"Music, Sense and Nonsense: Collected Essays and Lectures", por Alfred Brendel.
Capítulo: ““Performances, programmes, recording - Coping with Pianos”
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“There are no bad pianos, only bad pianists.” Brendel empieza este capítulo reflexionando sobre esta frase. A pesar de parecer contundente (“An impressive statement, one that looks round for applause”), es una afirmación que deja confundido a cualquier pianista.
Es cierto que algunos pianos suenan menos mal bajo las manos de un experto que bajo las de un amateur, pero esto no los convierte en buenos pianos. Un piano mal afinado, con un registro desigual, apagado o ruidoso afecta la calidad de la interpretación que se podría lograr.
Un piano no es un artículo que se produzca en masa. Cada instrumento, aún del mismo fabricante, presenta al pianista una nueva experiencia. Lo que moldea su reacción no sólo es la individualidad de cada instrumento, sino los materiales usados y los procesos de manufactura.
A veces un piano sorprende al intérprete demostrándole la naturaleza del instrumento para el cual una pieza en particular fue compuesta, como el Bösendorfer para los acompañamientos en las obras de Schubert.
Los pianos y las habitaciones son interdependientes. El mismo piano no sólo suena diferente en diferentes salas de concierto, sino que sus mecanismos reaccionan distinto. Las características de la sala de concierto se reflejan en el enfoque técnico del intérprete.
El intérprete debe adaptarse al instrumento y a la sala de concierto lo cual no es tarea fácil. La sala llena durante el concierto a veces suena muy distinto a cuando esta vacía durante el ensayo. El sonido que llega al público rara vez es igual al que se escucha en el escenario.
Otra problema es que el intérprete pocas veces tiene el lujo de elegir y comparar los pianos disponibles en la sala de conciertos. Tiene que probarlos en cuartos de almacenamiento, y las diversas acústicas pueden afectar su elección.
Finalmente, está el factor humano. La calidad del oído mismo del pianista puede variar, dependiendo de si está cansado o no, ansioso o relajado.
Antes del concierto, el pianista por lo menos deberá haber revisado el piano con el afinador, colocado el piano correctamente, probado varios taburetes, arreglado las luces, localizado un piano vertical para calentar, y con suerte, repasado el programa que va a tocar.
Las reacciones al piano son una cuestión personal y cada pianista debe tomar en cuanta que repertorio va a ejecutar. Sin embargo, Brendel da unas pautas generales para evaluar un instrumento, respecto su registro, tono, volumen, pedales y afinación.
Brendel habla sobre la importancia de promover y apoyar a los afinadores y técnicos de piano. Los pocos buenos afinadores normalmente tienen demasiado trabajo y poco tiempo para enseñar. En su entrenamiento debería hacerse énfasis en la educación artística del oído.
Para Brendel, en la era de las grabaciones, los pianos inadecuados hacen menos sentido que nunca. El intérprete debería poder competir con sus grabaciones, pero cómo podría hacerlo si para los conciertos no puede elegir piano con el mismo cuidado que para las grabaciones.
Brendel también reflexiona sobre los problemas que enfrentan las grabaciones modernas. “Why it was so easy to make good piano recordings in the 1930s? When listening to the records of Cortot, Fischer or Schnabel, I feel as if I were sitting in a good sit in a good hall”.
Para Brendel el problema es que con el exceso de refinamiento de las técnicas modernas los árboles no dejan ver el bosque “While the engineers of the old 78-rpm days may still in all innocence have heard the music as a horizontal succession of sounds, their present-day colleagues
…with their imposing musical and technical qualifications, have difficulty in breaking away from the habit of vertical listening, the close scrutinizing of knife-edge synchronization of sounds, with the modern practice of tape editing has inculcated in them as second nature.”
Finalmente, Brendel habla de la experiencia de hacer música en vivo: “This illusion of the listener being admitted to the player’s confidence becomes a moving experience in the concert hall. The individual listener is picked out: the player favors him with his inmost secrets”.
Esta reducción de la distancia entre público y escenario es un logro que no debe darse por sentado, el intérprete ha trabajado para ello. En frente de sus bocinas, el privilegio del escucha se pierde: “he is alone with this gramophone in any case, and he can, if he is so inclined
…overhear the ‘secret’ at double the volume: it will lie before him, huge and penetrating, within arm’s reach. The recorded performance does not depend for its success upon the listener’s concentrated attention. It has already happened…”
En una sala de conciertos, cada escucha es parte de la interpretación: “The concentration of the player charges the electric tension in the auditorium and returns to him magnified; thus the audience make its contribution, helping the pianist to cope with his instrument.”
De las cosas que más extraño es precisamente eso, escuchar música en vivo. Por ahora, me acompaña mi piano, un Boston con el que tengo ya diez años. Tiene un muy bello tono y se adapta muy bien a mis necesidades de pianista amateur. Buenas noches con música de Leoš Janáček:
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