Guillermo de Oliveira Profile picture
Director de @SadHillDoc, @Sauerdogs y #Tegoyo. Los tres en @Filmin. Desarrollando #AMorteNosTeusOllos (@ResidenciasADC) y #CaraDeCona

Apr 16, 2022, 18 tweets

Hoy se cumplen 20 años de la muerte de mi abuelo, Juan de Oliveira. Un hombre que navegó entre el éxito y el fracaso y que descubrió su talento casi por casualidad. Nunca he hablado de él por aquí pero su historia es alucinante y creo que os va a encantar.

¡Dentro HILO!

Bien, empecemos por el principio. En 1913, mi tatarabuelo lisboeta Juan Benito de Oliveira se asoció con su yerno José Rodríguez Vila para establecer una fábrica de galletas en Tui (Pontevedra). Así lo recogía este recorte de prensa:

Se llamaba La Peninsular y pronto fue un éxito gracias a las exportaciones de un alimento de fácil consumo, conservación y transporte durante la Primera Guerra Mundial.

Mi bisabuelo Juan Alberto de Oliveira heredó el negocio en 1933. Durante la Guerra Civil las galleteras gallegas dispararon sus exportaciones al estar su principal competencia en territorios republicanos como País Vasco, Aragón y Cataluña.

En la postguerra la escasez de materias primas, combustibles y transportes obligó a simplificar la producción pero el establecimiento de cupos oficiales de harina y azúcar salvó el negocio.

Así llegamos a finales de los 50 cuando mi abuelo Juan de Oliveira asume la dirección del negocio.

A él desde niño le encantaban los caballos. Los domaba, los montaba y los criaba. Esa era su pasión pero la tradición familiar mandaba que se hiciera cargo de la galletera.

Quizás es que él no era ningún genio para la administración de empresas o quizás es que los tiempos simplemente no acompañaron pero el caso es que en menos de una década en sus manos la empresa fue a la quiebra.

Y así llegamos a 1969. Con 40 años y el negocio familiar arruinado, un artista local le pidió permiso para esculpir un caballo de los que él criaba. Mi abuelo vio el resultado y con más o menos tacto le dijo que aquello no estaba bien hecho.

El escultor trabajó durante semanas en hacer las modificaciones que mi abuelo le iba sugiriendo pero el resultado seguía sin satisfacerle. El artista, harto, terminó diciéndole: "Fai ti un si tanto sabes."

A lo que mi abuelo debió responder: "Sujétame el cubata". O el peppermint frappé o lo que quiera que sea que bebieran entonces. Sin ningún conocimiento previo ni formación en artes plásticas se puso manos a la obra. Aquí lo cuenta:

Lo más sencillo para un novato hubiera sido apoyar el caballo sobre sus cuatro patas. O sobre tres. Pero aquí viene lo increíble. Él imagina ese primer caballo al galope, ¡y sobre una pata!

Cuando el artista que le había lanzado el desafío vio el resultado pensó que le estaba tomando el pelo, mostrándole la obra de otro escultor. Con 40 años y por pura casualidad mi abuelo había descubierto su pasión y su talento.

Durante los siguientes 35 años se dedicó en exclusiva a la escultura y lo que empezó como un pequeño caballo de cera se transformó en exhibiciones y galardones internacionales y obras monumentales en ciudades de toda España.

La más famosa quizás la que hizo para la Plaza España en Vigo en 1991: cinco caballos salvajes ascendiendo una escalera en espiral hacia el cielo de 18 metros de altura y 40 toneladas.

Otras de mis favoritas: el Rapto de Europa, el Pegaso junto a la T2 de Barajas o la estatua del perro callejero en el Zoo de Madrid.

En 2020 y de manera póstuma se instaló en Sanlúcar de Barrameda su obra dedicada a las carreras de la ciudad gaditana.

Y bueno esto es un poco todo. Me parecía que 20 años después de su muerte su historia merecía ser recordada y compartida. Un pequeño homenaje a mi querido abuelo, Juan José de Oliveira Vieitez (1928-2002).

Como veo que os está gustando el hilo dejo por aquí cuatro fotos que me encantan: recién iniciada su andadura en ‘La revista de los gallegos’ (1970), esculpiendo en el taller, dibujos y ya en los 2000.

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