Azucena Martín Profile picture
Biotecnóloga, redactora en @Hipertextual y metida en tos los fregaos en @ciencialm. Empoderada, pero torpe. Influencer de higueras y cortinas de ducha.

Apr 4, 2021, 26 tweets

Ahora que las vacunas están de moda, os voy a contar una historia muy curiosa, que tuvo lugar en España, en 1997, durante una campaña de vacunación contra el meningococo C. Hilo va.

Todo ocurrió en un colegio privado de Madrid. Los sanitarios se desplazaron al centro para vacunar a la totalidad de sus alumnos, de entre 3 y 18 años. En total eran 1.800 chavales.

Todo comenzó sin incidentes hasta que dos niñas de 7 y 10 años tuvieron un mareo después de recibir la vacuna. Eran hermanas y tenían antecedentes familiares de síncopes tras inyección.

¿Recordáis la enfermera de Estados Unidos que se desmayó después de recibir la vacuna de Pfizer en Diciembre?

Hubo conspiranoias para todos los gustos. Que si no se sabía nada de ella después del desmayo, que si podría haber muerto, que si el chip había atraído a los extraterrestres y la habían abducido… Bueno, esto me lo acabo de inventar, pero le pones el Don Diablo de fondo y cuadra.

El caso es que unas horas después ella misma salió en televisión contando que tenía antecedentes de síncope vasovagal en situaciones así. Vamos, que es bastante común. Y eso es lo que le pasó a estas dos niñas.
newtral.es/bulo-muerte-en…

Pues bien, todo esto lo presenciaron dos clases que esperaban su turno de vacunación: 5ºC y 1º de ESO A. 10 y 12 años. Esa edad en la que vas de valiente, haciendo bromas con los colegas, pero en tu interior sigues asustadete por el pinchazo.

Poco después de atender a esas dos niñas, se dieron 11 casos más en todo el colegio: 6 de 1º ESO A y 5 de 5º C. ¿Casualidad?

Solo dos de esos niños tenían también antecedentes de síncope. Ya os digo que es frecuente. Los demás no. Pero lo más curioso es que los síntomas estaban ordenaditos por clases. A unos les dolía la cabeza, a otros el estómago.

Por precaución, se decidió parar la vacunación. Se hizo una campaña de concienciación, profesionales de la psicología hablaron con los niños y resolvieron sus miedos y hasta aquí el problema. Ni un mareo más.

Lo que les ocurrió se clasificó como un caso de histeria colectiva. Este es un fenómeno psicológico que se da cuando un grupo de personas responden con síntomas similares ante una amenaza, real o no.

Puede ser de dos tipos. La histeria de ansiedad masiva ocurre sobre todo en grupos de escolares, con una tensión previa importante, y suele desaparecer al separarlos. Sería la de los niños del colegio de Madrid.

Por otro lado, la histeria motora de masas ocurre en cualquier grupo de edad, cuando muchas personas manifiestan simultáneamente anomalías en el movimiento. Se cree que esta puede ser una explicación de las famosas plagas medievales de baile.

A lo largo de la historia se han dado muchos casos, tanto de un tipo como de otro, todos muy curiosos. Algunos, de hecho, terminaron muy malamente.

Es el caso de los juicios de Salem, de 1692. Cuatro jóvenes tuvieron ataques, posiblemente de epilepsia, y fueron juzgadas por brujería. El susto se difundió por toda la zona, generando síntomas similares a otras personas. ¿Y cuál fue la solución? Pues todas a la hoguera.

En 1892, una niña de un colegio de Basilea empezó a temblar mientras escribía, desarrollando fuertes convulsiones. Poco después, le ocurrió lo mismo a 19 de sus compañeros. Y 12 años después, a otros 27. Se cree que todo esto fue fruto de la leyenda que circulaba en el colegio.

En 1962, varias escuelas de Tanzania tuvieron que cerrar por un brote de risa entre sus alumnos. La típica risa contagiosa cuando el gracioso de la clase dice alguno de sus chistes, pero durante meses y sin que los pobres niños encontraran la forma de parar.

En los 70, decenas de trabajadoras de una fábrica de Malasia comenzaron a sufrir convulsiones. El brote se extendió a más jóvenes, todas trabajadoras de fábricas de la zona. Se achacó a la presencia de espíritus, pero más tarde se catalogaría como un caso de histeria masiva.

En 1983, más de 900 adolescentes palestinas, y también algunas mujeres soldado, experimentaron mareos y náuseas en Cisjordania. Se acusó a Israel de estar usando algún gas tóxico.

Sin embargo, con el tiempo se concluyó que, si bien el 20% de los casos iniciales podrían haber tenido algún origen tóxico no demostrado, el resto tendrían una explicación psicosomática, quizás por la presión de vivir una época tan convulsa.

En definitiva, son muchos los casos de histeria colectiva que se han dado a lo largo de la historia. Nuestro cerebro puede jugarnos malas pasadas, como las sufridas por los niños de aquel colegio de Madrid.

Y las conspiranoias no ayudan. Si nos dicen que la vacuna nos introducirá un chip malvado, nos dejará estériles o nos conectará al 5G (ojalá), pues a lo mejor nos la ponemos con miedo y luego vienen los efectos secundarios extraños.

Ojo, no estoy refiriéndome a los coágulos, que nos conocemos. Esa es otra cuestión, con una probabilidad baja, que se está estudiando y que supone un riesgo mucho menor que el de la enfermedad. Pero no se trata de nada psicológico, por supuesto.

En definitiva, cuando nos toque vacunarnos, lo mejor es ir sin ideas preconcebidas en mente. Pueden darse efectos secundarios, por supuesto, pero los más probables y comunes son un precio ínfimo para contribuir a salvar la vida de quienes nos rodean, y quizás también la nuestra.

Y, jo, ojalá nos metieran un chip para guardar información. Lo bien que me habría venido algo así cuando me estudié el ciclo de Krebs, ¿qué?

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