En los barrios populares del Conurbano, niñxs y adolescentes viven la escolaridad como un delicado equilibrio entre el deseo de terminar la escuela y la necesidad de trabajar, la maternidad y los problemas de conectividad. ¿Es la pandemia un déjà vu de viejas desigualdades? Hilo.
En un artículo de @revistaanfibia, dos especialistas de la UNSAM se detienen en el caso de Jeni: una adolescente que vivió las tensiones del aislamiento preventivo, "que a la vez que necesario y urgente arrojaba a su familia a perder sus fuentes de ingresos".
En 2021 Jeni vive su escolaridad como un loop de viejas y nuevas desigualdades. “Unas más cercanas, que emergieron al inicio de la pandemia, y otras de más largo aliento, que desde hace años definen tantas vidas en tantos barrios”, escriben Silvia Grinberg y Julieta Armella.
El crecimiento de la matrícula en la secundaria ha sido contundente en las primeras décadas del nuevo siglo. Pero este aumento tiene un lado B: los altos niveles de fluctuación. Esto es, estudiantes que sin dejar la escuela pasan períodos sin ir.
En todos los casos, si la fluctuación o el abandono no terminan en deserción es debido a la valoración de la escuela, la promesa de futuro que porta y que funciona como norte que no deja rendirse fácilmente.
Las investigadoras del @LICHUnsam afirman que mientras discutimos los efectos del cierre -enormes, porque la tarea de la escuela es gigante- vuelve recargada la pregunta acerca de qué se hizo y se está haciendo para que abrir las puertas no suponga arrojarnos al vacío.
“El futuro de la escolaridad se juega en la suma de detalles mínimos que hacen que una escuela sea escuela; un lugar donde enseñar y aprender que no necesite de superhéroes ni actos heroicos (aunque tantas veces lo sean)”, dicen. Leé más acá:
revistaanfibia.com/ensayo/clases-…
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