"Passionate Spirit: The Life of Alma Mahler", por Cate Haste.
Capítulo III: “Love and Music 1899-1901”.
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Alma busco consuelo en su música: “Music, my hope, my strength, don’t abandon me, as the others have abandoned me”. Trabajó arduamente en sus composiciones antes de partir en mayo de 1899 a Salzkammergut, donde su familia regularmente pasada los veranos.
En julio de 1899 la familia recibió la visita de Max Burckhard. Abogado y ex director del Burgtheater, donde introdujo a las audiencias vienesas obras contemporáneas de Ibsen, Hauptmann, Schnitzler y von Hoffmannstahl, era el fundador de Ver Sacrum, la revista de la Secesión.
Burckhard parecía tomar en serio a Alma y hablaba con ella de Fausto, Goethe y las obras de Wagner: “A serious discussion with a man of such intellect is for me one the real pleasures of life”. Alma cada vez estaba más intrigada por este bon viveur intelectual.
En agosto 1899 Alma fue por primera vez al Festival Bayreuth y quedó maravillada por Parsifal y Der Meistersinger von Nürnberg. La música la había rescatado nuevamente, pero el nacimiento de su hermanastra la volvió a deprimir.
Alma otra vez se refugió en la música. En septiembre en Viena escuchó Die Walküre, Siegfried, Götterdamerung, y Lohengrin, y componía febrilmente, estaba determinada a lograr reputación como compositora. Al desvanecerse la influencia de Klimt, empezó a tener interés en otros.
Joseph Maria Olbrich, arquitecto de la Secesión, fue uno de ellos. Compartía con ella su amor por la música, iban a conciertos y óperas, y tocaban juntos el piano en reuniones. Sin embargo, Olbrich no tenía el mismo interés por ella. Alma se sumió en la desesperación.
“Alma needed to love and be loved, to fill the vacuum at her core that could so easily suck her into gloom and self-abnegation. Creative talent in any sphere lifted her spirits, gave meaning to her life.”
Alma tuvo un agradable flirteo con Erick Schmedes, el principal heldentenor de la Ópera Viena: “Although she thought him 'dense and amusing,' his physical presence could make 'the blood rush to her head' but 'without a hint of love (…) it’s nothing but lust'".
Alma se veía a si misma como una mujer pensante, no convencional e independiente, que no tenía miedo a ser controversial y provocativa: “ I don’t give a damn for morality (…) for I love Nature. And morality is unnatural. Freedom - that’s what I long for and can never attain.”
Sin embargo, en privado, Alma dudaba de de sus aptitudes como compositora, y temía no ser amada y nunca experimentar pasión. Su madre estaba preocupada: “She goes to the opera nearly every evening. Then she comes home tear-stained, sits down at the piano and plays for hours”.
Cuando Alma conoció al joven compositor Alexander von Zemlinsky en una cena febrero de 1900, su vida tomó un nuevo rumbo. Lo había visto dirigir unos días antes: “He cuts the most comical figure imaginable. A caricature - chinless, small, with bulging eyes…”
Zemlinsky era uno de los más prominentes jóvenes músicos en Viena. Había estudiado en el Conservatorio de Viena con Robert Fuchs y Anton Bruckner, y había atraído el apoyo de Johannes Brahms. Era considerado uno de los más prometedores compositores de la época.
Cuando Zemlinsky visitó a Alma en abril de 1900 y la escuchó tocar sus canciones, concluyó que tenía mucho talento pero que le faltaba técnica. Zemlinsky aceptó darle clases durante el invierno. Se veían seguido en fiestas, cantaban y tocaban duetos e iban juntos a conciertos.
Su relación fue volátil desde el principio. Zemlinsky era sensible, orgulloso y susceptible, veía con cautela a Alma. Durante el verano, Alma partió con su familia Salzkammergut y no fue hasta octubre que volvió a ver a Zemlinsky. Su primera lección con él fue en noviembre.
Mientras que Alma se sentía muy estimulada y motivada por sus clases por Zemlinsky, empezó a sentir una atracción sexual por Max Burckhard, que terminó rápidamente después de un decepcionante beso: “Klimt’s kiss and Burkhard’s kiss - the former was Heaven - today it was Hell”.
Alma continuó con sus clases con Zemlinsky. En otoño de 1900 los sentimientos por él empezaron a cambiar. En febrero de 1901 decidió que estaba enamorada de él: “when he turned to me, it caused me physical pain - sheer sensual over-anxiety”.
Zemlinsky también estaba enamorándose de Alma, pero su orgullo y cautela lo detenían. La vida de Alma se complicó aún más cuando recibió dos propuestas de matrimonio inesperadas: de Felix Muhr, arquitecto de la Secesión, y de Franz Hancke, director de la Secesión.
Zemlinsky finalmente le confesó a Alma su amor en abril de 1901. Sin embargo las inseguridades de Zemlinsky, hicieron dudar a Alma: “his courtly hesitation, his reverence, and his modesty ‘had cooled her fire’”. Cuando Zemlinsky notó la frialdad de Alma, se distanció.
Sin embargo, en mayo de 1901 Alma y Zemlinsky reavivaron el romance: “We kissed the living dayligths out of each other…”. Poco después, Alma partió con su familia para pasar el verano el Salzkammerung.
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Zemlinsky escribió a Alma: “‘My pride is finally beginning to rebel!’ he declared, for she never missed an opportunity ‘to emphasise how ridiculously small I am, and how little I have, how much there is that makes me unworthy of you … He would not, he protested ‘be denigrated.’”
Alma se entristeció enormemente. Su familia y amigos se oponían a la relación. La atracción por Bruckhard renació ese verano: “I was consumed with desire”. Sentía que había traicionado a Zemlinsky, a quien todavía amaba y no volvió a ver hasta octubre de ese año.
El reencuentro reanimó su amor: “Our kisses were less wild but more tender than in the spring.. My longing for him - for his embrace- knows no bound.” Alma volvió a componer, pero sus clases se interrumpían frecuentemente por besos apasionados que describía en su diario.
Muy poco tiempo después, Alma conocería a Gustav Mahler en una cena. Alma pensaba que su futuro estaba con Zemlinsky, pero el encuentro con Mahler cambiaría radicalmente la dirección de la vida de Alma, su amor y sus ambiciones.
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