Todos tenemos una acción de la que nos arrepentimos y por la que deseamos volver al pasado para corregirla.
Este hombre (claro) no pudo. Pero se halló en la situación más similar posible.
Para salvar a María Antonieta.
Hoy, EL HOMBRE QUE VOLVIÓ AL PASADO A SALVAR A SU AMOR. El 🧵
Voy a presentaros al protagonista en cuestión.
Se llamaba Hans Axel de Fersen, era un maromaco y aristócrata sueco que se fue a vivir a Francia, donde allí conoció a María Antonieta.
Y la leyenda dice, por supuesto, que se hicieron amantes.
Digo leyenda porque hay mucha discusión sobre este asunto. Sobre todo porque posteriores custodios de diarios y gente implicada hicieron todo lo posible para no se supiera, o que nunca hubiera seguridad sobre si habían mantenido relaciones íntimas o el amor era sólo platónico
Pero eso no nos importa. Baste decir que Fersen y María Antonieta se querían mucho; el hasta qué punto os lo imagináis vosotros. Y que el resto del mundo estaba convencido de que, sí, las manos de Fersen habían tocado, cual músico virtuoso, el órgano regio.
O dicho de otra forma
La cosa, por no aburriros demasiado, es que cuando llegó la Revolución Francesa, no metieron a los reyes en una cárcel y ya. La cuestión fue por varias fases, en las que se iba estrechando más o menos el cerco sobre los Reyes según la situación política.
Y eso incluye desde un momento en que el populacho se cargó a varios guardias para intentar llegar a las habitaciones de la reina (allí salvó la vida por un grito soltado a tiempo) hasta ocasiones en que la familia real vivía en una jaula de oro.
Por resumir también, intentaron organizar una huida y casi salió bien. Lo cual fue un milagro, considerando que se empeñaron en que el carruaje fuera cargado como el de un rey y que viajaban bajo la asunción de que, fuera de París, la gente amaba a la monarquía (spoiler: ERROR)
La huida se preparó para el día 20 de junio de 1791 y, en la madrugada del 21, el carruaje llega a desplazarse por varias localidades de Francia. Sin embargo, Fersen no les acompañó todo el camino, ya que el rey Luis XVI no quería que siguiera más allá de la localidad de Bondy.
Los motivos son desconocidos: puede que fuera para no complicarle más la vida a Fersen (el gran organizador de la fuga), o porque al rey no le hacía gracia que el supuesto amante de su esposa les acompañara un trecho largo.
Atención a este punto, porque luego será importante.
La cuestión es que, como os intuíais, la cosa no sale bien. Alguien reconoce a la familia real, les rodean y les vuelven a llevar a París, de donde ya no podrán huir.
Luego habrá un juicio y posterior ejecución, primero de Luis XVI y luego de María Antonieta. Como suele decirse, el resto es historia.
Después de esto, nadie quiere hablar de la muerte de María Antonieta. Los revolucionarios franceses, porque no es su episodio más brillante; las monarquías extranjeras, porque no se portaron bien con la reina. Lo de dejar tirada a la familia, en los libros de Historia, queda mal
Pero tras su muerte, Fersen (a ratos, el único sinceramente preocupado por la suerte de la reina, y a quien ella dedica sus últimos pensamientos más intensos) se duele por los rincones.
De hecho, cuando se topa con la hija de María Antonieta, el parecido le hace romper en llanto
La cosa es que Fersen se obsesiona. No hace más que pensar en si las cosas podrían haber sido distintas si, durante la huida del 20 de junio hubiera permanecido al lado de María Antonieta. En algún momento, seguro que piensa (o eso desliza Stephan Zweig en su biografía...
... de la reina de Francia) “si me hubiera quedado, a lo mejor la hubiera rescatado; o quizá nos hubieran matado a todos. Pero habría sido mejor morir allí que dejarla abandonada de esa manera, y no volver jamás a verla”.
Él quería volver allí a salvarla o fallecer con ella.
Fersen, que entre tanto ha vuelto a Suecia, se amarga. El aristócrata desarrolla un odio por la gente común, ese mismo populacho que ha ocasionado la muerte de su amor. Lógicamente, Fersen no cae demasiado simpático entre la plebe.
Así que, cuando un rey de Suecia muere, muchos acusan a Fersen de haberle envenenado. A Fersen le toca acompañar el féretro del rey, pero sus amigos le aconsejan que, tal y como están los ánimos, es mejor que no lo haga.
¿Sabéis cuál es el problema? Que, justamente ese día en el que le toca decidir, es 20 de junio.
No se sabe por qué Fersen hizo caso omiso a sus amigos. Zweig insinúa que el embrujo de la fecha ejerció un efecto sobre él.
Yo quiero pensar en otra cosa: quiero creer que Fersen atrapó esa oportunidad que todos hemos deseado una vez en la vida y que no hemos tenido.
Y que, como Chrisopher Reeve en “En algún lugar del tiempo”, logró viajar al pasado por la pura fuerza de su voluntad. En esta ocasión, también por amor.
Por tanto, Fersen no acompañaba al ataúd del rey sueco aquel día; en realidad, estaba escoltando el carruaje de María Antonieta. Daba igual lo que hubiera a su alrededor: él seguía liderando la huida por entre las tierras de Francia.
Y por eso, cuando la multitud se arrojó hacia él y le empezó a golpear y a pisotear, ante la indiferencia del ejército, lo que él pensó fue: “ahora, ya puedo morir tranquilo”.
Se había cerrado el círculo.
Esta es la historia que os quería contar. Si os ha gustado, ya sabéis: favoritead, retuitead (repostear lo hacen en Correos), seguidme (pero por Twitter, ¿eh?) o viajad al presente a decirle a alguien "se me olvidó decirte que te quiero".
En esta cuenta, y fuera de ella, publicamos muchas cosas que se pueden leer aquí . Si os apetece un hilo con otra enrevesada historia de amor en tierras de Francia, éste os puede gustar linktr.ee/emiliotejera
Hale, pasad buen finde, y tened cuidado con las guillotinas, que las carga el guillotino. Un saludo. Nos leemos.
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