Acompáñame a la siguiente narración proveniente de las memorias de mis tiempos. Al final de este hilo encontrarás un enlace para leerlo completo y con mayor comodidad. Preparen su botana favorita porque ¡ya empezamos! 
Era el año horriblemente memorable del CÓLERA MORBO.
Había pasado la fugaz presidencia de Pedraza, de quien se dice que él mismo se concedió su licencia absoluta para dar el ejemplo a generales que de nada servían.
Había visto México llenas sus prisiones y conducidos en cuerda los hombres más notables por la persecución política. Los pronunciamientos de Escalada, Durán y Arista todo había pasado sin preocuparme.
Lo que dejó imborrable impresión en mi espíritu, fue la terrible invasión del cólera en aquel año. Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios;
las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad, de médicos, sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente;
los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos y derramando lágrimas…
A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres… todo eso se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer.
¡De cuantas escenas desgarradoras fui testigo! Aún recuerdo haber penetrado en una casa, por el entonces barrio de la Lagunilla, que tendría como treinta cuartos, todos vacíos, con las puertas que cerraba y abría el viento, abandonados muebles y trastos…
espantosa soledad y silencio como si hubiese encomendado su custodia al terror de la muerte.
¡No olvidaré nunca el doloroso espectáculo que ofreció a mis ojos una madre que acababa de expirar en un gemido postrero, con el que despertó de su sueño en la cuna a una niña bella como arcángel, que riendo y traviesa jugaba con la cabellera profusa de la madre MUERTA!
De tal manera dominaba el pánico, que se anunció que un sabio, que vivía en el Puente de San Francisco número 4, había descubierto un parche que era preservativo infalible de la epidemia; esta medicina se atribuía a un químico, don Manuel Herrera.
La gente se agolpó de un modo tan ansioso y tumultuoso por aquel fíat de salvación de vida, que fue forzoso poner guardias numerosos en la casa del señor Herrera para evitar un desastre;
pero canten ahí ustedes ahí que el día menos pensado derrama en son de chisme, publica avisos, pega en las esquinas papeles y esparce alarmas alguien afirmando que los parches eran segurísimos pasaportes para la eternidad.
Al día siguiente de este pánico las calles amanecieron blanqueando como una terrible nevada. Eran los parches que se habían arrancado del cuerpo de las gentes. El pánico había invadido los ánimos, de manera que estaban en juego las medicinas y procedimientos más contradictorios.
A una mujer del pueblo ordenó el doctor Alarcón una sangría: la mujer interpretó la medicina tomándoselos un vaso de sangría y el resultado fue magnífico; el médico pedía la sangre y ella le decía que había dejado el vaso vacío.
El Gobernador, lo que era el señor general Martínez (a) Macaco, fulminó un bando con tremendas prohibiciones a las frutas, los figones y comestibles; en ese bando hay un anatema contra los chiles rellenos que escalofría.
REFERENCIAS
📕 Prieto, Guillermo. 2011. Memorias de mis tiempos. @libreriaporrua.
📕Martínez Ortega, Bernardo. 1992. El cólera en México durante el siglo XIX. Ciencias núm. 25, enero-marzo, pp. 37-40.
📕Mendez Main, Silvia. 2016. Crónica de una epidemia anunciada: el cólera de 1833 en la ciudad de Veracruz. Signos históricos vol.18 no.36
🎨Astronomía diversas escenas apocalípticas, incluido el cólera, terremoto, guerra y naufragio. Litografía coloreada
🎨Muerte de Gérard de Nerval, litografía de Gustave Doré (1855)
En la lección patria de hoy, retomaremos nuestra historia donde la dejamos: los aztecas* recibieron a las fuerzas de los españoles a su ciudad. Prepárate y ponte cómodo, que esta narración estará llena de matanzas, traiciones y atrocidades.
Posesionados los conquistadores y sus aliados del palacio de Axayacatl; distribuidas sus guardias; prevenido Cortés para evitar una sorpresa, dedicó su atención á abrirse paso en el ánimo del monarca, y á conseguir, ya por la astucia, ya por la mal encubierta amenaza,
robustecerse, haciendo de Moctezuma el primero de los instrumentos de su conquista.
Pero en las varias pláticas que en las frecuentes visitas á Moctezuma empeñaba Cortés, notó que reconocía este monarca al poderoso rey de los blancos,