Hoy, día 1 de mayo, celebramos también el primer aniversario de Kursant. Aprovechando la fecha, nos presentamos abiertamente como destacamento comunista y publicamos nuestro Programa para contribuir a la construcción del Partido.
▶️ kursant.website/programa/
A lo largo de este año de trayectoria hemos vertido en nuestro órgano de expresión y en nuestra cuenta análisis y conclusiones con el objetivo de contribuir al surgimiento de una línea revolucionaria.
Esto nos ha permitido compartir posturas y perspectivas con camaradas de todo el territorio, incluso de otros sitios del mundo. Sus críticas y comentarios nos han servido enormemente para avanzar, así como esperamos que nuestras aportaciones hayan sido igualmente útiles.
Sin embargo, la pregunta que quizás no hemos sabido contestar es la de quiénes somos y, más importante aún, a qué aspiramos. La única respuesta posible a un interrogante tan decisivo es la presentación de un Programa como el que hoy compartimos.
En él arrancamos de una premisa coyuntural fundamental: el Partido Comunista no existe. Por lo tanto, no hallamos en una etapa prepartidaria en la que su construcción es el objetivo de todos los revolucionarios.
Para alcanzar este hito estratégico, ineludible en el camino hacia el restablecimiento del horizonte de la revolución, la actividad de los comunistas debe centrarse en dos apuestas tácticas: Proletarizar y Debatir.
Convertido en patrimonio tergiversado de académicos y pequeñoburgueses, el restablecimiento del socialismo científico como autoconciencia revolucionaria del proletariado pasa por su retorno a los centros de trabajo. Es decir, por su «proletarización».
Por lo tanto, es tarea de los comunistas volver a desplegarse en ellos para entrar en contacto y elevar a las capas más avanzadas. Solo con la participación del proletariado en esta labor, sin claudicar ante su conciencia espontánea, los comunistas podremos recuperar la senda.
Sin embargo, este proceso solo puede prosperar si, en paralelo, los comunistas nos desprendemos de las adhesiones folklóricas y del «espíritu de siglas» y volvemos a supeditar los debates a las exigencias estratégicas que imponga el avance hacia nuestro objetivo.
Los debates, sostenidos desde esta perspectiva, deben permitir superar los sesgos y limitaciones localistas para dirigirnos hacia mayores niveles de integración organizativa. Por el camino, contribuirán también a desenmascarar a la quintacolumna contrarrevolucionaria.
Las conclusiones son sencillas. Ambas vías son apenas el anverso y el reverso de un solo proceso que debe conducirnos a la construcción, de nuevo, del arma históricamente probada del proletariado revolucionario: el Partido Comunista.
No somos inocentes. Las propuestas presentadas son expeditivas y generarán reacciones encontradas, cuando no un rotundo silencio. Pero empezar a discutir con propiedad reclama poner un Programa sobre la mesa y dejar de confrontar en base a abstracciones y recados encubiertos.
En definitiva, atender más a lo que se hace y menos a lo que se dice o a lo que se pretende estar haciendo. Y en cuanto a lo audaz o temerario de este Programa, lo es de forma directamente proporcional a la tarea histórica que tenemos por delante.
No quisiéramos terminar sin un apunte decisivo. No pretendemos que este Programa sea nuestro, al contrario. Si lo hemos formulado en unos términos parcialmente abstractos es para que todo comunista honesto se lo pueda apropiar y/o discutir.
Las tareas son claras y el objetivo ineludible. Esperamos que nuestros futuros camaradas, allí donde estén, lo lean con interés, lo discutan y eventualmente nos sirva para encontrarnos. En lo que refiere al resto, esperamos que nuestro trabajo hable por nosotros.
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