#Urgente: esta pareja de ambientalistas fue desaparecida. El viernes viajaban vía Sta.Marta-Palomino y ella hablaba con familia por cel cuando extraños retuvieron su camioneta sobre la Troncal, en ese momento ella grita y se corta comunicación. Desde entonces están desaparecidos.
Según investigación de autoridades, así fue la última hora del recorrido de la bióloga Nathalia Jiménez y su esposo, el dj Rodrigo Monsalve, antes de ser retenidos y desaparecidos en la vía que va de Santa Marta a Palomino, sobre la troncal del Caribe.
En la misma vereda en la que encontraron los cuerpos de Nathalia y Rodrigo, este año fue asesinado otro ambientalista, Wilton Fauder Orrego León, quien recibió disparos en ese lugar y murió después en el hospital al que fue trasladado.
#Atención Hoy pasó algo muy extraño en el país: 4 territorios distintos de Colombia fueron panfleteados y pintados con las siglas de las AGC. Casi todos los sitios amanecieron así. Acto simultáneo claramente coordinado. Muestra de poder que deja ver su articulación nacional.
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1. Después de la decisión de la ANI ayer, sobre el Puerto de Tribugá, en Nuquí, Bahia solano y Acandí recibieron este panfleto y en Termales amanecieron con los postes de luz pintados con las siglas de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
2. El Consejo Comunitario del río Jiguamiandó-comunidad de Puerto Lleras, en el municipio de Carmen del Darién (Chocó), también amaneció pintado con las siglas de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
«Cuando termino las entrevistas les digo a las muchachas que traigo algunos alimentos que pude reunir, pero les advierto que no es mucho. Abro el baúl del carro y, de repente, otra vez me veo rodeada de una multitud que me pide cosas. Todas son mujeres...
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Les entrego casi todo lo que llevo. Solo intento guardar tres bolsas con cosas que prometí llevar al asentamiento de desplazados. Una chica embarazada se me acerca y me pide algo de comer, su pareja que está a un lado me dice que ni siquiera es para ellos, “es para el bebé”.
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Miro las bolsas. Ya casi no me queda nada para las familias desterradas del Chocó. La chica insiste. Llega Rocío, me pide una panela, dice que me cambia todo lo que ya le di por una panela. El hilo de angustia vuelve a tirar violentamente de mí, me impide responder.
«Tardo en reaccionar. Salgo y veo que Gabriela está sentada en el piso. Llora. La rompieron por dentro. Me pongo de cuclillas a su lado. Tomo su mano izquierda y la aprieto fuerte. Me corto, ella se corta, y la sangre empieza a correr. Somos cristales rotos.
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«Gabriela tuvo que elegir. Hay un mundo en el que las mujeres tienen que elegir entre dejarse violar por siete hombres o desaparecer. No es una metáfora. Hablo de desaparición forzada.
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—Te dicen, pue, que ya sabes lo que te toca. Dicen: “Si usted colabora, usted se devuelve o para Colombia o para Venezuela, para donde usted quiera, pero si usted no colabora, usted no vuelve a aparecer más”.
—¿Te dijeron eso?
—Sí».
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El #EjércitoViolador no es nuevo. En agosto 2008 escribí un artículo sobre la violencia sexual que sufren las mujeres en la guerra y @Altais hizo la ilustración del texto. Vuelvo a ver la imagen y resulta impresionante cómo su trazo sigue vigente y sigue siendo aterrador.
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El texto fue publicado en el periódico @Delaurbe y recogía el caso de una estudiante indígena que, en 2005, fue violada por militares "encapuchados" del Batallón José Hilario López, en el Cauca; caso que fue reportado por la Organización Mundial contra laTortura (OMCT).
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Tenía 19 años y fue violada el 9 de agosto de 2005 en zona rural del municipio Puracé. Ese día, y a poca distancia de una instalación policial, la joven indígena fue abordada por militares que estaban en la zona en desarrollo de políticas de Seguridad del gobierno de entonces.
Faryd corre, lleva a su niña en brazos, se le está ahogando. Tiene tres años. Los gases lacrimógenos la están asfixiando, no puede respirar. Mira con desespero hacia su vivienda. Un rancho de madera y latas de zinc. Sus otros dos hijos continúan allí.
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Las granadas de aturdimiento siguen explotando, al igual que las municiones de gas. La gente corre desordenada. Entre la histeria, Faryd logra enfocar a su hijo mayor —tiene 14 años—, le grita:
«¡Mijo, corra y saque a su hermano hacia arriba, yo llevo la niña». El caserío en el que vive en Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá, queda como en una especie de ladera, un parque en zona de riesgo que la Alcaldía, en plena cuarentena, ordenó desalojar.
Historia de una madre en una guerra, a propósito de este día 🧵👇.
—Andrea, ¿sí me va a acompañar?, ya voy saliendo.
—¡Claro! ¿Es lejos?
—Pues hay que salir de la zona, debemos ir a la vereda, donde están los civiles. Allá está él, me está esperando en la escuelita.
—Bella, yo sé que la pregunta es idiota pero… ¿Estás nerviosa?
—¡Uf, mija! Yo no sé ni qué es lo que estoy sintiendo.
—Bueno, calma, que todavía falta, ¿no?
—Míreme las manos, estoy casi temblando.
—¿No sabés dónde ponerlas?
—Uy sí, mija, es que por dentro siento de todo... Mire, ahí viene la monja que le conté, ella es la que me ayudó a encontrar a mi hijo.
—Yo todavía no lo puedo creer, llevás diez años buscando a tu hijo, ¿de verdad ella lo ubicó en quince días?