Julieta Ovalle Profile picture
Abogada · Litigio y Arbitraje @BufeteOvalle · Profesora Posgrado @DerechoUNAMmx · Música, Ópera, Ballet, Pintura · Ohne Musik wäre das Leben ein Irrtum · 🎹🩰🎾

Sep 14, 2020, 22 tweets

"Music, Sense and Nonsense: Collected Essays and Lectures", por Alfred Brendel.

Capítulo: “Remembering Katja Andy”

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#Brendel2020 #MusicSenseAndNonSense #SundayBlues
#TeamLimantour

En este conmovedor capítulo, Alfred Brendel cuenta la vida de su amiga Katja Andy, pianista y maestra, a quien conoció en 1958 en la última clase magistral de Edwin Fischer en Suiza: “There, the most unclouded musical and personal friendship of my life began.”

Katja nació en 1907 como Käte Aschaffenburg, en Mönchengladbach, Alemania. Toda su familia era musical: su padre, un fabricante de textiles, tocaba decentemente el piano, y ambos padres habían estudiado con alumnos de Clara Schumann.

Por muchos años, los Aschanffenburg albergaron a músicos y cantantes que aparecían con la orquesta municipal: los violinistas Huberman, Busch y Szigeti, los pianistas d’Albert y Gieseking...

Carl Friedberg, el alumno más prominente de Clara Schumann, recomendó a Katja con Lonny Epstein, una de sus discípulas. Cuando tenía 9 años, Edwin Fischer empezó a ser un huésped muy apreciado en casa de los Aschanffenburg.

Según Katja, Fischer odiaba practicar, pero cuando lo hacía, la dejaba que lo escuchara. A los 16 años, Katja fue a estudiar con él a Berlín. Cuando Fischer estaba de gira, se ocupaba de sus alumnos un pupilo de Ignaz Friedman, el supremo intérprete de las Mazurkas de Chopin.

Sobre Fischer, Katja decía: “‘I would never have called him a pedagogue’ (…) Yet he remained to her the incomparable source of delight, full of charisma and temperament, and with wonderfully lively eyes.”

Katja fue alumna de Schnabel. En esa época en que alguna música se hacía de manera algo causal, tanto Schnabel como Fischer se esforzaban por la precisión textual. “And Toscanini - as Katja inimitable put it - did everything the composer demanded, whether you liked or not”.

Entre los directores, Katja admiraba particularmente a Bruno Walter, quien le ofreció una fecha para un concierto en 1933. Ella ya había tocado en dueto con Agi Jambor y con la orquesta de cámara de Fischer, interpretando todos los conciertos de Bach.

Con 60 conciertos agendados para la temporada 1933-34, la carrera de Katja estaba apunto de despegar en grande. Pero la llegada de Hitler al poder cambio todo. Su último concierto fue con la Orquesta del Gewandhaus de Leipzig en marzo de 1933.

En abril de 1933 Katja dejó Berlín y poco después Alemania, pues recibió una carta oficial en la que se le decía que podía seguir dando conciertos pero que no podía enseñar a alumnos no arios. “‘In this country,’ Katja said, ‘I couldn’t live any longer.’ And so her ordeal began.”

Sin recursos viajó a Paris en donde no pudo conseguir un permiso de trabajo. Cada semana tenía que registrarse con la policía, y sobrevivía principalmente gracias a las contribuciones clandestinas de Fischer. Daba clases a cantantes y tocaba en estudios de danza y gimnasios.

En 1937, sin un pasaporte válido y bajo la amenaza de ser internada en un campo, Katja abordó un tren nocturno a Alemania. Sólo ahí podría obtener el documento que le permitiría emigrar a Estados Unidos. En Berlín tuvo que esperar un mes para obtener un pasaporte.

La estilista de Katja era una bella rubia que tenía un novio judío. Para protegerlo salía con Nazis como Göring, quien le conseguía algunas firmas que necesitaba. Katja obtuvo así su pasaporte. En una redada la policía encontró al novio de la estilista, y ambos fueron asesinados.

Katja pudo entrar a Estados Unidos cuando no se necesitaba permiso de trabajo. Sin embargo, las posibilidades de tener una carrera como concertista eran muy bajas. Muchos músicos habían emigrado a Nueva York, donde se había establecido un fondo de ayuda.

Sin embargo en esa época era todavía más difícil para las mujeres abrirse paso como concertistas. A Piatigorsky y a Feuermann, quien había sido primer cello con Furtwängler, les hubiera gustado tener a Katja como compañera pero viajar con una mujer soltera se consideraba inmoral.

Katja estuvo de gira un año por Estados Unidos con la bailarina Lotte Goslar, antes de establecerse en Detroit. Casi no había pianistas y el principal le rogó que se quedara. Richard y Editha Sterba, una pareja de psicoanalistas del círculo fue Freud, cuidaron de Katja.

Diez años después, Katja aceptó un puesto como maestra en Chicago. Al poco tiempo su columna colapsó. Después de una operación, volvió a caminar, pero los conciertos quedaron fuera de la discusión.

Fue invitada a dar clases al Conservatorio de Boston y después al de Nueva Inglaterra, donde terminó la parte activa de su vida como una maestra muy estimada, recipiendaria de un grado honorario.

Casi ciega y sin poder moverse, y con aparatos auditivos, Katja pasó los últimos 36 años en Nueva York: “a musician of the rarest kind revered by friends and former students, and cherished as a character in whom warm-heartedness and matter-of factness struck a beautiful balance”.

Brendel habla del buen humor de Katja, “a main force in carrying her through her difficult life (…) I love to remember you on this note. Goodbye, dear Katja.” Este es el Rondo en La Menor de Mozart, que Katja tocaba el día que Brendel la conoció:

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