Estamos cómodamente esperando lo peor, cuando lo peor ya lo tenemos; hoy, en el presente, aquí, en el país. Seguramente la situación aún va a empeorar más, ya no hay tiempo para desperdiciar.
Comparemos el momento actual, con nuestra realidad pasada, de hace uno, 5, 10 y 20 años. Realmente estamos mal, pero mal con ganas.
Nadie va a venir a arreglar nuestros problemas desde el extranjero. No va a aparecer el mesías redentor que mágicamente termine con don pendejo y sus imbecilidades.
La solución somos todos. Tenemos que reaccionar a la de ya. No hay mañana.