Enric Sanahuja. “Hacíamos apuestas con nuestros amigos los piojos. Hacíamos en el suelo un círculo de cuatro centímetros de diámetro y en el medio otro más pequeño, en donde se ponían los piojos, y ellos arrancaban para escapar,..
Me hicieron llevar una manta, una muda, un plato, un vaso, una cuchara y un tenedor. Iba en alpargatas.
¿Cómo vivió su primera batalla?
Una tarde de mayo, en el frente del Segre: en mi batallón éramos 130, y volvimos 48.
El olor a pólvora y el estruendo te insensibilizan, avanzas, las balas silban... Mi amigo Carbonell se lamentaba: "Me matarán, me matarán", y yo le calmé: "No, ponte detrás de mí". Al poco rato una bala le mataba. "¡Tú sigue adelante!", me chilló el capitán.
Los compañeros agonizantes llamando a sus madres, los muertos, no dormir, el hambre, la sed... He bebido mis orines, con los que llenaba la cantimplora. Un día bebimos de una balsa putrefacta y luego descubrimos el cadáver de un soldado en el fondo.
En Vilalba dels Arcs matábamos a requetés franquistas, carlistas catalanes: luchaban cantando el Virolai... Les dimos tregua para que pudiesen enterrar a sus muertos.
El compañerismo: nos ayudábamos, repartíamos lo que teníamos. Y cuando me bajaron a Amposta, a suplir a las Brigadas Internacionales: ¡ah, qué sosiego había allí!
Comían bien, bebían bien... Les han hecho muchos homenajes, y a nosotros..., ¡nada!
Al anochecer caminé junto a un compañero y, al alba, unos tanques nacionales avanzaron hacia nosotros. Mi amigo les tiró una bomba de mano, falló...,
¿Lo vio usted?
Su esqueleto por un lado, la carne y las tripas por otro: me desmayé. ¡Eso me salvó!
Sin saberlo, yo tenía tifus y pesaba unos 30 kilos. Daba tanta pena que un legionario me dijo: "Para que veas que no te haremos nada, voy a darte un abrazo". ¡No lo olvidaré!
Que el mundo está lleno de vividores: yo luchaba... y mis gobernantes me obligaban a pagar los sellos de las cartas a mi madre.
Gracias por leerme
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