Las intrigas en contra de Mahler se intensificaron en la primavera de 1907 y lo llevaron a presentar su renuncia en mayo. Alma pensaba que era un error el que la Ópera dejara ir a Gustav, pero sentía alivio: “he had had enough of endless tortures, obstacles and intrigues”.
Heinrich Conried, el Director de la New York Metropolitan Opera ofreció a Mahler el puesto de director, con un contrato de cuatro años y un salario sumamente generoso. Mahler firmó en junio de 1907: “Everything is true. I am going because I cannot stand the riff-raff any longer”.
Alma y Gustav sufrirían una convulsión aún más profunda en el verano en Maiernigg, cuando María enfermó gravemente de escarlatina y difteria y murió poco después: “It was too much for Mahler to bear”.
También era demasiado dolor para Alma, tanto que al ver el féretro en la carroza fúnebre, se desvaneció. El doctor que la revisó diagnóstico un agotamiento extremo del corazón Mahler le pidió que lo revisara también: “Well, you’ve no cause to be proud of a heart like that”.
Mahler partió a Viena inmediatamente para ver al Profesor Kovacs, quien confirmó el diagnóstico: insuficiencia valvular o reumatismo del corazón. Kovacs le prohibió a Mahler subir montañas, nadar y andar en bicicleta, y le ordenó tomar un curso para aprender a caminar lentamente.
Los Mahler pasaron el resto del verano en Schluderbach. Ahí Gustav encontró una antología de poemas, "Die Chinesische Flöte", de Hans Bethge que se convertiría en la inspiración de "Das Lied von der Erde", obra en la que empezó a trabajar ese verano.
Alma y Gustav decidieron vender Maiernigg. Bruno Walter observó una marcada transformación en Mahler: “I could sense unmistakeably the darkness which had descended over his whole being”. Después de varios ataques de nervios, Alma se fue a un spa para recibir tratamiento.
Para despedirse de la Ópera de Viena, en septiembre y octubre Mahler presentó sus óperas favoritas: Don Giovanni, Figaro, Die Zauberflöte, Die Walküre, Iphigénie en Aulide y Fidelio. Su último concierto fue el 24 de noviembre de 1907, en el que dirigió su 2ª Sinfonía.
Mahler se sentía profundamente agradecido con Alma: “Alma has sacrificed ten years of her youth to me No-one can ever know with what absolute selflessness she has subordinated her own life to me and my work. It is with a light heart that I set off on my way with her”.
Sin embargo, Alma seguía sintiéndose anulada: “I existed only as his shadow. I lived his life. I had none of my own (…) Work, exaltation, self-denial and the never ending quest are his whole life… I cancelled my will and my being(…) He noticed nothing of all it cost me.”
El 9 de diciembre Alma y Gustav dejaron Viena. En la estación un grupo de 200 personas entre las que se encontraban Zemlinsky, Schoenberg y Klimt fueron a despedirlos con flores y lágrimas en los ojos. Cuando el tren partió, Klimt exclamó: “Vorbei!” Era el final de una época.
En su paso por París, los Mahler se reunieron con Ossip Gabrilowitsch, un joven compositor, pianista y ferviente admirador de Mahler. Cuando encontró a Alma sola en su cuarto de hotel, le confesó que estaba enamorándose de ella. Alma se sintió sorprendida y sobre todo halagada.
El 12 de diciembre abordaron el transatlántico “Kaiserin Augusta Viktoria” y llegaron a Nueva York 10 días después. Para Mahler, Nueva York era “the most colossal spectacle of man and nature”. Se instalaron en el Hotel Majestic y al día siguiente Mahler empezó a ensayar Tristan.
Alma estaba intrigada por los norteamericanos y al mismo tiempo divertida y turbada por el muy diferente ambiente del mundo musical. Pero los Mahler pronto se dieron cuenta que la distancia y su nuevo entorno no apaciguaban su dolor. Seguían devastados por la muerte de su hija.
En Navidad, Alma sufrió un colapso nervioso y el doctor le ordenó 4 semanas de descanso. “‘At last I was able to give way to my grief and physical exhaustion.’ Mahler rallied to her support; he ‘felt his own sorrow less and gave all his thoughts to speeding my recovery.’”
A pesar del duelo, Alma encontró varias distracciones. Asistió al estreno de Tristan und Isolde en enero de 1908, que fue un triunfo inmediato, y a las funciones en Boston y Filadelfia. Conoció a Leon Corning, el descubridor de la anestesia espinal y al neurólogo Joseph Fraenkel.
Poco después de su llegada a Nueva York, se enteraron que Conried no podría continuar como Director de la Ópera. Le ofrecieron a Mahler ese puesto, el cual declinó. Conried nombró a Giulio Gatti Casazza como manager, quien llevó a Arturo Toscanini como codirector.
Las tensiones entre los dos directores pronto empezaron. Mary R. Sheldon, esposa de un banquero, formó un comité para crear la “Mahler Orchestra”, que reestructuraría a la “New York Philharmonic” y Mahler aceptó dar una serie de conciertos en la primavera siguiente.
En abril de 1908 los Mahler regresaron a Europa. Compraron una casa, Trenkerhof, cerca de Toblach y se mudaron ahí poco tiempo después. Mahler se mandó a construir una cabaña de composición y terminó en septiembre el "Das Lied von der Erde".
Mucho de su tiempo lo dedicaban a recibir visitas: los Moll, Alfred Roller, Oskar Fried, y otros incluyendo a Ossip Gabrilowitsch. La flama que se había encendido en París entre él y Alma se revivió. Después de un beso bajo la luna, decidieron no ir más lejos por amor a Gustav.
En noviembre Gustav y Alma partieron nuevamente hacia Nueva York, esta vez con Anna y su niñera inglesa. Se instalaron en el Hotel Savoy. En febrero de 1909 firmó un contrato de 2 años con la New York Philharmonic y en marzo dirigió la última función de Fidelio en el Met.
De regreso a Viena en abril se quedaron en París, pues Carl Moll le había comisionado a Auguste Rodin un busto de la cabeza de Mahler. Llegando a Viena, Alma sufrió nuevamente un colapso nervioso y en junio se fue junto con su hija a descansar a un spa.
Mientras tanto, Mahler trabajaba en su 9ª Sinfonía en Toblach. Le escribía diariamente a Alma para animarla: “‘Spread your wings,’ occupy your mind with all that is good and beautiful, never cease to grow”. Sin embargo, este gesto no incluía el expandir sus alas musicales.
En octubre partieron nuevamente hacia América. Mientras cumplía con su agenda de diez conciertos al mes Alma llenaba sus días con múltiples compromisos Asistía a todos los conciertos de Mahler y recibían múltiples invitaciones del ecléctico medio social y cultural norteamericano.
Ossip Gabrilowitsch fue a visitarlos una tarde. Cuando Mahler se retiró a dormir, Gabrilowitsch tocó para Alma una pieza de Brahms. Se despidieron tristemente y Mahler los escuchó. Al ser confrontada por su esposo, Alma se defendió y lo convenció de confiar en ella.
Alma hizo varias amigas de la alta sociedad de Nueva York: la socialite Minnie Untermeyer, la etnóloga y musicóloga Nathalie Curtis, Irene Langhorne Gibson quien creó la “Gibson Girl”, Louisine Havermeyer quien tenía una gran colección de arte en su palacio diseñado por Tiffany.
Junto con Mahler visitaron la casa palaciega de Luis Comfort Tiffany. Sus amigos los llevaban a excursiones al bajo mundo, incluyendo una sesión espiritista, una casa de opio en Chinatown y una visita al barrio judío.
Dejaron Nueva York en abril de 1910. Tanto Gustav como Alma se sentían de mejor ánimo. Gustav esperaba que Alma aceptara regresar a vivir permanentemente en Europa en algún lugar cerca de Viena. Pero esta nueva calma era solo el preludio a la más profunda crisis de su matrimonio.
Alma tardó casi un año en poder regresar en Viena. Su visa llegó en septiembre de 1947 y partió inmediatamente, haciendo escala en Londres para visitar a su hija Anna. Cuando llegó a Viena, la esperaba un equipo de filmación:
Viena se encontraba aún en un estado deplorable. Alma se quedó en un hotel lleno de ratas. Su casa en Hohe Warte era inhabitable, había sido bombardeada y saqueada. Tanto los escritorios de Mahler y Werfel como los manuscritos de sus canciones, habían sido incinerados.
Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”