Thread by @anagazquezg

Este aparente debate que acaba de surgir me lleva a hablar del movimiento antivacunas: ¿cuándo y cómo surge? ¿por qué el "si yo no me la pongo y tú sí, qué más te da", sí que nos afecta como sociedad?

Abro hilo:

https://twitter.com/UrsulaKiener/status/1260027062967873539

Las primeras evidencias científicas de la vacunación datan del 14 de mayo de 1796, cuando Edward Jenner inoculó a un niño de 8 años (James Phipps) con la viruela de las vacas, otorgándole inmunidad frente a la viruela humana, enfermedad devastadora en la Europa del siglo XVIII.

Gracias a su descubrimiento, Edward Jenner es considerado "el padre de la inmunología" y de su trabajo se dice que "ha salvado más vidas que cualquier otro hombre".

Incluso antes del hallazgo de Jenner, ya por 1772, el teólogo Edmund Massey aseguraba que las enfermedades eran enviadas por Dios para castigar el pecado y que cualquier intento de prevenirlas era una operación diabólica.

Sin embargo, el movimiento antivacunas tal y como lo conocemos hoy fue refundado por Andrew Jeremy Wakefield en 1998, tras la publicación de un artículo en la revista The Lancet donde relacionaba la vacuna triple vírica con el autismo y algunas enfermedades gastrointestinales.

Tras su publicación, los resultados trataron de ser reproducidos, sin éxito. La investigación reveló la existencia de conflictos de intereses financieros por parte de Wakefield, quien además fue juzgado por fraude y mala praxis al actuar sin la aprobación de un comité de ética.

"Casualmente", un año antes de la publicación de dicho artículo, Wakefield había solicitado una patente para una vacuna alternativa frente al sarampión, por lo que su interés por desacreditar la triple vírica era más que evidente.

The Lancet se retractó del artículo de 1998, señalando que los datos habían sido falseados. Wakefield fue excluido del registro médico, su licencia para ejercer en Reino Unido fue revocada y la correlación vacunas-autismo fue refutada por numerosos estudios.

Pero, como quien dice, "el daño estaba hecho". Wakefield y su teoría condujeron a un descenso en los índices de vacunación en EEUU, Reino Unido e Irlanda, y al consecuente aumento en los casos de sarampión y paperas.

De hecho, un informe reciente de la OMS alerta del "resurgimiento dramático" del sarampión en Europa, que ha triplicado el número de casos en 2019 respecto a 2018. Ya en 2017 esta enfermedad provocó 110000 muertes en el mundo (más de 300 al día), la gran mayoría, en niños.

Pese al ostracismo al que le ha reducido la comunidad científica, Wakefield se ha convertido en el apóstol del movimiento antivacunas. Pero, ¿es lícito este movimiento? ¿Dónde empieza y dónde termina la libertad individual?

En palabras de Carlos González: "quienes deciden no vacunar a sus hijos están muy informados, han leído libros y visitado decenas de páginas de internet, pero están muy mal informados". En efecto, los antivacunas inundan internet con datos manipulados y teorías conspiratorias.

Algunos están ferreamente convencidos de que "las vacunas son malas", otros, ante el runrún, prefieren no vacunar a sus hijos y servirse de la inmunidad de grupo, que describe la protección indirecta de los no vacunados al estar vacunado un gran porcentaje de la población.

Es decir, la vacunación no solo protege de forma individual a cada persona vacunada, sino que actúa como cortafuegos evitando la diseminación del patógeno, al carecer de vía de propagación.

En condiciones normales, existe un porcentaje de la población que no puede ser vacunado. Por ejemplo, al padecer alguna inmunodeficiencia o al ser alérgicos a algún componente de la vacuna. La protección de estas personas depende de la inmunidad de grupo.

¿Qué pasa si ahora un número importante de individuos no se vacuna por decisión propia, impidiendo llegar al porcentaje de vacunados en la población necesario para interrumpir la propagación del virus?

Efectivamente, podríamos perder la inmunidad colectiva. Por lo que los padres que deciden no vacunar a sus hijos no solo ponen en riesgo la vida de sus hijos, sino también la de otras personas.

En algunos países se están tomando medidas: en Australia la vacunación es necesaria para beneficiarse de las ayudas familiares, en algunos estados de EEUU no se permite la escolarización de los no vacunados y en Alemania los padres se enfrentan a multas de hasta 2500 euros.

A mi parecer, el debate no debería estar siquiera en la vacunación o la no vacunación, pues es más que evidente, sino en su obligatoriedad. Sea como sea, no cabe duda de que el movimiento antivacunas es un problema del primer mundo, que solo aquí nos podemos permitir.

Me resulta entristecedor e indignante que mientras dos millones de personas fallecen anualmente por patologías prevenibles, en los países donde hay acceso a la vacunación tengamos opción de rechazarla, en lugar de considerarla como lo que es, todo un privilegio.

Actualmente estamos viendo las consecuencias de un virus sin vacuna, imaginad lo que sería un mundo sin ninguna de ellas. Reflexionen.