Jose A. Plaza Profile picture
Periodista. Comunicación científica. En @SaludISCIII. Socio @acbiotecnologia,@anisalud,@aecomcientifica. Entrevistas @naukas_com. Leer, escribir. Rock, basket.

Jul 17, 2021, 31 tweets

Ignaz Philipp Semmelweis fue un médico húngaro del siglo XIX que llegó a ser conocido como El salvador de madres. ¿Por qué recibió ese nombre? ¿Por qué su apellido dio nombre al efecto Semmelweis?

Va un #hilo con su (triste) historia. Spoiler: la higiene de manos salva vidas.

Semmelweis nació en Buda en 1818. Comenzó estudiando Derecho, pero se pasó a Medicina tras, parece, presenciar una necropsia, algo que le impresionó. Especialista en Cirugía y Obstetricia, en 1846 entró a trabajar en el Hospital General de Viena como médico ayudante.

A mediados del siglo XIX muchas mujeres morían tras dar a luz por culpa de la llamada fiebre o sepsis puerperal, una infección relacionada con la falta de higiene en la atención al parto. Todo esto no se sabía hace más de 150 años, pero Semmelweis lo intuyó…e hizo historia.

Trabajando en la Maternidad del hospital, observó que la mortalidad por fiebre puerperal entre las mujeres era del doble en el hospital que en los partos en las casas. Además, vio que morían muchas más mujeres en una de las dos clínicas que tenía la Maternidad de su hospital.

¿Por qué la fiebre puerperal provocaba más muertes en unos sitios que en otros? Concretamente, ¿por qué la mortalidad en la Clínica I de la Maternidad de su hospital era mucho más alta que en la Clínica II?

Comenzó a investigar posibles causas. Su exhaustivo análisis le llevó a descartar cuestiones como el hacinamiento y la temperatura, y le llevó a fijarse en algo importante: las personas que atendían a las mujeres que iban a dar a luz.

Había estado dando palos de ciego y llegó a manejar una teoría rara, rara: que la presencia de un sacerdote cada vez que iba a morir una mujer por fiebre puerperal podía ser una de las causas. Lo descartó cuando hizo que el cura no apareciera y vio que la mortalidad seguía igual.

Siguió centrándose pensando en las personas. En la Clínica I (la que tenía mayor mortalidad) practicaban los estudiantes de Medicina con sus médicos mentores, y en la Clínica II (la de menor mortalidad) intervenían sólo las matronas. ¿Qué diferencia podía suponer esto?

Un detalle ajeno (como en House) le dio una pista. Un amigo suyo falleció tras cortarse con un bisturí con el que había practicado una autopsia. Semmelweis comprobó que los daños en las mujeres fallecidas por fiebre puerperal eran similares a los del cadáver de su amigo.

“La sepsis [de su amigo] y la fiebre puerperal [de las mujeres] deben tener igual origen. Las manos de estudiantes y médicos, sucias tras las disecciones recientes, portan venenos mortales de los cadáveres a los órganos genitales de las parturientas”, escribió.

Semmelweis pensó que 'algo' que llamó ‘contaminación cadavérica’ podía ser la clave de la mayor mortalidad en la Clínica I, donde estudiantes y médicos atendían a mujeres. La culpa podía ser de ‘algo' que denominó ‘partículas cadavéricas’, que parecían pasar de un cuerpo a otro.

Aún no había conocimiento de ese ‘algo’. Poco después se demostraría que eran infecciones por microorganismos. Estudiantes y médicos hacían actividades que las matronas no, entre ellas autopsias y otros contactos con pacientes y lugares concurridos del hospital, como quirófanos.

Así que Semmelweis se centró en la higiene de las personas que atendían a las parturientas, especialmente en sus manos, y comprobó que, por lo general, las de las matronas estaban más limpias que las de los estudiantes y médicos.

Cuando vio que el jabón no parecía suficiente para eliminar el olor y la presencia de sus ‘partículas cadavéricas’, Semmelweis hizo algo que le permitió pasar a la historia: obligó a médicos y estudiantes a lavarse las manos con hipoclorito cálcico antes de atender el parto.

¿Qué pasó? La mortalidad cayó en picado en la Clínica I: En abril de 1847, antes del uso del hipoclorito cálcico (cal clorada), la tasa de fallecidas era del 18%. En mayo, con el lavado de manos, bajó hasta quedarse en un 2%. Los porcentajes también bajaron en la Clínica II.

El problema era convencer a la comunidad médica y científica de que el lavado de manos antiséptico era la solución. Semmelweis tenía datos y experiencia empírica, pero no sabía explicar científicamente por qué su método funcionaba. Sus ‘partículas cadavéricas’ no convencían.

En todo caso, publicó su hipótesis en 1861 en la obra ‘Die Aetiologie, der begriff, und die prophylexis des kindbettfiebers’ (‘Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre puerperal’). Tuvo poca repercusión, y la que tuvo fue mala.

Faltaba conocimiento. Las partículas cadavéricas que citaba Semmelweis al tratar de explicar las infecciones eran sólo un antecedente erróneo de las bacterias cuya influencia explicaron poco después pioneros reconocidos como Pasteur, Lister y Koch.

Semmelweis se encontró con un problema añadido importante: leyendo entre líneas, lo que dejaba caer era que los estudiantes y los médicos (todos varones, claro) eran los responsables de las muertes de las mujeres. Todos sus colegas se volvieron en su contra, negando su hipótesis.

“Sólo Dios sabe las pacientes que murieron de forma prematura por mi culpa. Si digo estas cosas de otros médicos mi intención es sólo hacer consciente una verdad que, para desgracia de la humanidad, ha permanecido desconocida por muchos siglos”, dejó escrito.

Fue despedido del hospital. Sus teorías recibieron multitud de críticas y fueron denigradas y olvidadas. Fue rechazado profesional y personalmente, abandonó Austria y volvió s su Hungría natal, donde trabajó en el Hospital Szent Rókus de Pest.

En este hospital, y en la Universidad de esta ciudad, Semmelweis siguió difundiendo su hallazgo y aplicándolo, demostrando de nuevo que la asepsia lograba disminuir radicalmente las muertes de las mujeres tras el parto. Pero siguieron ignorándole y descalificándole.

Su salud empezó a torcerse. No digirió nada bien el rechazo profesional y su comportamiento comenzó a volverse extraño y desconcertante. Se ha dicho que tenía problemas nerviosos, depresiones, quizá principio de Alzheimer, una posible sífilis…

Semmelweis se obsesionó totalmente con sus descubrimientos sobre la fiebre puerperal. No hablaba de otra cosa y sufrió más aislamiento y rechazo social. Escribió a sus críticos numerosas cartas incendiarias y descalificantes. Hizo más enemigos de los que ya tenía.

Con este panorama, conocidos de su entorno le internaron en una clínica psiquiátrica, aunque no está claro si fue diagnosticado ni si él dio su consentimiento. Sólo dos semanas después de ser internado, Semmelweis murió solo y abandonado.

Hay dos teorías sobre su muerte. Una señala a una septicemia tras inyectarse restos de una necropsia para, en plena pérdida de facultades, ahondar en sus teorías. Otra apunta a una paliza recibida por el personal del centro, que le causó heridas que acabaron con su vida.

Semmelweis es un ejemplo más de personas pioneras en su campo que no fueron reconocidas hasta su muerte. Pocos años después, personalidades como Pasteur y Koch descubrieron al mundo los microorganismos, y Lister aplicó de manera pionera la antisepsia en cirugías.

Breve digresión: el médico Oliver Wendell Holmes llegó, en EEUU y en la misma época, a una conclusión similar a la de Semmelweis, y también fue ignorado. Holmes, además crítico feroz de la homeopatía, es hoy conocido no como médico, sino como un gran poeta del siglo XIX.

Pasó mucho tiempo, prácticamente hasta bien entrado el siglo XX, hasta que Semmelweis fue reconocido. Su caso es tan paradigmático que su apellido ha dado lugar el llamado ‘Efecto Sommelweis’, que define a personas pioneras ignoradas y olvidadas.

Hace unos años, la UNESCO reconoció la importancia del legado de Semmelweis, incluyéndolo en su archivo Memory of the world. Hoy día se le considera uno de los padres de los procedimientos antisépticos y su nombre es clave en la historia de la Medicina.

Y hasta aquí mi recuerdo de Semmelweis. Varias semanas me ha llevado sacar tiempo para hacer este hilo, al que le tenía ganas desde que hace años descubrí su historia leyendo sobre su terrible final. Muchas gracias por leer y compartir.

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