
Simuló su propio funeral y castigó a su mujer por no llorar su pérdida. En fin, la lista es interminable. Todo esto estaba en la Wikipedia, claro, pero como nos conocemos os lo hemos traído en forma de hilo. ¿Crees en la suerte? La respuesta no es tan fácil ahora ¿eh?
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