Aquí en el Istmo hablan de "matriarcado" porque decir "hogar con padre ausente" es más largo.
Abrimos hilo.
Abrimos hilo.
Primero: no podemos hablar de un sistema matriarcal porque para empezar el patriarcado a la inversa no existe. No hay sistema que demuestre una dominación por parte de las mujeres sobre los hombres.
Segundo: el estigma del "matriarcado" se da en un contexto de autonomía económica y de resistencia. Las mujeres del Istmo son las que sostienen la economía de sus hogares y cargan el peso del abandono, la responsabilidad total, y/o la violencia que los varones han ejercido.
Ellas son las que se levantan a las 4 a.m. o incluso más temprano, para ir a vender frutas, verduras, camarón seco, totopos, gallinas, guajolotes, comida, bordados y de más, para llevar el sustento al hogar. Esta responsabilidad total sobre el hogar pasa por 3 cosas muy comunes:
El varón alcohólico que roba el dinero para seguir bebiendo; el que aporta pero solo da el gasto mínimo (que obviamente no alcanza) haciendo que ella se parta en mil pedazos para hacer rendir el dinero, o el varón que abandona.
A esa autonomía y resistencia le llaman matriarcado. ¿Por qué? Cuando hablan de matriarcado hablan de una escena en donde somos las emancipadas, las fuertes, las luchadoras, las chingonas. Romantizan nuestra resistencia por el grado de violencia que hemos vivido históricamente.
Ahora bien ¿por qué no se puede hablar de un matriarcado? Porque seguimos siendo asesinadas, nos siguen arrebatando a nuestras hermanas. Nos siguen violando y golpeando en nuestras propias casas y en la vía pública.
No podemos hablar de matriarcado porque no tenemos ningún poder sobre nada ni nadie, más que de nuestra propia resistencia. Tenemos fama de "cabronas" pero no es más que un valor asignado por soportar la violencia. Nos educan para el aguante: entre más soportamos, más chingonas.
A pesar de las costumbres y el existente tabú para hablar de la violencia machista y sus dimensiones en la vida pública y privada, las mujeres del Istmo han luchando para evitar el sufrimiento a las nuevas generaciones.
Es cierto, a veces también se habla desde la alienación y la culpa: "no te vistas así", "obedece para que no pase nada" "aguantalo, es tu marido." Sin embargo, la lucha feminista en el territorio ya tiene más de 25 años y esto ayudó y sigue ayudando para abrir los ojos.
Esa red tejida permitió que las mujeres istmeñas, fuera como fuera, apostarán una forma de vida desde su genealogía. A pesar de la alineación, existe lucha y abandono de escenarios patriarcales gracias al feminismo y el trabajo de muchas mujeres.
Aquí el marido llega borracho, te quiere violar y te tienes que defender y, muchas veces, la muerte ha sido nuestra aliada para sobrevivir, hasta ahí ha llegado la autodefensa. Esto no pasa por matriarcas, pasa porque estamos cansadas y nos tenemos que defender.
En el Istmo no hablamos de matriarcado porque jamás habrá un sistema de dominación de mujeres, y ese tampoco es el punto. Juchitan, por ejemplo, es la cuidad que encabeza la lista de feminicidios en el estado; el Istmo de Tehuantepec es la región más peligrosa para ser mujer.
No podemos hablar de matriarcado cuando existe una red de pornografía que roba, extorsiona y vende contenido intimo de las oaxaqueñas sin consentimiento. Eso que ven como matriarcado en realidad es resistencia y supervivencia ante el sistema patriarcal.
Decir que existe un matriarcado invisibiliza la lucha y, sobre todo, minimiza la violencia que vivimos las istmeñas porque cuando hablan de dicho sistema lo refieren a un poder que nos otorgan en la medida de nuestras cuerpas violentadas.
Y, que además, esta rebelación a vista de los varones, resulta en realidad violenta y por eso lo comparan con el sistema que tantos privilegios les ha otorgado a ellos, el patriarcado.
Aquí en el Istmo, las mujeres luchamos contra las opresiones porque aunque no se hablen, nuestras ancestras nos han advirtieron a sus maneras. El miedo y el dolor las hizo hablar a escondidas.
El legado siempre fue resistencia y hoy sabemos perfectamente que el miedo tuvo que cambiar de bando para sobrevivir. Nos tildan del matriarcas pero pisando la casa, el reynato se acaba. El valor de las oaxaqueñas no reside en el grado de violencia que vivimos.
Cuestiónenlo.
Cuestiónenlo.
