Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Era el último intento de Schuschnigg de resistir los reclamos de Hitler sobre Austria. Alma entendió inmediatamente las implicaciones de ello y regresó a Viena para planear su escape. Envió todo su dinero a Suiza y encargó sus casas de Breitenstein y Hohe Warte a los Moll.
El 12 de marzo vino la Anschluss. Mientras la Wehrmacht entraba a Austria, Alma empacó un par de maletas y se preparó para partir. Se despidió de su madre y junto con Anna partió hacia Milán donde Werfel ya la esperaba. De ahí se fueron a Zürich a la casa de la hermana de Werfel.
En Zürich todavía se podían conseguir visas para Estados Unidos, pero Werfel todavía creía que podían permanecer en Europa. Por un tiempo Alma y Werfel se establecieron en París. Cuando fueron a visitar a Anna, quien se había asentado en Londres, Alma tuvo un colapso nervioso.
“I had a nervous breakdown… no books…no piano…nobody had any comprehension of Austria’s fate. It was unbearable.” En el verano de 1938 los Werfel se mudaron al Sanary-sur-Mer, cerca de Marsella, donde varios escritores y compositores que habían dejado Alemania se refugiaron.
En su cumpleaños 59, Alma buscó consuelo en la música: “What will become of us?..I only play Bach at the moment because he is the only one who frees me from the prison of my thoughts.”
Pero su angustia seguía creciendo con el avance de los nazis y la latente amenaza de guerra. En marzo de 1939 Hitler invadió Checoslovaquia. La familia de Werfel logró escapar a Francia. Y en septiembre, la guerra comenzó con la invasión de Polonia.
Alma y Werfel era ahora considerados extranjeros enemigos en Francia, sujetos a visitas, revisiones e interrogatorios arbitrarios de la policía. A principios de 1940 estuvieron una temporada en París, donde Alma revivió su salón con varios exiliados, incluyendo a Bruno Walter.
En abril de 1940 las tropas de Hitler ocuparon Dinamarca y Noruega, y en mayo avanzaron sobre Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Ante la amenaza, Alma y Werfel finalmente decidieron partir.
El 2 de junio se fueron a Marsella para infructuosamente tratar de conseguir visas norteamericanas y pases de salida. La situación se agravó rápidamente. Para el 14 de junio el ejército nazi ya había entrado en París y el gobierno había capitulado.
Alma y Werfel decidieron escapar hacia España. Lograron llegar en carro hasta Carcassonne, donde tomaron el último tren a Bordeaux, desbordado de refugiados y tropas en retirada. De ahí se fueron a Biarritz. Werfel iba diariamente a Bayonne a hacer fila en los consulados.
El 27 de junio llegaron casi sin nada a Lourdes donde pasaron cinco semanas, sin cambiarse de ropa, esperando el salvo conducto que les permitiera ir a Marsella para seguir tratando de obtener los papeles para emigrar a Estados Unidos.
Todos los días Alma iba a misa en la Gruta de Massabielle. Werfel volvió a escribir y prometió que si Alma y él algún día llegaban a América, escribiría un libro dedicado a Manon en honor de Santa Bernadette. El 3 de agosto llegó el salvoconducto y se fueron a Marsella.
Werfel siguió intentando desesperadamente de conseguir las visas norteamericanas y los permisos de salida franceses. A mediados de agosto, los contactó Varian Fry del “Emergency Rescue Committee”, que buscaba ayudar a escapar a más de mil artistas, músicos…
… escritores, científicos, intelectuales y políticos amenazados por el régimen nazi. En la lista, ademas de Werfel, estaban André Breton, Marc Chagall, Marcel Duchamp y Max Ernst.
Finalmente llegaron las visas norteamericanas, pero todavía tenían que conseguir visas de tránsito para Portugal y España y el permiso de salida. Alma y Werfel decidieron dejar ilegalmente el país lo más pronto posible, con la ayuda de Varian Fry.
Fueron en tren hasta Cerbère, y Alma con 61 años y Werfel con un problema severo del corazón tuvieron que escalar el Col de Rumpissa para llegar a España. Alma traía consigo lo que les quedaba de dinero, sus joyas y el manuscrito de la 3ª Sinfonía de Bruckner.
En Barcelona se encontraron con Fry quien había transportado su equipaje incluyendo los manuscritos de Mahler. El 18 de septiembre llegaron a Lisboa y consiguieron lugar abordo del último barco griego que hizo un viaje regular a Nueva York antes de que Grecia entrara a la guerra.
Llegaron a Nueva York el 13 de octubre de 1940 donde los esperaban amigos, parientes y periodistas. Alma y Werfel se hospedaron en una suite en el Hotel St. Moritz en Central Park y retomaron su vida social con los exiliados de Viena.
El 29 de diciembre de 1940 Alma y Werfel se mudaron a Los Ángeles, a una casa en Hollywood Hills. Después de haber logrado escapar de una Europa devastada por la guerra, iniciaban 1941 con un futuro extremadamente incierto como emigrados.
Alma tardó casi un año en poder regresar en Viena. Su visa llegó en septiembre de 1947 y partió inmediatamente, haciendo escala en Londres para visitar a su hija Anna. Cuando llegó a Viena, la esperaba un equipo de filmación:
Viena se encontraba aún en un estado deplorable. Alma se quedó en un hotel lleno de ratas. Su casa en Hohe Warte era inhabitable, había sido bombardeada y saqueada. Tanto los escritorios de Mahler y Werfel como los manuscritos de sus canciones, habían sido incinerados.
Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”
En Austria como en todas las naciones de Europa la declaración de guerra fue recibida con júbilo. Se pensaba que sólo la guerra podría solucionar los conflictos dentro fuera del imperio y se le glorificaba como una honorable y heroica aventura que purificaría todo a su paso.
La euforia no duró mucho, pronto fue claro que la guerra no sería rápida y heroica sino de estancamiento en ambos frentes. Mientras las tropas de Alemania amenazaban París, Alma pasó toda una noche tocando Wagner: “Music is everything to me…even surrounded by death I must SING!”