Después de la muerte de Mahler, Alma se colapsó completamente, física y emocionalmente. El doctor le ordenó guardar reposo. Permaneció un largo tiempo en cama, sufriendo de una agonía mental y espiritual. Pero no vistió de luto, Mahler lo había prohibido.
La música nuevamente la salvo. Pasaba todo el día tocando el piano con su hija Anna, y poco a poco se fue recuperando. Se dio cuenta de la depresión que había sufrido durante su matrimonio. En julio, empezó a vivir la vida que había dejado de vivir hacía nueve años.
Alma no restableció inmediatamente la relación con Walter Gropius. El acercamiento que había tenido con Mahler en los últimos meses había opacado sus sentimientos por él. Gropius también se distanció emocionalmente. La muerte de su padre en febrero lo conmocionó y deprimió.
En primer reencuentro de Alma y Gropius fue en agosto en Viena. Si bien fue apasionado, también fue tenso. Quedaron de verse en Berlín en septiembre, pero Gropius canceló. Alma lo invitó a su nuevo departamento en noviembre, y él volvió a cancelar.
Se volvieron a ver en Berlín en diciembre. La visita fue decepcionante. Gropius dejó de contestar las cartas de Alma y finalmente en diciembre de 1912 Gropius decidió terminar la relación: “Perhaps one happy hour you will cross my path again.”
Mientras tanto Alma no había perdido el tiempo. “At thirty-two, she was a statuesque beauty with a magnetic charisma, left confortable off by the pension she received as Mahler’s widow”. Los pretendientes talentosos empezaron a aparecer por todos lados.
Joseph Fraenkel, a quien los Mahler conocieron en Nueva York, fue uno de ellos. Después de un tiempo prudente le declaró su amor y le propuso matrimonio. A pesar de que Alma admiraba profundamente su intelecto, lo rechazó: “My watchword is: Amo-ergo sum. Yours: Cogito-ergo sum.”
Otro pretendiente fue el biólogo Paul Kammerer. Según Alma, era uno de los hombres más extraños que había conocido. Le propuso a Alma que dejara la música y que se convirtiera en su asistente de laboratorio. Y sorprendentemente Alma aceptó.
Alma pasó semanas observando el comportamiento de reptiles y mantis religiosas. Pronto Kammerer declaró su gran amor el cual no era correspondido. Kammerer amenazó con suicidarse. Alma solo se libró de él cuando habló con su esposa, quien le agradeció el haberlo reechazado.
En abril de 1912 conoció a Oskar Kokoschka, un pintor de 26 años que rápidamente había ganado reputación de “enfant terrible” del mundo artístico de Viena. Carl Moll había sugerido que Kokoschka pintara el retrato de Alma, y ella accedió. Fue invitado a cenar a casa de los Moll.
Kokoschka empezó a hacer bocetos, Alma se sintió incómoda de ser observada y se puso a tocar el Liebestod en el piano. De pronto Kokoschka la besó apasionadamente y salió corriendo. Poco después envió una carta a Alma declarando su amor y pidiéndole que fuera su musa y salvadora.
Fue como si Kokoschka la hubiera embrujado, despertaba poderosamente su naturaleza erótica y pronto se volvieron amantes. Alma se enamoró profundamente del provocativo, salvaje y excéntrico pintor: “Never before had I experienced so much strain, so much hell an so much paradise.”
Kokoschka satisfacía la necesidad de Alma de ser amada e idolatrada. Se sentía validada porque Kokoschka dependía de ella para inspirarse y nutrir sus poderes creativos. Su mayor deseo era tener poder sobre el genio. Pero también descubrió los sacrificios que esto aparejaba.
Kokoschka era terriblemente celoso y controlador, lo cual precipitó las primeras crisis perturbadoras en su relación. Pero la intensa atención, amor, idolatría y necesidad que sentía Kokoscha por Alma le eran irresistibles. Ademas la divertía y le encantaban sus excentricidades.
A veces Alma necesitaba escapar de tanta pasión y se iba de viaje con Lilly Lieser, esposa de un prominente patrón de las artes que tenía dos hijas de la edad de Gucki. De 1912 a 1915, cada vez que Alma quería alejarse de Viena y de Kokoschka, viajaba con Lilly.
Los celos de Kokoschka por Mahler eran obsesivos. Un día juntó todas las fotos de Mahler y las besó una por una. Dijo que era magia blanca para transformar su odio en amor. El ritual no funcionó. Para exorcizar sus demonios, Kokoschka dibujaba.
En septiembre de 1912 Alma descubrió que estaba embarazada, y se dio cuenta que no quería ser esposa de Kokoschka ni tener a su hijo. Alma desesperada le rogó a Kokoschka que le permitiera abortar. Kokoschka aceptó, pero nunca se recuperó ni la perdonó.
Se volvió todavía más controlador y celoso y seguía obsesionado con casarse con Alma. Para evitar confrontaciones Alma prometió casarse con él después de que creara una obra maestra. El estado mental de Kokoschka era cada vez más extraño y Alma le pidió que se vieran cada 3 días.
Entre las tormentas, hubieron periodos de calma. En sus obras, Kokoschka mezclaba sus emociones más primitivas con la figura de Alma, a veces como salvadora y otras como devoradora. “Die Windsbraut” (La novia del viento) es la más famosa representación de su amor.
En la primavera de 1914 Alma terminó los trabajos de su casa de campo en Breitenstein. Kokoschka pintó un fresco sobre la chimenea, que mostraba a Alma “pointing to the heavens in their spectral radiance, while he, standing in hell, seemed surrounded by death and serpents.”
La celos incontrolables de Kokoschka acabaron cansando a Alma, quien empezó a dudar de su amor. : “Oskar is lost to me. In can’t find myself any more. He has become an undesired stranger to me. I am surrounded by silence.” Kokoschka prometió cambiar, pero ya era demasiado tarde.
El 28 de junio de 1914 todo cambió para todos. El asesinato del Archiduque Francisco Fernando, heredero al trono, detonó los eventos que llevaron al inicio de la Gran Guerra un mes después. Kokoschka le sugirió a Alma que escapara a Suiza con Lilly Lieser.
Pero Alma prefirió regresar a Viena y rentar un nuevo departamento: “I sometimes imagine that I was the one who ignited this whole world conflagration in order to experience some kind of development or enrichment - even if it be death.”
Alma había llegado a una sequía emocional. Se sentía muy sola e intentaba terminar con Kokoschka, pero todavía no lograba deshacerse de su presencia magnética. Y como todos, no tenía idea de cómo la guerra cambiaría los fundamentos de su existencia y su perspectiva de la vida.
Alma tardó casi un año en poder regresar en Viena. Su visa llegó en septiembre de 1947 y partió inmediatamente, haciendo escala en Londres para visitar a su hija Anna. Cuando llegó a Viena, la esperaba un equipo de filmación:
Viena se encontraba aún en un estado deplorable. Alma se quedó en un hotel lleno de ratas. Su casa en Hohe Warte era inhabitable, había sido bombardeada y saqueada. Tanto los escritorios de Mahler y Werfel como los manuscritos de sus canciones, habían sido incinerados.
Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”