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Apr 7, 2021, 10 tweets

Un doctor alemán que vivió en el Ávila, creó una sustancia secreta, momificó a un presidente venezolano y se le escapó "un muerto que se negaba a morir".

No lo estoy inventando, yo también quedé impactado.

Esa es la historia del famoso Dr. Knoche y sus momias.

Gottfried August Knoche fue un médico cirujano alemán que emigró a Venezuela y se estableció en la población de la Guaira.

Fue uno de los fundadores del hospital San Juan de Dios y también combatió la epidemia de cólera que hubo en el país entre 1854 y 1856.

Desarrolló una profunda fascinación por conservar los cuerpos de los fallecidos sin necesidad de extraerle los órganos.

Pronto, la Guerra Federal le daría la oportunidad de tener a la mano gran cantidad de cuerpos para perfeccionar su fórmula secreta de embalsamado.

La primera momia la hizo con el cadáver de un soldado que nadie reclamó. Su sustancia secreta dio resultados.

Uniformó a la momia y la puso en su hacienda Buena Vista como guardiana de la biblioteca.

¡Con un vigilante así no correría peligro, estoy seguro!

La hacienda Buena Vista ubicada en las laderas de Galipán, era una propiedad que había adquirido en 1880.

Constaba de una casa principal, un laboratorio y un mausoleo para albergar a los cuerpos de su familia momificados cuando llegara el momento.

Los rumores no tardaron en llegar a la capital, y familias adineradas lo buscaron para que embalsamara a sus seres queridos.

Tal fue el éxito que le pidieron embalsamar a un fallecido presidente de Venezuela (Francisco Linares Alcántara).

La historia de "el muerto que se negaba a morir" surgió en la Guaira, porque el subía a su hacienda los cuerpos no reclamados a lomo de caballo.

En una de tantas ocasiones, uno se zafó y rodó colina abajo, nunca pudo recuperarlo, ni jamás se encontró rastro del cadáver.

En el mausoleo familiar, enterró a su hija y su esposo cuando murieron, también a su hermano, todos embalsamados.

Para su final, quería lo mismo, entonces dejó dos dosis para que su enfermera se la aplicara en la yugular cuando muriera y así conservar su cuerpo.

La enfermera, Amalie Weismann se encargó de aplicarle el suero momificador. Siendo ella la última sobreviviente en aquella hacienda.

Vivió por 20 años más y al morir se le aplicó la última dosis que quedaba del suero.

La composición exacta del líquido nunca fue descubierta.

Luego, se cerró el mausoleo y las llaves fueron tiradas al mar.

Estuvo muchos años intacto hasta que fue vandalizado, vecinos de Galipán en la actualidad dicen escuchar y sentir la presencia de sus momias.

¡Una buena reseña para ir de excursión!

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