Hoy quería contaros con las fotos que hice para @europapress, que durante algunos meses España ha estado jodida, que creímos que ya no lo estaba y al final volvemos a estarlo, porque parece que algunos no se han dado cuenta.
Los primeros días no éramos conscientes de lo que pasaba. Nos habíamos quedado en casa, si, pero aquello de mantener la distancia...
Al poco de confinarnos empezamos a recibir las primeras noticias realmente jodidas: las residencias. La gente estaba encerrada pero asumía que era lo que tocaba.
Las cosas salían porque tenían que salir. Todo el mundo improvisaba. Nadie estaba preparado. Empezaron a a acordarse que había gente que no tenia casa en la que confinarse.
Se puso en marcha el hospital del Ifema y la morgue del Palacio de Hielo. La gente no se hacia a la idea de lo realmente mal que estábamos.
Ver a militares y bomberos enfundados en EPIs desinfectando residencias se convierte en rutina. Forman parte del paisaje diario.
De ir a ruedas de prensa y presentaciones ahora voy a desligues militares y briefings de la Cruz Roja.
Las calles se han quedado vacías.
Fotografiar ataúdes se convierte en una actividad de riesgo. Por un lado están los que te recriminan que buscas carnaza, por otro los que te ruegan que cuentes que esto está pasando. Yo no quiero fotografiar ataúdes, pero no decido la realidad, solo la retrato.
Muy poco a poco queremos volver a la normalidad, pero cuesta. Por el camino no solo se han quedado vidas, también negocios, planes de futuro y proyectos vitales.
Las mascarillas entran de lleno en nuestra vida. Recuerdo con cierta simpatía los primeros días pre-pandemia que me pasaba horas buscando a alguna persona 'enmascarillada' para poder alimentar el archivo. Ahora lo raro es encontrarse a alguien sin ella.
El contador de enfermos y muertos sigue creciendo.
Los voluntarios se cuentan por miles. Empresas se reconvierten en fábricas de EPIs, madres y padres se transforman en improvisados profesores. Los docentes, los grandes olvidados de la alarma, no tienen formación ni medios para afrontar una situación que nadie había previsto.
El confinamiento mina la moral. La unión política comienza a resquebrajarse. Ya no remamos todos a una.
El riesgo de colapso hospitalario es real. Hay pacientes que mueren porque no hay recursos para tratarlos. Las UCIs se convierten nuestra última linea de defensa.
Las residencias de mayores están al limite.
La morgue del Palacio de Hielo cierra. Es el primer rayo de luz en una noche perpetua. Ya no hay ataúdes, pero la imagen de las marcas donde reposaban hasta hace pocos días congela el alma.
Empezamos a volver a las calles. Poco a poco, pasito a pasito, descubrimos la 'nueva normalidad'.
Para algunos llega tarde. La economía empieza a ganar protagonismo frente a la epidemia. Salimos de la sartén para caer en las brasas.
Hemos perdido el turismo, una de nuestras grandes fuentes de ingresos. Se lucha por recuperarlo. Ahora sabemos que eso también fue un error.
La cultura y los parques infantiles siguen cerrados. Nadie sabe el daño que están sufriendo los niños y los que nos alimentan el alma.
La atención primaria es nuestra primera línea de defensa, pero luchan en inferioridad numérica. Pelean con palos y piedras contra un enemigo que usa armas nucleares.
La política vuelve al ruedo. El circo que nuca se fue, vuelve.
Nuestro sistema económico expulsa a las clases mas bajas. ¿Qué ha fallado para que una madre tenga que hacer cola en una iglesia para pedir papilla para su bebe? ¿Qué ha fallado para que tengan que ser los propios vecinos los que se organicen para repartir leche?
La cultura vuelve a abrir.
Los periodistas vuelven a la Moncloa. Fernando Simón, la cara visible de la pandemia, da su ultima rueda de prensa en el complejo gubernamental. 'Por fin' suspira al terminar.
Poco a poco abren los cines, las escuelas de danza y el teatro.
Llega el calor. Que rápido se nos olvida lo malo. Hemos vencido.
Con el fin de agosto descubrimos que ha sido solo un espejismo. Hemos tenido semanas para prevenir una segunda oleada pero no lo hemos hecho. Ahora nos asaltan las prisas.
Hay que hacer muchas pruebas PCR y mejorar nuestro transporte publico. Sale mal.
El teletrabajo y las clases semipresenciales han llegado para quedarse.
La segunda ola ya está aquí. No hemos hecho nada efectivo para pararla. La gente empieza a ver normal que cada día mueran cincuenta personas.
Madrid se convierte en el epicentro de la vergüenza política.
El confinamiento perimetral se establece con fuerza en nuestro vocabulario diario.
Nuestra clase política sigue dando ejemplos de lo que no se debe hacer.
Vuelven los controles, las sanciones y los irresponsables.
Vuelven las fotos de las UCIs llenas.
Todo vuelve, salvo los buenos tiempos.
Los políticos vuelven a pasearse por las calles. Hay que transmitir tranquilidad.
Abren las iglesias, cierran los negocios.
La clase política mas enfrentada, si cabe, que nunca.
Nos aseguran que la cultura es segura, pero los museos continúan desiertos.
España se muere, pero es imprescindible una moción de censura condenada al fracaso. ¿Para qué? Todos lo saben.
La bandera como remedio y escudo, como arma y argumento. El símbolo que nos debería unir cada vez nos separa mas.
Empieza el trámite de los Presupuestos. La estabilidad del pais empieza mientras el mundo mira hacia America.
Soluciones... cero.
Los test masivos no lo son tanto. Nuestra primera linea de defensa tiene demasiadas brechas. No hemos aprendido nada.
Saldremos mas fuertes, dijeron. Ya casi me conformo con que no salgamos a golpes.
Mientras tanto nuestros mayores siguen muriendo. Lo peor es que ya nos hemos acostumbrado a ello. A nadie parece importarle.
La justicia no para...
La clase politica tampoco.
Llegados a este punto, no importa nada mas que desgastar al rival político. Nos hemos convertido, si es que no lo éramos ya, en los peones de su tablero.
Por primera vez en muchos meses puedo volver al Teatro Real y cubrir un pase gráfico. Un soplo de aire fresco entre tanta decepción con corbata.
Barajas se blinda con PCRs obligatorios a los que vienen de fuera. El precio de las pruebas pone a prueba los bolsillos de nuestros expatriados de cara a las navidades.
Salvar la Navidad empieza a tener mas importancia que salvar a la gente. Nos hemos olvidado de las consecuencias de salvar el verano.
Mientras tanto, cerramos 2020. Mas de 40 mujeres asesinas por violencia machista en este año y nuestra clase política sigue dando vergüenza ajena.
Las cosas van menos mal que antes, pero eso no es, ni de lejos, ir bien.
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