En una ocasión, el demonio se apareció a tres monjes y les dijo: si os diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiaríais?
El primero de ellos tenía un gran fervor apostólico y le respondió: "Impediría que hicieses caer a Adán y Eva en el pecado para que la humanidad no pudiera apartarse de Dios".
El segundo de ellos era un hombre lleno de misericordia y le dijo: "Impediría que tú mismo te apartases de Dios y te condenaras eternamente".
El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo: "Señor, libérame del demonio de lo que pudo ser y no fue".
El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor se esfumó.
Los otros dos, sorprendidos, le dijeron: "Hermano, ¿por qué has reaccionado así?". Él les respondió: "En primer lugar, porque nunca hemos de entrar en diálogo con el enemigo. En segundo lugar, porque no hay poder en este mundo capaz de cambiar el pasado.
En tercer lugar, porque el interés de Satanás no era que probásemos nuestra virtud, sino que, atrapados en el pasado, descuidáramos el presente, porque es el único tiempo en el que Dios nos da su gracia y podemos cooperar con ella para cumplir su voluntad.
De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de lo que pudo ser y no fue. El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Solo el presente está en nuestras manos".
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Las mujeres sois una transparencia de la ternura de Dios. Por vosotras, por vuestra generosidad y vuestro sufrimiento, todos hemos venido a la vida. Vuestro seno ha sido nuestra primera cuna, y allí hemos aprendido de vuestros arrullos lo preciosos que somos.
No os dejáis ganar en generosidad y entrega, y sacáis fuerza de donde no la hay para entregaros a los que amáis, e incluso a los extraños que sufren o lo necesitan. Tenéis una sensibilidad preciosa que os hace saber lo que el otro siente, para saber consolarle.
Amáis de un modo indivisible, sin separar en vuestro corazón el afecto de la mente, y así nos mostráis cómo el verdadero afecto ha de estar integrado con la inteligencia, porque solo así se puede comprender de verdad a alguien: amándole.
No siempre estás bien. Y no pasa absolutamente nada. Hoy en día se nos dice que tenemos que estar siempre bien, siempre felices, alegres, animados, dispuestos y con algo que contar. Parece que todo te está invitando a que, si sientes algo malo,
te lo guardes para ti porque a nadie le importa ni le interesa e incluso, si lo cuentas o lo sacas afuera, la gente te va a rechazar. Y nos esforzamos entonces por poner siempre buena cara, estar siempre bien, no reconocer nunca que estamos tristes o nerviosos,
o que tenemos miedo, o ansiedad. Vivimos escondidos tras nuestras máscaras.
En primer lugar, no pasa nada por estar mal. No pasa nada por tener un mal día, por estar triste por una pérdida, o asustado por algo que puede pasar, o nervioso ante algo que tienes que hacer.
San Bruno enseñó que la calavera era un símbolo de la muerte y de la resurrección, y que meditar con ella ayudaba a desprenderse de las cosas del mundo y a aspirar a la vida eterna. San Bruno escribió en sus cartas:
"La calavera que tienes en tu habitación es un libro mudo, pero que habla mucho al corazón. Te dice que todo lo que ves es nada, que todo lo que deseas es vanidad, que todo lo que temes es sombra, que todo lo que esperas es incierto. Te dice que sólo hay una cosa necesaria:
amar a Dios y cumplir su voluntad. Es una imagen de la muerte, pero también una prenda de la vida. Te muestra lo que eres y lo que serás. Te muestra que eres polvo y que volverás al polvo. Pero te muestra también que eres imagen de Dios y que serás semejante a él.
Vi la túnica de Cristo. Forcejeaban por ella, tirando de cada lado, los romanos, los judíos, los apóstoles y los falsos discípulos. Tironeaban de ella con violencia, algunos para quedársela, otros para romperla, otros sin una intención muy clara.
La túnica estaba tensa, parecía que iba a rasgarse de un momento a otro. En algunos puntos era ya tan fina que los hilos permitían ver a través de ella. Yo sufría mucho, porque sabía lo que significa la túnica. Pero no podía hacer nada ante la escena, nada dependía de mí.
Mientras miraba, una anciana muy mayor pasó junto a mí, apoyada en su bastón, y se quedó mirando la escena. Estaba a la vez triste y tranquila. Me miró y vi en sus ojos una belleza insondable que me tranquilizó. Estaba muy arrugada y deteriorada, y al mismo tiempo era joven.
Si quieres que Dios te hable, no esperes que te mande un WhatsApp. Él tiene un medio mucho más íntimo y personal: la oración. La oración es el lenguaje del corazón, el espacio donde Dios te habla y te escucha. Pero para poder conectar con su voz, te hace falta tiempo y silencio.
No debemos estar siempre pendientes de lo que pasa en el mundo, de lo que dicen los demás, o de lo que nos distrae o entretiene. Necesitamos buscar un momento día a día para estar a solas con Dios, y abrirle nuestro corazón con sinceridad.
Cuando oras, Dios te susurra al oído, te abraza, te corrige, te anima, te ilumina, te guía. Te muestra lo que sueña para ti, lo que te hace bien, lo mucho que te ama. Pero para escucharle, tienes que estar atento, y no dejar que el ruido del mundo te distraiga de su voz.