He seguido las huellas de una tribu proscrita durante siglos. Un grupo nómada y díscolo que no acataba las imposiciones de curas, nobles y campesinos. ¿Wampanoag, quinquis, ‘peaky blinders’? No, son los Vaqueiros de alzada de Asturias. (Foto 1890).
#Hilo dominguero
Tenía una deuda pendiente con mis antepasados. Mi abuelo Manuel nació en Candanedo (Candaneu), una aldea del concejo de Tineo, situada en la ladera del pico Estoupo y próxima a Luarca. Él me dio dos apellidos típicos de los Vaqueiros de alzada: Gayo y Verdasco.
Así que hace unas semanas cogí la moto para recorrer aquellos valles. Me perdí por senderos boscosos bajo la niebla y la lluvia fina. Me llené de un verde único. Desde la costa, cogí la AS-219 y luego una carretera semiabandonada. Casi una hora para hacer apenas 30 km.
Según el antropólogo Adolfo García Martínez, autor de un estudio de más de mil páginas, su forma de vivir diferente está en el origen de su marginación. Vamos, como los gitanos. ¿De dónde vienen estos vaqueros? Los expertos no se aclaran. (Foto: Museo del Pueblo de Asturias).
Han dicho que eran descendientes de siervos romanos, de esclavos moriscos, de judíos y hasta de celtas. Molestaba que no pagasen diezmos y responsos a la iglesia, que vivían a su aire con las vacas y que tenían un domicilio de verano y otro de invierno. Creo que se llama envidia.
Si se demostraba que descendían de moros de Granada, convertirlos en proscritos resultaría fácil. Cuatro siglos después de su aparición, en 1951, médicos compararon a asturianos puros no vaqueiros con vaqueiros puros. Conclusión: no eran un grupo racial aparte. (Foto: G. Gayo).
Se movían en el occidente de Asturias, al norte de León y al este de Galicia. En los meses más fríos habitaban en brañas (pequeños asentamientos) cerca de la costa. Y en primavera y verano subían con toda la familia a la montaña, a las zonas altas en busca de los mejores pastos.
Tiene toda la pinta de que su surgimiento, allá por el siglo XVI, fue resultado de una guerra abierta por el control de enormes extensiones de zonas de pasto. Antes todo era de la iglesia, después de los nobles y entonces llegaron los vaqueiros. La hierba para quien la trabaja.
Además de a la crianza de ganado vacuno, por el que sentían veneración, los Vaqueiros también eran arrieros y trajineros, “un símbolo de modernidad, una verdadera revolución económico-social”. García Martínez dixit. (Foto: RTPA).
Abrieron otras fuentes de ingreso: transportar de Castilla a Asturias pan, vino o naranjas. En sentido contrario, sal, pescado y carnes. Caballos y mulas de carga eran sus compañeros de curro. Por eso la importancia de los buenos pastos. (Foto: Vaqueiros.es)
Enfrentarse con los ‘xaldos’ (agricultores de los pueblos bajos) no les reportó buena fama. Les tacharon de insolidarios y separatistas. Además “se evadían con maña” de las levas, el sistema de reclutamiento militar obligatorio. Ponte a buscar a los objetores en las montañas.
En ‘Minorías malditas’, García-Egocheaga cuenta que la falta de ortodoxia católica y la incorporación de creencias paganas y conexión con la naturaleza provocó recelos. Para el escritor Jovellanos (s. XIX), eran los “últimos hombres libres”; para curas y obispos, lo peor.
En San Martín de Luiña (Cudillero) aún quedan restos de la discriminación. El antrópologo García Mtez. explica que en una losa de la iglesia aparece la inscripción “No pasen de aquí a oír misa los vaqueiros”. Ah, hasta sus muertos eran enterrados en lugares separados del resto.
María Cátedra Tomás, antropóloga social que realizó su tesis sobre este colectivo, asegura que el deseo de ser enterrados en un lugar digno del camposanto provocó disputas, conatos de agresión y denuncias por parte de los Vaqueiros. Aldeanos, nobles y curas no podían ni verlos.
Los Vaqueiros de alzada llegan hasta pasada la mitad del s. XX. La emigración a América, Europa y a las ciudades redujo su número. La mentalidad grupal se desmoronó y se hicieron más sedentarios. En los años setenta, mi padre nos llevó en su Renault 8 azul hasta Candaneu.
Tengo dos recuerdos: en la pista hacia la aldea apareció entre la niebla un caballo suelto. A punto de arrollarnos, desapareció. Y una señora mayor, fuerte como un roble, que calzaba madreñas, nos cogió en brazos para atravesar una zona embarrada. Era la hermana de mi abuelo.
Según las últimas estadísticas, en 2015 vivían allí 4 hombres y 5 mujeres. Cuando estuve hace unas pocas semanas, solo vi a un paisano. Al decirle que era nieto de Manuel Gayo Verdasco, me señaló una casa amarilla: “Pues entonces tu abuelo nació allí”.
En Naraval, situado a unos pocos kilómetros por carreteras estrechas que suben y bajan la montaña, está el Museo Vaqueiro. A pesar de que en la web aseguraban que estaba abierto, llegué y allí no había ni el Tato. Por lo que sé, ese museo no representa a casi ningún Vaqueiro.
En ‘Los vaqueiros de alzada de Asturias’ se detallan los rituales de muerte. Todos los parientes, amigos y convecinos de las demás aldeas vaqueiras se desplazan a casa del difunto y al momento se organiza el velorio. Foto blogs.ua.es/minoriasmargin…
Por la noche se come cordero y jamón y se bebe vino “a veces hasta el extremo”. En la zona de Tineo, según Cátedra, al cabo de un año de la muerte se volvían a juntar para montar una fiesta con comida, bailes y filandón, donde se contaban historias y se hacían labores manuales.
Siempre han estado convencidos de que dentro de cada grupo había personas con poderes sobrenaturales. Mujeres mayores, bruxas que podían lanzar ‘mal gueyu’ (mal de ojo) contra la mejor vaca, el niño bien criado o la chica hermosa y rica.
García Martínez sostiene que también podían utilizar su poder contra los tacaños y los que alardeaban de riqueza. Dicho vaqueiro: “Ni por alto te realces, ni por pobre te rebajes”. La envidia parece ser el móvil. Había también otras magas, mujeres que corregían el mal de ojo.
En los últimos años se ha reivindicado al pueblo vaqueiro. Hoy apenas quedan algunas construcciones (brañas), unos pocos testimonios, algo de folklore y las vaqueiradas. Seguro que Rodrigo Cuevas sabe mucho de estas canciones.
Una de las más famosas vaqueiradas se celebra el último domingo de julio en la braña de Aristébano, entre Luarca y Tineo. El periodista Gonzalo Gayo lleva años recuperando la memoria de los Vaqueiros de alzada como pueblo libre y solidario. Foto: LNE vaqueiros.es/index.html
Acabo con personajes ilustres que, nacidos o no en Asturias, llevan en su árbol genealógico apellidos vaqueiros: la periodista Rosa Montero Gayo, el director artístico Gil Parrondo, el tenista Fernando Verdasco o la científica María Berdasco. Fin. lne.es/asturias/2013/…
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