Thread by @kurioso

Cuando me encontré por primera vez con esta historia no dejaba de repetirme: “No puede ser lo que estoy leyendo, que este tipo sea tan cabezota, no puede ser’. Y lo fue.

Hoy en #MisHistoriasTop, la vida de William Henry ‘Burro’ Schmidt, el hombre que atravesó una montaña.
Hilo

En lo alto de las montañas de El Paso, en California, existe hoy un monumento a la perseverancia y tozudez de un solo hombre. Un lugar poco conocido, pero con una historia de trabajo y superación que ha sido comparado con la pirámide de Keops [Slim Randles. Revista Desert, 1965]

Dejemos el hype... os presento al personaje y vamos al tajo (nunca mejor dicho).

William nació en un Rhode Island, el 30 de enero de 1871. Eran 7 hermanos, todos pillaron la tuberculosis, todos murieron menos él. Algo que le convertiría en un ‘loner’ (solitario) para siempre.

Por cierto, ¿Sabéis que 1,5 millones de personas siguen muriendo al año de tuberculosis a pesar de que hay vacuna y funciona bien?... más del doble de las que llevamos ya por COVID-19.

Ya podéis imaginar dónde mueren y por qué. Dejo ahí el dato para reflexionar y sigo...

William se quedó solo y se mudó al desierto de California en 1900 para tratar su enfermedad. No quiso convivir con nadie, ni casarse para evitar contagiar y pasárselo a su descendencia. Su vida se convirtió en una lucha contra 2 fiebres: la de la tuberculosis y la del oro.

Trabajó 2 años en la Kern County Land como minero, pero su enfermedad no le hacía productivo y decidió buscar su ‘Dorado’ particular en solitario. Y creyó haberlo encontrado en la ‘Copper Mountain‘, un macizo de 3.750 metros situado en Summit County, Colorado. Exactamente aquí:

Para llegar al yacimiento aurífero tenía que atravesar el desfiladero Last Chance Canyon y el último pueblo habitado quedaba a 32 km de distancia. El dato importa porque si no podías acceder a una fundición y a agua para limpiar roca, cualquier veta de oro se hacía improductiva.

William no tenía prácticamente nada, tan solo 2 burros abandonados que adoptó, de ahí su apodo de ‘Burro Schmidt’. Reparaba su ropa con sacos de harina y sus zapatos los hacía con latas trituradas.

Construyó esta humilde cabaña cerca del filón con el que soñaba salir de pobre.

A estas alturas estaréis empezando a sentir el “¡Lo va a hacer! ¡No puede ser tan cabezota! ¿Qué no?, mirad esa cara...

Burro Schmidt no quería maltratar a sus animales con larguísimas jornadas porteando, y necesitaba una vía de escape para llegar a la zona de tratamiento.

Por eso cuando tenía 36 años decidió que había que trazar una ruta a través de la ‘Montaña de Cobre’. Empezó a cavar, él solo, un túnel de 762 metros a través de GRANITO MACIZO. Burro Schmidt tardó 38 años en atravesar una montaña para intentar cumplir su sueño ¿No es acojonante?

Comenzó a cavar con tan solo un viejo pico y 2 martillos, sacando a mano las rocas. No podía permitirse el queroseno, tiró de velas baratas y sobrevivió a base de 25.000 ranchos cocinados en un mismo hornillo de carbón, normalmente panqueques y frijoles.

Se calcula que sacó 450kg de roca al día durante casi 14.000 días. Unas 6.000 toneladas de granito...

...como si Burro Schmidt hubiera hecho cachitos durante tres décadas 10 estatuas como el Cristo Redentor de Río.

Todo por un sueño del que nunca estuvo seguro.

Con el mineral que extraía empezó a comprar mala dinamita y mechas baratas. Tan cortas que no le daba tiempo a escapar corriendo. Acabó en el hospital un par de veces. Luego aprendió a refugiarse en una carretilla, como en una peli de Buster Keaton.

En 1920 se construyó una carretera en el desfiladero. El túnel ya no era necesario, pero Burro siguió cavando. Había convertido su objetivo en obsesión.

Algunos historiadores dicen que el túnel era una excusa para esconder una gran veta de oro. No es cierto. Burro murió pobre.

El pasadizo se diseñó en un línea recta perfecta para favorecer su iluminación. Pero cuando llevaba más de 25 años cavando, Burro tuvo un pálpito: no llegaría a tiempo de ver ‘la luz al final de (su) túnel’. Por eso decidió dar un giro de 45º y tomar un atajo a la salida.

El final del túnel es una metáfora de su vida. Más estrecho y angosto, apenas cabe una persona agachada. Quizás la impaciencia por ver cumplido su mayor anhelo.

No me imagino lo que sintió el día que terminó el túnel, ya con 68 años y muy maltrecho, pero esto es lo que vio:

Burro murió a los 82 sin aprovechar su túnel para la explotación. Simplemente lo terminó.

Los recuerdos y revistas que todavía hoy empapelan la cabaña parecen congelar el tiempo de aquel día, un mural que nos habla de gustos, de deseos, pero sobre todo de una inmensa soledad.

Su última voluntad fue donar el túnel a la Universidad de California y dejarnos una inolvidable lección:

Lo que realmente te hace feliz en esta vida no es conseguir metas imposibles sino esa maravillosa sensación de transitar por un sacrificio al intentar alcanzarlas

Esta historia y otras 49 más están en mi libro ‘Bocados de Realidad’, lectura ideal entre baño y baño playero.

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Gracias por compartir cultura.

FIN
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