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Hilando hilos de hiladas historias. Cuenta dedicada al conocimiento compartido desde otro punto de vista.

Sep 10, 2020, 17 tweets

La relación entre religión y poder ha provocado que personajes importantes abandonen su religión con tal de alcanzar un objetivo. ¿Renunciaríais a vuestra fe si ello os asegurara más poder? Os traemos la historia de un hombre que si lo hizo, Enrique IV de Francia. ¡DENTRO HILO!

Antes que Enrique IV, existen precedentes de soberanos que se convirtieron a otras religiones. Por ejemplo: Constantino, Clodoveo o Recaredo abandonaron el paganismo o el arrianismo y se convirtieron al cristianismo. Sin embargo, hoy nos centraremos en el ejemplo de Enrique IV.

Enrique de Borbón nace en Pau, Francia en 1553, en el seno de una de las familias nobiliarias más importantes de Francia, los Borbones. Enrique fue educado en la fe calvinista y crecerá en un contexto histórico conocido como las “Guerras de Religión” (1562-1598).

Durante estos años se sucedieron ocho guerras, marcadas por complots, asesinatos, traiciones y conflictos internacionales. El detonante de las Guerras de Religión fueron las disputas religiosas en Francia entre católicos y protestantes calvinistas, conocidos como hugonotes.

El bando católico estaba dirigido por la casa nobiliaria de los Guisa, y contaba con la ayuda de Catalina de Médici, reina regente, y Felipe II. El bando hugonote, con Coligny y Enrique de Borbón a la cabeza, estaba dirigido por los Borbones, y contaba con la ayuda de Inglaterra.

Volviendo a nuestro personaje, Enrique de Borbón combatió por primera vez en la 3ª guerra de religión, luchando en el bando hugonote. Esta guerra terminó con la paz de Saint-Germain (1570), concediendo libertad a los hugonotes para practicar su culto, menos en París.

Desde 1563, Carlos IX, rey de Francia, había iniciado una política de aproximación a los hugonotes, siguiendo el consejo de Coligny. El símbolo de esa política fue el matrimonio de la hermana del rey, Margarita de Valois, con nuestro Enrique de Borbón, importante jefe hugonote.

El enlace matrimonial tuvo lugar el 18/8/1572, pero Catalina de Medici, madre del rey, y los Guisa, viendo el peligro de esta política para el bando católico, convencieron al rey de que existía un complot protestante. El 23/8, Carlos IX ordenó ejecutar a varios jefes hugonotes.

Los líderes hugonotes se encontraban en París tras haber asistido a la boda de Enrique y Margarita. Debido a ello, se produjo una matanza general de hugonotes en la conocida como noche de San Bartolomé. Enrique de Borbón salvó la vida al convertirse fingidamente al catolicismo.

Cuando Enrique consiguió escapar de París, abjuró de su reciente adhesión al catolicismo, volvió a la fe calvinista y se puso al frente de las fuerzas hugonotes. En 1574, Carlos IX muere y le sucede su hermano Enrique III, con el cual continúan las guerras de religión.

El rey decretó la libertad de culto en 1576, lo cual disgustó a la familia Guisa. Éstos, con la ayuda de Felipe II, forzaron a Enrique III en 1588 a continuar la guerra con los hugonotes, la sexta guerra, agravada con el asesinato de Enrique de Guisa a instancias del propio rey.

Además, entró en juego el factor sucesorio. Enrique III no tenía herederos y se postularon dos candidatos al trono: nuestro Enrique de Borbón, cuñado de Enrique III, pero con el inconveniente de que era hugonote e Isabel Clara Eugenia, sobrina de Enrique III.

Entonces, en 1589, Enrique III, acusado de traidor por los católicos, fue apuñalado. Antes de morir, reconoció como futuro rey a Enrique de Borbón, al que exhortó a convertirse al catolicismo. Enrique de Borbón accedió al trono pero solo fue reconocido como rey por los hugonotes.

El bando católico, Felipe II (cuya hija era Isabel Clara Eugenia) y el Papa se negaron a reconocer a Enrique como rey de Francia debido a su adscripción al protestantismo y le obligaron a luchar por el trono con la fuerza de las armas.

En 1593, tras infructuosos esfuerzos de hacerse reconocer como rey mediante las armas y ante la oposición de los católicos, Enrique de Borbón decidió abjurar del calvinismo y convertirse al catolicismo. Sin el obstáculo religioso, lo reconocieron como rey.

Es en este momento en el que se atribuye a Enrique la famosa frase: “París bien vale una misa”, dejando claro que alcanzar el trono francés era más importante que mantener su fe. Así, Enrique IV, en un ejercicio de realismo político, puso fin a las Guerras de Religión en Francia.

Y hasta aquí el hilo de Enrique IV, un superviviente en toda regla.

Con esto cierro Al-manake por ahora, pero no desesperes, pronto volveré con más quehaceres y placeres.

Fuente del hilo: Historia de Francia de Pierre Goubert.

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