RECEPTACIÓN:
𝑨𝒓𝒕. 𝟐𝟏𝟒-𝑨. - "El que, sin cerciorarse previamente de su procedencia legítima, adquiera, reciba u oculte dinero o cosas que sean producto de cualquier delito o falta en el que no haya tenido participación, será sancionado con prisión de tres a seis años."
Con este artículo abro una experiencia amarga que me enseñó a tener cuidado al comprar usados. En mi trabajo, cuando era jovencito, llegó un chico afligido que no tenía dinero para pagar su colegiatura y andaba vendiendo una cámara digital, similar a esta de la fotografía.
Asustado, me confesó que había gastado en tonterías el dinero de la mensualidad, y lo único que tenía era su cámara digital. Me conmovió su situación, que saqué todo mi dinero que iba ahorrando del mes. Me la vendió en $80.00 -una gran suma allá por inicios de siglo-.
Eso fue temprano por la mañana. Antes del anochecer, pasó conmigo una mujer muy formal. Me preguntó si sabía quién en mi trabajo había comprado una cámara digital. Resulta que su hijo menor había recibido a amigos para hacer trabajos en casa por la mañana de ese día.
Y uno de ellos había sacado la cámara del dormitorio de la señora y se excusó que tenía que irse rápidamente. No me dijo cómo se dió cuenta, pero sí que logró hablar con el chico y confesó su delito. A todo esto, en mi mente estaba empezando una tormenta de sentimientos...
¿Debía confesar que no me había percatado?
Si decía que no ¿me iba a encarar con el chico?
Yo no puedo mentir, tengo temor de Dios ¿iba a negar algo, con todas las pruebas con el fin de no devolverla y quedar como tonto, aunque eso me pusiera en mal con Dios?
Estaba atormentado.
La señora me dijo: "Yo ya hablé con el chico y me dijo que aquí la compraron". Le pregunté detalles de la cámara, luego le dije que iba a volver, que esperara afuera. Al regresar se la mostré y efectivamente era su cámara. Le brillaron los ojitos porque la había recuperado.
Entonces me preguntó:
"¿Cuánto le debo joven? ¿Debo darle algo? ¿Usted la compró?"
No podía mentir. No puedo. No me sentía bien. Al recordar ese día en este momento todavía me da mucha tensión todos los hechos que ocurrieron.
Decidí contarle la verdad de lo que ocurrió.
Ahora que lo pienso, la señora me estaba poniendo a prueba. Eso pensé en ese momento. Insistió en darme algo de dinero para no perderlo todo. Pero mi conciencia me decía que no, que el estúpido había sido yo. Rechacé aceptarle dinero, le dije que era mi error y tenía que sufrirlo
Entonces lo que me dijo hizo que me diera un vuelco el corazón -todavía se me acelera el corazón al recordarlo-:
"Mire hijo, yo soy jueza. Le felicito porque reconoció que usted cometió el error y no me aceptó dinero. Como ha sido muy sincero conmigo y está arrepentido...
...NO VOY A PRESENTAR DENUNCIA. Que le sirva de lección esto que hoy está aprendiendo: Yo podría denunciarlo por receptación de bienes hurtados. No lo voy a hacer, no quiero hacerlo. Yo ya hablé con mi hijo y con el otro chico. Pero quiero que usted aprenda esta lección."
Se me salieron las lágrimas, no pude contenerlo. Le agradecí, y me dió unas palmadas y me dijo: "Para la próxima, siempre asegúrese de la procedencia de las cosas, no crea a cualquier persona que ande vendiendo sus pertenencias así por así."
Me invitó a unas pupusas para cenar. Me confirmó que no estaba enojada conmigo, pero que deseaba que desde ese día en adelante tuviera cuidado con lo que comprara de personas que engañosamente afirmaban que por necesidad vendían sus cosas.
No las disfruté. Me sentía tan avergonzado, tan estúpido, y tan mal con Dios. Posteriormente hablé con Diosito para disculparme con él, y después con mis padres, obviamente no les gustó pero me ayudaron a tener más cuidado.
Nunca olvidaré esa amarga experiencia tan aleccionadora
Por favor, tengan muchísimo cuidado de esas personas que afirman tener necesidades y venden urgentemente sus cosas demasiado baratas.
El dicho popular es cierto: Si es demasiado bueno para ser verdad, es porque NO es verdad. A menos que tengan pruebas, evítense el mal trago.
No bastándome eso, a la vuelta de un año, un trabajador conocido me llegó a vender su teléfono. Igual, la misma historia. Solo que esta vez sí le había visto el teléfono en uso igual al de la foto. Me lo dió en $20.00 porque tenía una urgencia. Como ya se lo había visto, confié.
Esta vez el imbécil reportó el teléfono como robado y me lo bloquearon. No, no me quemaron el chip 😆, pero el teléfono jamás me volvió a funcionar con ninguna telefonía. El tipo se desapareció. Yo quedé nuevamente como idiota 🤡. Pensé en vengarme de él, pero no valía la pena.
Tiempo después supe que lo habían matado. Quién sabe en qué rollos andaba ese individuo. Pero si se había atrevido a hacerme eso, a mí que me conocía, no digamos a otras personas. Pienso que quizás le hizo algo a alguien que sí podía vengarse y que no dudó en hacerlo.
Reflexionando, uno cuando es joven es dundo, bien dundo. La Biblia dice que "necedad y juventud caminan unidas", o "la tontedad está atada al corazón del muchacho". A veces, uno aprende a través de consejos, lecciones de vida, o duros castigos. Lo importante es aprender y mejorar
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