El barraquismo es la historia de la Barcelona franquista que en VOX no quieren escuchar y en el catalanismo no quieren que se escuche.
Es la historia de cuando los españoles éramos perseguidos, devueltos en caliente y encerrados en CIEs… En nuestro propio país.
Zonas emblemáticas y turísticas de Barcelona, como la playa del Somorrostro o la montaña de Montjuïc, fueron durante gran parte del siglo XX zonas repletas de barracas.
El barraquismo en Barcelona apareció a finales del siglo XIX con la llegada de trabajadores de toda España a la ciudad industrial. Sin embargo, este fenómeno no se consolidó hasta el éxodo rural en tiempos de la posguerra, en los años 40.
Este es el momento en el que el catalanismo teoriza que empezó una «colonización franquista de Cataluña» (la versión catalanista de la «Conspiración Kalergi», que tanto quita el sueño a los neonazis). La historia, empero, destapa la falsedad de catalanistas y franquistas.
La existencia de extensos barrios de barracas en Barcelona es una parte más o menos conocida de nuestra historia: lo que se desconoce viene a partir de 1949, cuando el franquismo, con Porcioles al frente del Ayuntamiento, creó el Servicio de Erradicación del Barraquismo.
Los españoles pobres llegados a Barcelona eran tratados por las autoridades franquistas como inmigrantes ilegales en su propia nación. La policía se ponía en la Estación de Francia y «deportaban» a quienes no llevaran papeles conforme ya iban con trabajo y vivienda.
En 1953, las autoridades franquistas fueron más allá en la represión de la «inmigración» y habilitaron un pabellón de Montjuïc, el Palacio de las Misiones, a modo de CIE de españoles, donde encerraban a los recién llegados y a los barraquistas desalojados y represaliados.
Famoso fue por su crueldad un policía al que apodaban «El Grabao» (José Antonio Rivera López. Lugo, 1903 - Barcelona, 1994), cuya función era combatir el estraperlo en la ciudad y reprimir a los habitantes de las barracas, metiendo en el Palacio de las Misiones a quien pillase.
Quienes vivieron aquella época no sabían si al «Grabao» le llamaban así por tener la cara marcada por la viruela o porque grababa a porrazos a sus víctimas. A los niños, en lugar de «¡Qué viene el Coco!» se les decía «¡Qué viene "El Grabao"!».
Volviendo al Palacio de las Misiones, se justificaba su existencia, la persecución y la «deportación» de «inmigrantes» con la Ley de Maleantes, contra quienes no tenían contrato ni vivienda legal. Fue derribado en 1967 y en su lugar está hoy la piscina olímpica de Montjuïc.
Paco Candel fue una de las personas que más escribió y estudió el barraquismo (y su Fundación tiene gran información sobre este tema), pero como era habitual en el PSUC (y sigue siéndolo en su partido sucesor), subordinó su obra al catalanismo y terminó de títere de Jordi Pujol.
Casi todas mis fuentes son directas, pues esta es historia «charnega» y reciente. Todo esto es fácilmente contrastable por Internet, pero agradecería mucho a @AventurasClio y a @Iberprolet, si pueden, algún vídeo o artículo que ahonde en esta memoria tan necesaria como olvidada.
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El momento más polémico de mi vida ha resultado ser por denunciar públicamente las penurias que los estudiantes sufrimos en las prácticas.
El Decano del Colegio de Abogados de Barcelona, montado en cólera y alzando la voz, empezó a atacarme personalmente, hasta me llamó infeliz.
Dejo aquí un fragmento del discurso que tanto ha enfurecido al Decano del ICAB, que en lugar de escuchar los aplausos espontáneos de tantas víctimas de las prácticas, se ha dedicado a atacarme personalmente. «Esto es debatir ideas», dijo con todo su cinismo e hipocresía.
Segundo corte del discurso que tampoco gustó a los que tienen altos cargos. La resiliencia. Esa palabra de moda que tanto promueven desde las élites para disfrazar de virtud que el pueblo calle, trague y obedezca sin rechistar.