Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”
Cuando Gropius regresó del frente occidental en la Navidad de 1917, los sentimientos de Alma hacia él habían cambiado irrevocablemente. Le parecía reducido por la guerra, más callado que de costumbre y todo en él le molestaba. Cuando hablaba, se avergonzaba de él.
Tras el regreso de Gropius al frente, Alma retomó su vida social. Organizó una recepción en Año Nuevo en honor a Willem Mengelberg, a la cual asistió toda la élite literaria, musical e intelectual de Viena, incluyendo a Franz Werfel.
El 4 de enero de 1918, Alma y Werfel asistieron a una interpretación de la 4ª Sinfonía de Mahler dirigida por Mengelberg. Después de intercambiar miradas, Alma y Werfel partieron discretamente durante el intermedio.
“Our eloquent silence took us to the edge. It happened as it had to, he took my hand and kissed it, then our lips found each other and he stammered words without sense or meaning, and yet those words were absolutely true (…) I love my life. I CAN not feel regret…
…My deep spiritual connection with Werfel - IT HAD TO BE that I love him The last days made complete by Gustav Mahler’s music and Mengelberg - AND love - love!” Tiempo después Alma reflexionaba: “Franz Werfel embraced me that first time and immediately I KNEW-HERE is my joy…
…[E]very one of my cells anticipated him feverishly (…) We loved each other on and off, day and night (…) And our music. With our minds and our music, we are one! It must come, as it came (…) “the music I make with him has become the air I breathe.”
En febrero de 1918 Alma se dio cuenta que estaba embarazada, pero no estaba segura de quién era el padre. Mantuvo la fachada de su matrimonio y en junio se fue con Anna y Manon a Breitenstein. Para entonces las condiciones impuestas por la guerra eran muy difíciles.
Werfel visitó a Alma en Breitenstein a fines de julio. Después de una velada de música, en el que Alma tocó el 2º movimiento de la 8ª Sinfonía de Mahler, Werfel alcanzó a Alma en su cuarto. “Under the moonligh we talked…and made love and forgot all my tiredness and my worries.”
Poco después, Alma empezó a sangrar. Gropius viajó inmediatamente a Breitenstein y organizó el difícil traslado a Viena. Alma dio a luz a un pequeño de 7 meses el 2 de agosto. Cuando Werfel finalmente visitó a Alma y vio al bebé, inmediatamente reconoció sus propios rasgos.
A finales de agosto, Gropius escuchó una conversación telefónica entre Alma y Werfel y se dio cuenta de la naturaleza de su relación. Gropius estaba muy preocupado por la salud de Alma y del bebé, así que trató de encontrar una solución junto con Werfel.
Al día siguiente Gropius y Werfel se reunieron tranquilamente. Gropius consideraba que era el deber de ambos apoyar a Alma: “We will be healed through her love, you and I…our beings drawn together the more we love her.” Gropius les ofreció aceptar cualquier decisión que tomaran.
A principios de septiembre de 1918 Gropius fue llamado nuevamente al frente donde permaneció hasta octubre. Alma aún no se había decidido entre Gropius y Werfel. En noviembre finalmente la guerra terminó con la firma de un armisticio que extinguió al Imperio Austro-Húngaro.
Al final de la guerra Werfel se involucró activamente en la Guardia Roja, que buscaba derrocar la monarquía y reemplazarla por una república socialista. Alma y Werfel estarían toda la vida en polos políticos opuestos: Alma era profundamente conservadora y Werfel era de izquierda.
En febrero de 1919 la salud del pequeño hijo de Alma empeoró. Fue bautizado con el nombre Martin Johannes antes de ser hospitalizado. El dolor de la pérdida afectó los sentimientos de Alma hacia Werfel, pero finalmente decidió que no podía dejar de amarlo.
Mientras tanto, la obsesión de Kokoschka por Alma lo había llevado a ordenar de un fabricante de muñecas una réplica de Alma de tamaño real: “Please make it possible that my sense of touch will be able to take pleasure in those parts where the layers of fat and muscle…
…suddenly give way to a sinuous covering of skin”. Le compró vestidos y lencería de las mejores tiendas de París y la sentaba en su sala cuando recibía invitados. Finalmente le hizo una fiesta de despedida con champaña y música. La muñeca acabó sin cabeza y bañada en vino tinto.
En la primavera de 1919 Alma llevó a Manon a visitar a Gropius en Weimar, quien había fundado la escuela de la Bauhaus en abril. Durante su estancia, Alma decidió que debía terminar su matrimonio. En julio le pidió a Gropius que formalmente solicitara el divorcio.
Alma pasó el verano con Werfel en Breitenstein, donde experimentó “complete marital happiness, like never before”. "I'm deeply attached to Franz. We have a frightening powerful love for each other and hate each other with passion. We torture each other too, and yet we are happy."
“Their closeness was intensified by their sensual intimacy. When Franz ‘first admitted his perversities to me and then very skillfully deployed them as phobias,' Alma was ‘so excited’ she couldn’t sleep.”
En mayo de 1920 Alma viajó a Amsterdam para asistir como invitada de honor a las celebraciones organizadas por Mengelberg con motivo del décimo aniversario de la muerte de Gustav Mahler.
Para octubre de 1920 Alma había alcanzado un acuerdo con Gropius. De la manera más honorable, Gropius aceptó ser “sorprendido” por un detective “in flagrante delito” con una prostituta en un cuarto de hotel, práctica frecuente en esas épocas para justificar el divorcio.
Gropius tomó toda la responsabilidad del fracaso del matrimonio, Alma ganó la custodia total de Manon y en octubre de 1920, ya divorciada, Alma regresó a Viena con Manon para empezar una nueva vida como mujer libre.
Alma tardó casi un año en poder regresar en Viena. Su visa llegó en septiembre de 1947 y partió inmediatamente, haciendo escala en Londres para visitar a su hija Anna. Cuando llegó a Viena, la esperaba un equipo de filmación:
Viena se encontraba aún en un estado deplorable. Alma se quedó en un hotel lleno de ratas. Su casa en Hohe Warte era inhabitable, había sido bombardeada y saqueada. Tanto los escritorios de Mahler y Werfel como los manuscritos de sus canciones, habían sido incinerados.
Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
En Austria como en todas las naciones de Europa la declaración de guerra fue recibida con júbilo. Se pensaba que sólo la guerra podría solucionar los conflictos dentro fuera del imperio y se le glorificaba como una honorable y heroica aventura que purificaría todo a su paso.
La euforia no duró mucho, pronto fue claro que la guerra no sería rápida y heroica sino de estancamiento en ambos frentes. Mientras las tropas de Alemania amenazaban París, Alma pasó toda una noche tocando Wagner: “Music is everything to me…even surrounded by death I must SING!”