Nunca me sentí discriminado en la oficina. Hasta que Facebook arruinó todo. Seguido, demasiado seguido, me encontraba con fotos perturbadoras: gente con la que compartí horas, días, años, que se juntaba y se divertía. Pero a mí no me invitaban. 1/26
Cuando asumí como gerente general solía ser el primero en llegar. A las 8 estaba ya en la oficina, una hora antes que la mayoría. Por suerte, Facebook no existía, así que podía enfocarme en algunos temas estratégicos, planificación y análisis. 2/26
El resto del equipo empezaba a llegar a las 9. En promedio, los empleados de Officenet teníamos 30 años... Muchos llegaban con cara de no haber dormido lo suficiente. Yo no. 3/26
Tomábamos mate y construíamos confianza conversando. Yo no sabía que ellos tenían una vida que compartían fuera de la oficina. 4/26
No recuerdo si algún día me invitaron, pero tal vez fue mi culpa. Quizás respondí un “¡ni loco voy con ustedes, súbditos!” Y les pegué con el látigo por la insolencia. O quizás ni siquiera contesté. 6/26
La persona que me lo preguntó seguro dejó la compañía hace años.
En una de esas a alguien se le ocurrió otra vez incluirme. 7/26
-Invitemos a Leo, se lo ve tan solo en el poder... -puede haberle comentado a un compañero, que seguro, enseguida, le retrucó: 8/26
-No, no lo sufre. Es asocial.
Cada dos o tres años otro habrá tenido la misma idea, pero ya estaba instalado en la cultura: “A Leo no le gustan los afters”. Tal vez en aquel momento (o en otra geografía) lo llamaron “happy hour” o “cerveza después del trabajo”. 9/26
Así funciona la cultura: los símbolos y procesos nacen, se contagian y se instalan sin que nadie sepa cómo empezaron. 10/26
*¿Cómo? ¿No tenés los botines en el baúl?*
Un martes, poco tiempo antes de dejar la empresa, a las 18:20, mientras asomaba la cabeza por la puerta de mi oficina, Gonzalo me sorprendió:
-Nos falta uno para el fútbol, ¿venís?
Imaginen mi emoción. 11/26
Me estaban invitando, a pesar de la disfunción que tengo en las piernas y que debe ser vox populi en la oficina: ¡mi pierna derecha cree que es la zurda y se niega a obedecer!
Mi emoción duró 5 segundos: faltaban sólo 10 minutos para que empezara el partido. 12/26
Ya le debían haber preguntado a todos en la oficina, a los vecinos y a la gente que pasaba por la calle. Pero mi negativa no tuvo que ver con el orgullo.
-No tengo botines.
-¿Cómo? ¿No los tenés en el baúl?
Siempre hay que estar preparado. 13/26
Podría haber ido a hacer “el aguante”, acompañarlos y tomar algo después. Hubiera sido divertido y constructivo, pero dije que no por timidez. No fue de buen líder. 14/26
Para ser un buen líder, un introvertido debe esforzarse para interactuar y dejarse conocer. 15/26
*Las empresas tienen que pagar los after office y happy hours* 16/26
Dentro de Staples (o aún más en la “época Officenet”) organizábamos afters de cada equipo, además de dos (sí, dos) fiestas anuales: la de fin de año y la de cumpleaños (en mayo tanto en la Argentina como en Brasil). 17/26
A esos afters, que tienen un sentido de negocio, tampoco iba. Y de las fiestas siempre me escapaba temprano. 18/26
Las relaciones de equipo, en mi opinión, no existen. Lo que existen son n relaciones entre pares de personas (el nerd en mí necesita aclarar la fórmula de n, pero me contengo). 19/26
El equipo, entonces, es simplemente una unión de muchas relaciones que se dan entre pares de integrantes. Algunas de esas relaciones serán sólidas naturalmente. En las otras, hay que trabajar la base de confianza. 20/26
Un equipo será tan sólido como la relación de confianza más débil entre dos de sus integrantes. 21/26
Pero ¿cómo se construye confianza? Con conocimiento mutuo, entendiendo los valores de la otra persona. Esto es muy difícil de generar dentro del ambiente de trabajo, en donde todos tratamos de mantener una careta. 22/26
Fuera de la oficina, tendemos a ser más transparentes; ahí es donde el after office es estratégico: conversaciones más personales, un poco de alcohol y compartir sentimientos (incluso críticas a los jefes) son claves. 23/26
Un amigo me dijo que la solución es salir con gerentes de otras empresas, armar un circuito para tomar cerveza. ¿La verdad? Me da sueño de sólo pensarlo. Prefiero quedarme en casa viendo Netflix. 24/26
#Este es el capítulo "Al CEO no lo invitan a los afters" del libro "Soy solo, historias honestas de liderazgo para ser feliz en el siglo XXI y más allá", gratis en podcast, genial en papel. soysolo.com.ar 25/26
Cada vez está más presente en nuestras carreras el tradeoff entre "Seguridad" y "Libertad" que se resuelve, en mi opinión, negociando y pensando en el largo plazo
Otro gráfico que tuvo mucho éxito y aporta a esta conversación: ¿Cuánto valor agrega un gerente a lo largo de su gestión? ¿Cómo se compara con su "costo"?
"Hay que capacitarlo", podrías decir.
Claro, cuánto más tiempo pasa más necesitamos aprender... Pero menos aprendemos, y las áreas de RRHH de las empresas son parte del problema.