Hace 15 días se publicó la carta La democracia está en peligro, alias #Infectadura. Hoy tiene más de 22 mil firmas, y suscitó la reacción necesaria: el presidente, el jefe de gabinete, los ministros, la CGT, los intelectuales k, los militantes y sus orgas afines.
Todos saltaron hasta el techo. Y todo el mundo se refirió al término #Infectadura para esquivar lo obvio: que ya vivimos un clima denso, en el que cuestionar al gobierno es una transgresión jodida, y no existe debate alguno. Solo sobres y sometimiento.
La cuestión es si vamos a someternos al autoritarismo, a amoldarnos, a hacernos los boludos y a sobrevivir como comentaristas de las anécdotas del gobierno. Para los neutrales de siempre la respuesta es sí, obvio, dame mi carguito, mi seminario, mi librito. Los conocemos.
Con respecto a la carta: cumplió su función de manera impecable. Dolió. Expuso la ausencia de espacio para el debate y el cuestionamiento democrático. Tuvo un impacto que ningún otro texto logró. Inquietó a muchos.
Y eso lo hicieron ciudadanos comunes, sin otra pertenencia que la adhesión a principios democráticos y a la libertad. Igual que la remontada del 41%, que fue de la gente. La conclusión es que hoy el empuje viene de abajo, no de dirigencias.
Tenemos que hacerlo nosotros.
Tenemos que hacerlo nosotros.
