En una ocasión, el demonio se apareció a tres monjes y les dijo: si os diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiaríais?
El primero de ellos tenía un gran fervor apostólico y le respondió: "Impediría que hicieses caer a Adán y Eva en el pecado para que la humanidad no pudiera apartarse de Dios".
El segundo de ellos era un hombre lleno de misericordia y le dijo: "Impediría que tú mismo te apartases de Dios y te condenaras eternamente".
El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo: "Señor, libérame del demonio de lo que pudo ser y no fue".
El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor se esfumó.
Los otros dos, sorprendidos, le dijeron: "Hermano, ¿por qué has reaccionado así?". Él les respondió: "En primer lugar, porque nunca hemos de entrar en diálogo con el enemigo. En segundo lugar, porque no hay poder en este mundo capaz de cambiar el pasado.
En tercer lugar, porque el interés de Satanás no era que probásemos nuestra virtud, sino que, atrapados en el pasado, descuidáramos el presente, porque es el único tiempo en el que Dios nos da su gracia y podemos cooperar con ella para cumplir su voluntad.
De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de lo que pudo ser y no fue. El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Solo el presente está en nuestras manos".
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En los últimos años la Iglesia ha sufrido unas grandes convulsiones internas, y no es de extrañar ya que el mundo entero está sufriendo unas convulsiones tremendas. Están cambiando los paradigmas y la presión del pensamiento único nos afecta a todos.
El mundo se ha ido polarizando de un modo cada vez más fuerte, y a todos nos han surgido a tomar siempre partido. Progres o carcas, pro-covid o conspiranoicos, Israel o Palestina, LGTBQ-friendly u homófobos... Es un mundo en el que se han ido perdiendo los matices.
La verdad que anuncia y defiende la Iglesia es una verdad que no puede cambiar porque la verdad no puede cambiar. Es contracultural. Se expresa de un modo nuevo en cada generación pero su esencia nunca cambia. No puede cambiar.
El amor de Dios es el centro de nuestra vida y la mayor certeza que tenemos. Él nos ama como un Padre amoroso y nos lo ha demostrado de la manera más grande: entregando a su Hijo, Jesús, por nosotros.
Jesús no solo vino a hablarnos de Dios, sino a entregarse por nosotros. Su muerte en la cruz es el acto de amor más profundo: ofreció su vida para salvarnos del pecado y regalarnos la vida eterna.
Este sacrificio en la cruz no fue un gesto cualquiera. Fue el modo en que Dios, a través de su Hijo, nos mostró que su amor no tiene límites. Nos ama hasta el extremo de entregarlo todo, incluso su vida.
La fe católica es un don inestimable. Creemos que Cristo es el camino, la verdad y la vida. La Iglesia Católica guarda y proclama esta verdad, y por ello somos llamados a compartirla con todos.
Reconocer que nuestra fe es la única verdadera no debe llevarnos al orgullo, sino al profundo deseo de evangelizar, de compartir la alegría de Cristo para que el mayor número posible de personas lo conozcan y lo amen.
Pero tengamos cuidado de no caer en el fariseísmo. No somos perfectos ni mejores por ser católicos. Al contrario, estamos llamados a servir con humildad y reconocer que es solo por la gracia de Dios que podemos caminar hacia la santidad.
¡Qué error más grande acabo de encontrar en la traducción castellana del prefacio de la Santísima Trinidad! Ya decía yo que me sonaba raro. Dice el final:
"adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad. A QUIEN alaban los ángeles...".
Ese "quien" en singular no me gustaba nada, ya que parecía que, después de haber mencionado que en Dios hay tres personas y no una, de pronto parece que se dirige a las tres como si fueran una, pues no dice "a quienes alaban", sino "a quien alaban".
Está partícula aquí puede entenderse de forma modalista. (El modalismo dice que "Padre", "Hijo" y "Espíritu" son en realidad una sola persona divina que se manifiesta de tres modos distintos). Como si, tras decir en el prefacio que no son una sola persona, se les tratase como tal
Las mujeres sois una transparencia de la ternura de Dios. Por vosotras, por vuestra generosidad y vuestro sufrimiento, todos hemos venido a la vida. Vuestro seno ha sido nuestra primera cuna, y allí hemos aprendido de vuestros arrullos lo preciosos que somos.
No os dejáis ganar en generosidad y entrega, y sacáis fuerza de donde no la hay para entregaros a los que amáis, e incluso a los extraños que sufren o lo necesitan. Tenéis una sensibilidad preciosa que os hace saber lo que el otro siente, para saber consolarle.
Amáis de un modo indivisible, sin separar en vuestro corazón el afecto de la mente, y así nos mostráis cómo el verdadero afecto ha de estar integrado con la inteligencia, porque solo así se puede comprender de verdad a alguien: amándole.