“Sale el sol, sale la luna, centro de Muñoz, gol de Labruna”, era la rima que cantaban los hinchas millonarios que presenciaban los partidos de “La Máquina”.
Hoy, en un nuevo aniversario de @RiverPlate, hablaremos del quinteto más famoso en la historia del conjunto de Nuñez.
Toda leyenda tiene un principio y el de “La Máquina”, la delantera más recordada de la historia de River, lo tuvo el 28 de junio de 1942. Ese día, por primera vez, compartieron cancha Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau.
Si bien varios de los cinco integrantes de “La Máquina” ya formaban parte del equipo desde 1938, el debut se dio cuando Félix Loustau reemplazó a Deambrossi, en la fecha 11 del Campeonato de Primera de 1942, frente al Club Atlético Platense, en el Monumental.
El apodo como tal, sin embargo, nació un par de fechas antes, luego de una victoria 6-2 contra Chacarita. Eduardo Lorenzo Borocotó, un reconocido periodista deportivo de El Gráfico, lo popularizó en la crónica del partido. “Jugó como una máquina el puntero”.
Si bien la leyenda del equipo trascendió por la sincronización matemática con la que se movía su mítica delantera, es un acto de justicia histórica reconocer que cada nombre tiene ganado a pulso su lugar en el recuerdo.
En el 2-3-5 de Renato Cesarini, el arquero era el peruano José Eusebio Soriano, uno de los mejores de su país. Vaghi y Yácono los centrales; Rodolfi, Ramos y Ferreira los mediocampistas; y Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau el quinteto que hizo mítico a ese River.
Aunque también fueron asiduos titulares en distintas etapas Aristóbulo Deambrossi, Carlos Peucelle, Alberto Gallo, además de producirse, en ese equipo, los debuts de unos jóvenes Alfredo Di Stéfano y Amadeo Carrizo.
“Salíamos a la cancha y nuestra táctica era clara: tocar la pelota, meter una gambeta, y el gol caía sólo. Tardaba en llegar y la angustia era porque los partidos nunca podíamos definirlos pronto. Queríamos hacer el gol, pero en el medio nos divertíamos, nadie nos apuraba”
Juan Carlos Muñoz explicaba, así, por qué los apodaban los Caballeros de la Angustia. Él aseguraba que no tenían prisa por convertir porque producto del dominio abrumador que desplegaban, sentían que podían hacerlo cuando ellos quisieran.
La legendaria delantera de River, no obstante, solamente compartió cancha 18 veces entre 1942 y 1946. Ganó once, empató cuatro y perdió tres, con 38 goles a favor y 18 en contra. Ángel Labruna, el centrodelantero, fue el que más goles hizo, con 14 conquistas.
Quedará como anécdota que el quinteto de delanteros titulares jamás pudo juntarse para disputar un clásico ante su rival de toda la vida: el Club Atlético Boca Juniors.
Pero en lo conceptual (porque "La Máquina" era eso, un sello, una marca), los historiadores en el tema señalan que la verdadera fecha de origen se dio el 21 de septiembre de 1941, en un 4-0 contra Independiente.
Lo que ocurrió ese día fue que Pedernera dejó de jugar de wing izquierdo y pasó al centro de la delantera, no como un 9 rematador de jugadas sino más retrasado, uno creador y armador. Esa sería, en definitiva, la revolución de “La Máquina”.
Incluso Pep Guardiola citó el antecedente de Pedernera en la década del 40 tras haber ubicado a Lionel Messi de falso 9 en su recordado Barcelona.
El técnico era Renato Cesarini pero la idea de retrasar a Pedernera le correspondió a Carlos Peucelle, el hombre que había llegado al club diez años atrás y que en aquel 1941 estaba en la transición de sus últimos meses como jugador al rol de ayudante de campo del entrenador.
Cuando le preguntaron a Peucelle si había sido el creador de “La Máquina”, respondió: “Yo no hice nada, la hizo Doña Rosa, la mamá de Pedernera. Unos entran y otros salen, todos suben y todos bajan. Eso no lo produjo ningún Director Técnico. Lo produjeron los jugadores”.
Su fútbol de desborde y velocidad, cimentado en el juego de toque y constante movilidad sentó las bases de lo que hoy en día se conoce como el fútbol moderno. Dos mediapuntas, dos extremos y un delantero.
Muchos la marcan como antecedente del fútbol total de la “Naranja Mecánica”, aquella recordada selección holandesa, que disputó el mundial de 1974. El despliegue y la habilidad era tanta que esa delantera de antaño estaba más preocupada por jugar lindo que por meter goles.
Paradójicamente, no tuvieron una hegemonía incontestable durante varios años ni amasaron títulos como otros equipos de época. Sencillamente, no les hizo falta para dejar una marca indeleble en la memoria de los aficionados argentinos.
Ese #RiverPlate, quedó emparentado con la belleza y el romanticismo. A su vez, se erigió como un cultor de ese estilo.
Fue, como bien apuntó el propio Renato Cesarini, “el mejor equipo que se pudo construir, una verdadera obra maestra del fútbol de principios del siglo XX”.
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