Fabricar armas para la revolución, mientras ésta dure. La historia de las fábricas de armas para defender la Revolución de 1810. Abro hilo 
La Revolución Mayo de 1810, no se redujo a reuniones y cavilaciones entre patriotas y próceres. La Revolución fue un largo proceso político y militar en el territorio nacional y en continente americano, con ejércitos, batallas, muertos y heridos. Fue la Guerra de la Independencia
Los ejércitos estaban constituidos por artillería: con cañones, obuses y morteros; infantería: armados con fusiles y bayonetas; y caballería, armados con lanzas y sables. Los oficiales portaban sables y pistolas o pistolones
Las armas disponibles antes de 1810 y a posteriori eran escasas. No se habían fabricado con anterioridad por fundadas y obvias razones seguridad de la Colonia; y para los nuevos gobiernos patrios tampoco le resultó fácil, rápido y barato traerlas del extranjero.
A medida que se desarrollaban las acciones bélicas se incrementó la demanda. Era la hora de empezar a fabricar fusiles, cañones, municiones y pólvora de manera independiente y autónoma. Pero armar de esa manera a la Revolución no fue sencillo.
Se llega a 1810, casi sin armas y sin una sola fábrica de armas en el Virreinato. Casi nadie vinculado a los revolucionarios de Mayo tenía experiencia en fabricar armas. Como en otros tantos órdenes económicos y productivos en la Colonia, no había oficios técnicos
En ese año, lo que tenía Buenos Aires era la Armería Real, o Sala de Armas del Fuerte. Esto era un depósito de armas de fuego portátiles y de armas blancas, junto a un taller de reparaciones.
También estaba el Parque de Artillería ubicado en las barrancas de Retiro, que también tenía taller de reparaciones y depósito de cañones, obuses y morteros, con sus municiones correspondientes. Como sala aparte estaba la fábrica de pólvora y un depósito de la misma
La Junta de Mayo, resuelve prontamente tres tipos de acciones para armarse: la requisa, la compra y la fabricación. La requisa obligaba a llevar todo tipo de armas a la Armería Real, entregárselas a Miguel de Azcuénaga que estaba cargo de reparación de los elementos que recibía
La compra se emprendió con Inglaterra y los Estados Unidos, lográndose unos mil fusiles que recién llegaron en 1812.
3 meses después de tomado el poder, la Junta organiza la primer fábrica de fusiles en territorio del Virreinato, en Buenos Aires; luego otra en Tucumán, y vinculada a éstas, una fundición de cañones en Jujuy.
También en Buenos Aires se harán cañones; en Córdoba y Santiago del Estero se hará pólvora; y mucho después, en 1816, en Mendoza, municiones y otros pertrechos para el Ejército de los Andes.
Los civiles y militares que llevaron adelante armar y equipar los ejércitos de la independencia, eran en su mayoría extranjeros, no habían nacido en suelo patrio. Este nombre de “armeros” que se les brinda disimula una variedad amplia de orígenes, saberes, prácticas y oficios
Desde un rol técnico, los alemanes Lamping y Frye, eran armeros de oficio y se los trajo al país explícitamente para ello, como lo era también el ya radicado español Manuel Rivera; en cambio el español Simón Araoz, era un fundidor sin experiencia previa en armas.
Carlos Cerone, italiano afincado en Buenos Aires, era artesano con conocimientos mecánicos, que incluía la reparación de armas. El terco Francisco de Eguren, español, a fuerza de retos y críticas del mismísimo Manuel Belgrano, transformó su habilidad manual en oficio de armero.
Para estas fábricas la Junta se apoyó en revolucionarios, hombres de confianza con atributos en artes y oficios. Matheu y Monasterio, españoles liberales; el barón de Holmberg, austríaco; Paroissien, inglés, y los argentinos Esteban de Luca, Condarco y el Fray Luis Beltrán.
Textos del libro “Tozuda industria Nacional” Ciccus y Lenguaje Claro (2018)
