Les comparto algunos apuntes sobre Eduardo Nicol, uno de los filósofos hispanos más relevantes del exilio, pero a su vez menos recordados y estudiados. Abandonó España a comienzos del 39 con la tropa del Estado Mayor republicano, pasando a Francia e instalándose en México.
Nicol fue un filósofo que pensó profundamente en los problemas del siglo XX. Sin deslizarse hacia el positivismo, el existencialismo o el pragmatismo, construyó un sistema fenomenológico-dialéctico para dar respuesta a la crisis de la metafísica occidental.
Enmarcado en la llamada “Escuela de Barcelona”, mantuvo un compromiso con la universalidad y la verdad, entretejiendo un vínculo entre teoría y praxis bajo una concepción de la ciencia y de la ética constitutivamente comunitaria.
Sin embargo, en tanto que filósofo de lengua española, creo que es más oportuno señalar aquí su severa crítica a Ortega y sus escritos sobre la filosofía hispánica. Puede decirse, sintéticamente, que la filosofía de Nicol es la propuesta de un “universalismo de la diferencia”.
Nicol critica severamente el subjetivismo solipsista de Ortega. La "circunstancia" histórica no es más que el eco de un "yo" solitario encerrado en su mundo; que vive, pero no convive. La base de la razón vital es la irrazón: un sesgo de supuestos y creencias.
La principal ambición de Nicol es recuperar la condición expresiva de la palabra: una reconciliación entre la vocación universal del lógos y la singularidad de sus expresiones. Expresión significa alteridad: la epistéme y el ethos del hombre es constitutivamente dialógico.
Desmitifica la idea de que la característica inherente a la filosofía hispánica es el ensayismo estético-literario acompañado con fines político-pedagógicos. Una visión que tiene su base en la filosofía personalista e intimista española de los albores del siglo XX.
La condición expresiva privilegiada de la filosofía es el sistema, que dista de ser una plataforma dogmática de pensamiento. Es imposible, pues, ignorar a Vitoria, Suárez o Vives.
Además de ser muy crítico con el carácter excluyente del eurocentrismo, señala, a propósito de la hispanidad, que el ensimismamiento de la filosofía española fue incapaz de configurar un marco común de pensamiento, dando alas a un patriotismo mítico y autocontemplativo.
El ensimismamiento español perdió de referencia a América y sus vínculos con ella. Con todo, a pesar de estos hechos históricos, la posibilidad de una filosofía hispánica estará abierta si se abandona el paternalismo eurocéntrico y se concilie lo particular en lo universal.
El conocimiento científico no es universal solo por ser objetivo, sino porque tal objetividad es indisociable de la experiencia comunitaria del sujeto. Así, la singularidad expresiva del sujeto no se ahoga en un subjetivismo radical.
“En tanto que el ser es expresión, no puede ningún ser humano hablar de una manera distinta sin ser distinto”. Una diferenciación que no es, según lo visto, ensimismamiento: pensar lo propio y desde lo propio no significa renunciar a ingresar a la comunidad universal del lógos.
La singularidad expresiva de la filosofía hispánica no es más que la voz propia de una comunidad histórica y cultural dentro del lógos occidental. Y de esto se trata para Nicol: expresar la universalidad del lógos bajo la singularidad del pensar -y el decir- en español.
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A raíz de la movida de Cyberpunk 2077, les comparto algunas ideas que se me han ocurrido esta tarde sobre el tema de si los videojuegos son “políticos”. Me disculpo ya por lo poco preciso, ambiguo o no suficiente exhaustivo que pueda ser (también por la cantidad tuits).
Cabría preguntarse, en primer lugar, hasta qué punto un juego puede ser político y al mismo tiempo seguir siendo un juego. Del mismo modo, aunque esto es previo, cuánto de "juego" hay realmente en los videojuegos (vdj) y establecer así las semejanzas y divergencias pertinentes.
Es común asociar el juego (como institución cultural) y el acto de jugar a las ideas de ocio, diversión, evasión o entretenimiento, como si en virtud de sus propias reglas consiguiesen crear un espacio autónomo de libertad en oposición a la necesidad que impera en la realidad.