Fuera del círculo familiar, Alma empezaba a causar sensación en la sociedad vienesa: “Vivacious, quick witted and musically accomplished, she could engage in serious conversations with family friends about Goethe and Plato as readily as deliver her intelligent judgments…
… on art exhibitions and the opera, theater, and concert performances she regularly attended.” Participaba frecuentemente en grandes fiestas en las que conversaba, coqueteaba y bailaba con múltiples pretendientes.
En el salón de los Moll se mezclaban los artistas y arquitectos de la Secesión con cantantes, actrices, músicos, compositores, prominentes periodistas y escritores. Esta diversa élite reflejaba el orgullo que Viena sentía por su excelencia artística.
Con la remodelación de Viena que inició en los 1860s el monopolio imperial y aristocrático sobre la cultura se había relajado. La élite burguesa que financiaba los esplendores arquitectónicos de la Ringstrasse se convirtió en la principal patrona y benefactora de la cultura.
Este intercambio cultural entre artistas y empresarios ayudó a disolver las clases y barreras sociales, el amor al arte era un deber común en Viena. Mientras la cohesión del Imperio empezaba a debilitarse, la excelencia cultural se convirtió en un poderoso motivo unificador.
En este ambiente cultural, los judíos asimilados eran una presencia influyente. Desde los 1860s varios decretos imperiales habían levantado diversas restricciones y se habían abierto nuevas oportunidades para ellos en el comercio, la industria, las finanzas y las profesiones.
Para los 1890s, los judíos habían llegado a Viena de todas partes del Imperio atraídos por el ambiente de tolerancia liberal. En los círculos culturales en los que Alma se movía los judíos burgueses eran benefactores y patrones de las artes.
En esta Viena cultivada se filtraba una creciente corriente de antisemitismo. Previamente contenido en acotaciones casuales que reflejaban un prejuicio profundamente arraigado, el sentimiento antisemita adquirió fuerza cuando en 1897 Karl Lueger fue elegido alcalde de Viena.
La llegada de Lueger al poder anunció la legitimación pública del antisemitismo. A pesar de que un gran número de los amigos y conocidos de Alma eran judíos, también tenía los prejuicios de la época, como se puede leer en comentarios de mal gusto en sus diarios.
Alma estaba rodeada principalmente por hombres. El que más le intrigaba era Gustav Klimt. Guapo, carismático, figura dominante de la Secesión, excéntrico, mujeriego, a los 35 años soltero pero con responsabilidades familiares, era un visitante frecuente de los Moll.
Alma empezó un flirteo con Klimt a principios de 1898. En su diario empezó a describir las etapas de su primer amor. El mismo Klimt le advirtió: “No puedes confiar en un artista -y menos en un pintor.” Su madre estaba preocupada y le advirtió que estaba involucrado con su cuñada.
Alma confirmó que Klimt tenía una relación con Emilie Flöge, la hermana de su cuñada Helene, y decidió terminar con él, aunque todavía creía ciegamente que a pesar de que Klimt estuviera con Emilie, era a ella a la que realmente amaba.
Sin embargo, el flirteo se reanudó a finales de 1898. En febrero de 1899 Klimt le preguntó a Alma si alguna vez había pensado ir a visitarlo a su estudio sola y le pidió que le dedicara una canción, a lo que Alma contestó: “Todas están dedicadas a ti.”
En en marzo de 1899 Klimt le dijo a Alma que aunque le tenía cariño, nunca podría casarse con ella. Un mes después la familia partió de viaje hacia Italia. En Roma, Alma decidió que el affair con Klimt había terminado, pero para cuando llegaron a Pisa otra vez pensaba en él.
Moll había arreglado que Klimt los alcanzara a Florencia, y advirtió a Alma que se mantuviera lejos de él. Sin embargo la convivencia diaria facilitó una nueva ronda de encuentros. En Génova Alma experimentó su primer beso: “he kissed me with such force, with such a frisson”.
Su segundo beso fue en Verona: “He held me and kissed me again. We were both terribly agitated. Later he stood behind me and said: ‘There’s only one thing for it: complete physical union’”. Tomando un ejemplar de Fausto, Alma dijo: “Do no favours without a ring on your finger”.
En medio de su gran pasión, Alma empezó a tener dudas. En Venecia, Moll le advirtió de la “brutalidad” de Klimt. Sorprendentemente, Alma prometió a Moll terminar el affair. Antes de despedirse, Alma juró a Klimt amarlo por siempre.
A la partida de Klimt de Venecia, Alma quedó consternada. Le tomó meses superar su duelo. Cuando regresó a Viena, Alma decidió que nunca se casaría. Su dolor empeoró con lo que ella consideró una traición a su amor.
Klimt escribió una carta a Moll ofreciendo disculpas y negando su amor. Explicaba que nunca había cortejado a Alma “en el sentido real de la palabra” y nunca había esperado provocar un primer amor en ella. Alma se sintió profunda y dolorosamente traicionada.
Por un tiempo Alma no pudo componer o tocar música. Cuando reencontró su voz compuso una fantasia con el motto: “Nací para estar sola, y la soledad es mi destino, me alimento de mis pensamientos”. Como siempre buscó consuelo en la imagen de su padre.
Por los siguientes meses, a pesar de que aparentemente estaba tranquila y concentrada en su música, Alma seguía obsesionada con Klimt y luchando por librarse de él. Fue hasta enero de 1900 cuando se enteró que Klimt tenía otro affair que se decidió a enterrarlo entre sus muertos.
“And so we came to the end of a romance that lasted three years. And what an ending-ha! I’ve lost three years of my life. But I shan’t despair, for despite the cruel times I went through Kl made me happier than anyone else ever will. It was my first, great, beautiful love.-Amen!”
Alma tardó casi un año en poder regresar en Viena. Su visa llegó en septiembre de 1947 y partió inmediatamente, haciendo escala en Londres para visitar a su hija Anna. Cuando llegó a Viena, la esperaba un equipo de filmación:
Viena se encontraba aún en un estado deplorable. Alma se quedó en un hotel lleno de ratas. Su casa en Hohe Warte era inhabitable, había sido bombardeada y saqueada. Tanto los escritorios de Mahler y Werfel como los manuscritos de sus canciones, habían sido incinerados.
Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”