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Fundador y presidente del club de admiradores de Aleksandr Lukashenko

Aug 27, 2023, 22 tweets

Este tipejo, dalái lama y pederasta en ratos libres, huyó del Tíbet tras la ocupación china del territorio en 1950.

En aquel momento poseía 6.000 esclavos, 500 millones de dólares y 8 toneladas de oro.

¿CÓMO ERA EL TÍBET INDEPENDIENTE?

Una historia de terror...

HILO

ADVERTENCIA

En este hilo se van a narrar hechos espeluznantes acompañados de imágenes muy desagradables.

Siéntete libre de compartirlo con ese desubicado liberal / sinófobo que, desgraciadamente, todos conocemos.

El Tíbet anterior a la ocupación china era un régimen teocrático que mezclaba lo más duro del esclavismo con lo peor del feudalismo.

La élite gobernante eran monjes budistas y terratenientes.

El resto de la población (95%) estaba compuesto por siervos.

Ningún esclavo tenía posibilidad de escapar de aquellas vidas de miseria y angustia.

Según los preceptos budistas, su única esperanza consistía en ser buenos siervos, no rebelarse, trabajar hasta la extenuación y, con suerte, se reencarnarían en algo mejor en próximas vidas.

Existe un libro muy interesante escrito por el historiador Michael Parenti: "El mito del Tíbet" (2003).

El autor (estadounidense, nada de propaganda china) relata infames prácticas habituales de aquella época y salvajadas atroces como las que vamos a explicar aquí.

Por ejemplo, Parenti narra cómo cientos de miles de esclavos morían de hambre y enfermedades mientras los lamas se dedicaban a quemar toneladas diarias de alimentos y medicinas a modo de ofrendas religiosas en sus monasterios.

Los siervos no podían poseer tierras.

Solo tenían derecho a una ínfima parte de la cosecha que producían en los campos donde los terratenientes y los monjes los obligaban a trabajar esclavizados.

Robar comida o intentar rebelarse se castigaba con la muerte.

En realidad las ejecuciones eran más macabras.

Parenti explica que, como el budismo prohíbe el asesinato, los esclavos eran brutalmente torturados hasta que morían "ellos solos" por las heridas infligidas.

Después se atribuían los fallecimientos al "mal karma" de las víctimas.

Según Parenti, se castigaba con azotes en público el hecho de que un siervo no se arrodillase al instante en presencia de su dueño.

También merecían este castigo los desgraciados que se atrevían a mirar a algún terrateniente o monje por encima de la cintura.

Las mujeres recibían la peor parte.

Sufrían la carga de los trabajos más fatigosos como cualquier hombre con el agravante de que debían soportar continuas violaciones por parte de terratenientes que poseían total libertad para tratarlas como estimasen conveniente.

Nada ejemplifica mejor esta cultura de terror que la palabra tibetana para decir "mujer": "kimen" (literalmente, "nacida inferior").

Tenían prohibido hablar en público, a las adúlteras les cortaban la nariz y frecuentemente eran quemadas vivas bajo acusaciones de brujería.

Los niños, por su parte, sufrían constantemente las tendencias pedófilas de los monjes.

Los dalái lamas imponían cuotas de recién nacidos que los siervos debían entregar a los monasterios para lo que podéis imaginar.

En Lhasa (capital tibetana) era legal su compraventa.

Los castigos contra los esclavos eran terroríficos: propinar palizas, quemar la cara con agua hirviendo, arrancar ojos y mutilar cortando extremidades eran los más habituales.


Una de las prácticas tibetanas más aberrantes, ampliamente documentada por Parenti e imágenes escalofriantes como estas, consistía en desollar vivos a los siervos para que posteriormente sus dueños guardasen las pieles como trofeo y símbolo de poder.

Por si esta locura no fuera suficiente, existía la psicopática costumbre de elaborar tambores con las pieles de esclavos torturados hasta la muerte.

El dalái lama actual ha mostrado en alguna ocasión los suyos.

Dejo aquí fragmentos de la novela "Siete años en el Tíbet", publicada por Heinrich Harrer en 1952 tras su periplo por la dictadura de los lamas.

Como podréis comprobar, en la adaptación cinematográfica hollywoodiense con Brad Pitt faltaron algunos detalles incómodos.

La conquista del Tíbet por parte de la China maoísta (1950) conllevó ejecuciones de señores feudales y supuso por primera vez la abolición de la esclavitud en aquellas tristes montañas.

Hubo revolución, si bien muchos terratenientes y monjes consiguieron escapar.

Se realizó una reforma agraria a gran escala y más de un millón de seres humanos obtuvo tierras, derecho que ninguna generación tibetana había disfrutado hasta el momento.

Aquí vemos una anciana recibiendo un título de propiedad tras haber sido esclava durante toda su vida.

El rescate por parte de China también trajo consigo escuelas (el 95% de la población tibetana, los siervos, no sabía leer ni escribir), hospitales (la esperanza de vida apenas alcanzaba los 35 años), electricidad, carreteras y una serie de derechos inéditos en aquel lugar.

La nueva dirección maoísta del Tíbet declaró legalmente libres e iguales a hombres y mujeres, siendo abolidas prácticas tradicionales como la poligamia, el matrimonio forzado o el infanticidio femenino.

La tortura fue prohibida y el aparato represivo teocrático, exterminado.

Hoy Tíbet es una de las regiones autónomas chinas que mayor desarrollo económico experimenta.

En 68 años (1951-2019) el gobierno pekinés ha más que duplicado allí la esperanza de vida.

Sus principales fuentes de ingreso provienen de la industria geominera y el turismo.

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