Amar a los enemigos no significa tener sentimientos de cariño hacia ellos. El amor se practica amando, haciendo actos concretos de amor. El amor a los enemigos se practica de tres modos:
1. Orando por ellos 2. Perdonándolos 3. Compadeciéndose de ellos si pasan necesidad
Os lo digo porque hay mucha gente que no entiende el amor a los enemigos. No se trata de comportarse con ellos como si fueran amigos. A los enemigos se los quiere de lejos, y con prudencia, para evitar que nos vuelvan a herir.
Rezar por un enemigo u ofrecerle ayuda si pasa necesidad puede ser relativamente fácil. Perdonar no tanto. Perdonar no es olvidar. Es elegir no tener en cuenta el mal recibido, es renunciar a todo deseo de venganza, es cortar cualquier vínculo de rencor que te ate a esa persona.
Y por último, el amor a los enemigos no es el amor perfecto. Jesús dijo: "No hay amor más grande que dar la vida por los AMIGOS". El perdón a los enemigos puede ser su única ocasión de salvarse; por eso el Señor nos invita a ello.
Perdonar a un enemigo puede ser un acto que lleve mucho tiempo, sobre todo si el enemigo no se arrepiente ni pide perdón. En ese caso, se puede tener una predisposición al perdón y decirle a Dios: "Señor, no le tengas en cuenta este pecado". Y pasar página.
Hoy es el día de la cátedra del Apóstol san Pedro, signo y garantía de unidad de todos los católicos que están en comunión con el santo Padre. Él es el sucesor de Pedro, y no tanto su persona, sino sobre todo su figura es garante de la unidad de la Iglesia y la verdad de la fe.
El Papa es la roca sobre la que Cristo ha edificado su Iglesia, a la que el infierno nunca derrotará. La comunión con él es esencial a la fe católica. Porque, como nos recordó hace poco el cardenal Sarah, ubi Petrus, ibi Ecclesia: donde está Pedro, allí está la Iglesia.
Obviamente no se me escapa que el santo Padre genera muchas reacciones variadas. Él mismo ha dicho que no todo lo que dice es Magisterio infalible. En mucho de lo que dice y hace, él trata de orientar a la Iglesia por donde siente que el Señor la quiere llevar.
"Actualmente no hay solo un abandono de la fe, no hay solo un ateísmo cada vez más extenso; no estamos solo ante el hecho de que la mayor parte de los hombres solo tienen una visión intramundana de la vida. Hay todavía otra cosa:
en el mismo interior de la Iglesia nacen y se consolidan formas más o menos visibles de herejía. En esa línea decía Pablo VI: “Se viene afirmando dentro de la Iglesia un pensamiento que no es cristiano”.
En la Iglesia existe algo que es más pernicioso que el ataque exterior contra la fe. Lo más pernicioso es que el mundo intenta deslizarse en el interior de la Iglesia, para cambiar de esa manera la sustancia del cristianismo y convertirlo en una religión intramundana.
La libertad de conciencia es uno de los grandes bienes que ha aportado el cristianismo al mundo. La conciencia es el sagrario del hombre donde resuena la voz de Dios y él discierne y decide qué debe hacer y qué debe evitar. Nadie está sobre la conciencia, solo Dios.
Se ha vulnerado esta libertad muchas veces en nombre de Dios, de la religión (incluida la Iglesia), del bien común, de la ideología, de la Patria, etc. En una sociedad de Derechos Fundamentales se supone que esta libertad debería estar ya totalmente fundamentada.
Esta libertad implica formar bien la conciencia para vencer cualquier obstáculo que pueda dificultar conocer y adherirse al bien evitando el mal. Pero en última instancia es la persona la que decide, podemos formar las conciencias pero no sustituirlas.
"A menudo se toman importantes decisiones internacionales, sin una verdadera negociación en la que todos los países tengan voz y voto.
Con frecuencia, el centro de interés de las Organizaciones Internacionales se ha trasladado a temáticas que no están relacionadas con su fin propio, dando como resultado agendas cada vez más dictadas por un pensamiento que reniega de los fundamentos naturales de la humanidad.
Considero que se trata de una forma de colonización ideológica, que no deja espacio a la libertad de expresión y que hoy asume cada vez más la forma de esa cultura de la cancelación. Se está elaborando un pensamiento único muy peligroso".
En estos tiempos aciagos
en que sombras nos envuelven
mis ojos a Ti se vuelven
despreciando los halagos.
Las verdades que revuelven
se silencian en tus pagos…
Falsos profetas levantan
al unísono sus voces,
proclamando falsos goces
como verdades que faltan
a tus palabras, que, atroces,
sin escrúpulos asaltan:
“¡Otros tiempos eran esos!
La verdad no es inmutable,
este dios, de puro amable,
ha perdido ya los sesos,
pues considera aceptables
todos los antaño excesos”.
Los magos de oriente habían visto brillar la estrella en Jerusalén y, conforme a la profecía de Balaam, se pusieron en camino hacia Jerusalén, donde había de nacer el Rey del mundo entero. Cada uno llevaba un don. La primera noche el diablo se apareció al Melchor.
- ¿Por qué vas a regalarle oro al Rey? ¡Seguro que tiene mucho! ¡Vaya regalo más inútil! Al llegar a Él vas a quedar fatal llevándole un don que no le va a aportar nada. Más valdría que te retirases antes que presentarte ante el niño con ese don sin sentido.
Melchor ignoró al enemigo y se sonrió para sus adentros. Toda la noche estuvo el demonio tratando de disuadirle de su viaje. Le dijo que al Rey le desagradaría su regalo, que le despreciaría, que se reirían de él los demás, pero nada borraba la sonrisa de sus labios.