«En el vientre de una mamá había dos bebés.
Uno preguntó al otro: –¿Tú crees en la vida después del parto?
El otro respondió: –“Claro que sí. Tiene que haber algo después del parto. Tal vez estamos aquí para prepararnos para lo que vendrá más tarde”.
–“Tonterías”, dice el
primero. “No hay vida después del parto. ¿Qué clase de vida sería esa?”.
El segundo dice: –“No lo sé, pero habrá más luz que la que hay aquí. Tal vez podremos caminar con nuestras propias piernas y comer con nuestras bocas. Tal vez tendremos otros sentidos, que no podemos
entender ahora”.
El primero contestó: –“Eso es un absurdo. Caminar es imposible. Y ¿comer, con la boca?¡Ridículo! El cordón umbilical nos nutre y nos da todo lo demás que necesitamos. El cordón umbilical es demasiado corto. La vida después del parto es imposible”.
1.Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver los problemas de mi vida todos de una vez. 2. Solo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé criticar o disciplinar
a nadie, sino a mí mismo.
3.Solo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no solo en el otro mundo, sino en este también.
4.Solo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos...
5.Solo por hoy dedicaré diez minutos a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
6.Solo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Pienso que uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos.
Los encuentros con todos los miembros de la familia que enaltecen su linaje cuando se juntan como si de una
familia real se tratase, llevando siempre por bandera a los abuelos, los culpables de todo.
Las tardes de alegría con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos e incluso novios pasajeros que se enamoran del ambiente que allí se respira.
Ni siquiera hace falta salir
a la calle, estar en la casa de los abuelos es lo que todo el mundo necesitaría para ser feliz.
Los reencuentros en Navidad, que cada año que llegan piensas ¿y si es la última vez?
Cuesta aceptar que esto tenga fecha límite, que algún día todo estará cubierto de polvo
Ayer me fui al supermercado. Hice mi compra que era pequeña y cuando estaba en la cola para pagar, entre sacarme los guantes y guardar el celular, se me cayó mi billete de $100, que tenía para pagar, y la señora que estaba al frente mío terminando de pagar sus compras en la caja,
lenta y amablemente se agachó y agarró mi billete.
“Cuánta gentileza en tiempos de pandemia" pensé. - Le extendí mi mano tratando de estar lejos para que se sintiera segura, mientras le agradecía. Hasta que la señora me dice lo siguiente:
"¡Lo que se encuentra en el suelo es de quien lo encuentra!"
Bastó un segundo para enfurecerme, me puse rojo como un tomate como siempre suele pasarme.
La ironía, el olor a crema hidratante y la cara arrugada de esa mujer se convirtió en una pintura surrealista delante mío.