Julieta Ovalle Profile picture
Abogada · Litigio y Arbitraje @BufeteOvalle · Profesora Posgrado @DerechoUNAMmx · Música, Ópera, Ballet, Pintura · Ohne Musik wäre das Leben ein Irrtum · 🎹🩰🎾

Oct 11, 2021, 27 tweets

"Passionate Spirit: The Life of Alma Mahler", por Cate Haste.

Capítulo 9: “War and Marriage 1914-1917”

#SundayBlues #TeamLimantour

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En Austria como en todas las naciones de Europa la declaración de guerra fue recibida con júbilo. Se pensaba que sólo la guerra podría solucionar los conflictos dentro fuera del imperio y se le glorificaba como una honorable y heroica aventura que purificaría todo a su paso.

La euforia no duró mucho, pronto fue claro que la guerra no sería rápida y heroica sino de estancamiento en ambos frentes. Mientras las tropas de Alemania amenazaban París, Alma pasó toda una noche tocando Wagner: “Music is everything to me…even surrounded by death I must SING!”

En este ambiente de guerra, sola, Alma descubrió su fuerza interior: “I can be handmaiden to no man, because…my happiness comes from WITHIN ME…My room is my concert-hall. Everything glows… I fly.”

Alma continuó su relación con Kokoschka. A pesar de que emocionalmente el vínculo estaba agotado, no podía terminar completamente con él. “He keeps dragging me back to the libidinous level (…) He still PLEASES me too much! God has punished me by sending him into my life.”

Kokoschka cada vez sentía más presión por enlistarse y sentía remordimiento de no hacerlo. Según Anna Mahler, Alma se la pasaba acusándolo de cobarde hasta que finalmente se enlistó: “Kokoschka really did not want to go to war, but she was already fed up with him by then."

Quizás por compasión, Alma pasó Año Nuevo con Kokoschka antes de que partiera a su entrenamiento a principios de enero de 1915. Las cartas de Alma cada vez fueron menos frecuentes, hasta que en junio recibió una que lo lastimó más que nunca: “I now see I have no refuge.”

Kokoschka insistió que lo enviaran al frente. En agosto fue tan severamente herido que los periódicos en Viena anunciaron su muerte. Sin embargo, Kokoschka sobrevivió y fue trasladado a un hospital a Viena en otoño. Le pidió a Alma varias veces que lo visitará y ella se negó.

Mientras tanto, Alma se había enterado de que Walter Gropius estaba en un hospital de campo por un colapso nervioso. Durante el Año Nuevo que pasó con Kokoschka, Alma le escribió una larga carta a Gropius expresándole su ardiente deseo de que regresara sano y salvo del frente.

Gropius se había unido en agosto de 1914 a un regimiento de caballería, y había pasado varios meses en Francia en labores de reconocimiento y en las trincheras. A finales de 1914 sufrió un colapso nervioso y fue enviado al hospital a recuperarse.

Gropius tenía sentimientos encontrados, pero accedió ver a Alma en febrero en Berlín. Su pasión se reavivó, sin embargo Gropius no lograba superar la infidelidad de Alma con Kokoschka. Finalmente se volvió a enamorar de ella y decidieron casarse y tener hijos.

De regreso en Viena, para lidiar con la soledad mientras esperaba el regreso de Gropius del frente, Alma instaló en su departamento en Elisabethstrasse el que se convertiría en su legendario salón rojo en el que se rodeaba de talentosos amigos y admiradores.

Por largos periodos, el único contacto que tuvo Alma con Gropius era epistolar. Alma se sentía sola, se angustiaba y dudaba de que Gropius la amara. Su mayor miedo era la falta de amor. También empezaba a dudar de su amor por él.

Las dudas de Alma terminaron cuando finalmente ella y Gropius se casaron en Berlín en agosto de 1915: “Yesterday I married. I’ve landed (…) I am free, calm, excited, blessed - like never before. God preserve my love for him!” Ambos decidieron mantener en secreto el matrimonio.

Poco después Gropius regresó al frente donde permanecería varios meses. Alma regresó a Viena donde continuó recibiendo visitantes en el salón rojo. Sin embargo, sentía sintiéndose muy sola y extrañando a Gropius. “She was not reticent to express her vivid erotic longing for him.”

En Navidad pasaron 3 días idílicos en y en febrero de 1916 Alma sabía que estaba embarazada. En Viena, la vida social de Alma seguía floreciendo. A pesar de que trataba de poner a Walter en primer lugar, seguía siendo susceptible a los encantos de sus talentosos pretendientes.

En octubre de 1916, después de un doloroso parto, Alma dio a luz a Manon: “a new, sweet girl (…) I am IN LOVE with this human being!”. Cuando Gropius pudo regresar del frente un par de días para conocer a su hija, quedó cautivado por ella. Pero Alma no lo dejaba acercarse.

Después Alma justificó este extraño comportamiento: “I would not let him share possession of the child because my fears had come true - because my feelings for him had given way to a tired twilight relationship.” Cada vez le era más claro que el matrimonio no duraría.

Manon fue la salvación de Alma, estaba encantada con su hija: “The sweet child. No-one can know how I love this creature. I am in love with all my senses.” De su hija Anna de 13 años, muy diferente a ella, escribía: … I love her so much, although she often seems very alien.”

Mientras tanto a guerra continuaba y parecía no tener fin. Con dos hijas, sin esposo y en medio de la guerra, Alma se sentía sola, desdichada y enferma. Para entonces la escasez de alimentos era severa. Sobre todo, Alma había perdido esperanza en su matrimonio.

Alma sólo se sentía animada con su vida social. Fue entonces que a través del ensayista, dramaturgo y crítico Frenz Blei, visitante asiduo a su salón, conoció al joven poeta Franz Werfel, un encuentro que cambiaría su destino.

Desde 1915 Alma la poesía de Werfel la había conmovido. Su poema “Der Erkennende” la cautivó: “[It] engulfed me… one of the loveliest I have ever known in my experience (…) I was spellbound, a prey to the soul of Franz Werfel.” Estaba tan inspirada que le puso música al poema.

Cuando se conocieron en noviembre de 1917, Werfel había sido transferido del servicio activo en el frente ruso a la oficina de prensa militar, donde escribía artículos propagandísticos junto con Robert Musil, Rainer Maria Rilke y Hugo von Hoffmannstahl.

Werfel era admirador de Mahler y esperaba con emoción el encuentro con Alma. Durante la velada, Alma cada vez se fue interesando más en él: “Werfel is a stocky, bow-leeged somewhat fat Jew with sensuous, bulging lips and slit, waters eyes! But he wins you over, the more…

…he gives of himself. His extraordinary love for mankind and his words - such as ‘how can I be happy - if somewhere a human being is suffering’ (which word for word I have heard from an egocentric - namely Gustav Mahler).”

Alma estaba intrigada y entusiasmada: “It immediately felt as if he was at home in my house.” Mientras más conocía a Franz Werfel, Alma más se daba cuenta que quizás finalmente había encontrado su refugio.

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