Hace unos pocos meses, la Organización Mundial contra la Salud declara una pandemia en todo el mundo. Predicen que van a morir millones de personas y aseguran que el virus es muy peligroso y contagioso.
Se imponen toques de queda en casi todo el mundo con la policía y el ejército patrullando por las calles de las ciudades. Y la economía de casi todas las naciones se paraliza
Paralelamente, acontece una censura planetaria como jamás se había visto. Sobre todo, en las redes sociales y en plataformas de vídeos.
Además, todos los médicos que aparecen por la televisión, sorprendentemente, acompasan sin excepción la versión oficial.
De esta guisa, los medios oficiales proscriben, silencian, descalifican o vetan todas las expresiones discrepantes.
A todo esto, la mayoría de naciones sólo contemplan una forma única de tratar al virus: con medicación.
Y, llegados a este punto, y a pesar de todas estas anomalías e irregularidades, todavía una parte significativa de la población sigue sin ver nada sospechoso en todo esto.
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