Thread by @pejintxu

Ha fallecido José María Aldaia. Y de repente, algo se remueve en el puzzle vital. Aquel cruel secuestro que padeció a manos de ETA, 341 días arrebatado de su libertad y el calor de los suyos, me marcaron por varios motivos , a nivel personal y profesional.

Yo era un redactor de prácticas que, aún con un curso pendiente para licenciarme , trataba de compatibilizar mi doble vertiente de pacifista militante y de plumilla en ciernes. La agenda estaba salpicada de convocatorias . Lunes ante la sede de su empresa .

Concentraciones en la Paloma de la Paz, entonces junto a Anoeta. También en el Buen Pastor . Y los sábados , en Alderdi Eder. Días de admiración, pero también de miedo. Y de tristeza e incomprensión. La esquizofrenia a la vasca en toda su plenitud .

Admiración ante personas entrañables que dieron una lección de humanidad y valores que aún me estremecen. Cómo olvidar a Enrique Cercadillo y su inseparable bigote, erigido en portavoz de los trabajadores que reclamaban el regreso de su jefe, pero sobre todo, su amigo .

En el lado opuesto, siempre pensé en el infeliz, analfabeto y miserable ex empleado que pasó el informe de la facturación que hacía la empresa al tener adjudicado, entre otros, el reparto de las guías telefónicas en Guipúzcoa. De aquella demencial cuenta surgió tamaña tortura.

En el lado de los buenos, inolvidable Ricardo Zamacola, el entonces presidente de Guitrans, la patronal del Transporte. Me impresionó su lealtad , su arrope a la familia. Y me dolió que apenas llegase a disfrutar de la libertad de su amigo. Un cáncer de estómago le fulminó .

Siempre sospeché que la injusticia perpetrada por los etarras contra su amigo le pasó una cruel e inmerecida factura. Qué hombre más bueno. Aprendí a admirarle, a él y a otros fijos en las concentraciones. Sobre todo en las de los sábados en Alderdi Eder, que duraban una hora

Allí renegué de mi tribu. Periodistas que llegaban, grababan el "canutazo" de cinco minutos y se escabullían sin más. Tardé en entender aquel comportamiento, y durante años lo juzgué severamente... Hasta que entendí que para muchos era pura supervivencia.

Aquel vacío lo llené al poder compartir pancarta con ídolos como Savater, ejemplar en su asistencia. Y , sobre todo , con el cariño y el afecto del entorno del secuestrado. Óscar e Idoia, sus dos hijos más jóvenes , se convirtieron en amigos. Menuda lección de civismo

Los recuerdo estoicos , aguantando chaparrones de insultos , amenazas y toda suerte de proyectiles en algunas de las concentraciones más tensas. Jornadas en las que llegaba a la redacción del periódico aún temblando por la batalla campal de la que había sido testigo .

Los jarraitxus y demás escoria batasuna contra los Beltzas que , a duras penas , garantizaban la seguridad e integridad física de decenas o cientos de ciudadanos que reclamaban la libertad con un estruendoso silencio. El odio chocaba impotente contra aquel muro de dignidad

Inolvidable aquella vigilia encerrados en un centro cultural de la que salió una propuesta tan audaz como temeraria: unir Hondarribia e Irún en una marcha para exigir la libertad de nuestro vecino. Frente al riesgo de pinchar, la satisfacción de ver ambos pueblos volcados

Las anécdotas son interminables . Alguna tan macabra y conocida como la de aquel sábado de enero en el que el obispo Setien se dirigía a un oficio religioso y pasó de largo de la concentración, sin expresar el mínimo aliento cristiano a quienes acumulaban tanto sufrimiento .

La vida seguía . Y en aquella Euskadi eso implicaba engrosar la lista de crímenes etarras. Como el asesinato de Montxo Doral en Irún. La concentración habitual de los lunes en la plaza San Juan para exigir la libertad de Aldaia se solapó con la de repulsa del asesinato

Los miserables de HB y Jarrai acudieron a provocar a los allegados del ertzaina asesinado . Y fueron los compañeros de la víctima quienes evitaron que los hooligans de ETA acabasen linchados por gentes con el ánimo muy exaltado. Aún no lo habíamos visto todo

Siete días después , el siguiente lunes de concentración por Aldaia y la consiguiente contramanifestación, con los beltzas supervisando la zona , un jarraitxu avanzó hacia la pancarta pacifista con un sobre en la mano . Lo entregó, y volvió tras sus pasos.

Aquel cafre había entregado ¡una factura! de las gafas que la semana anterior le rompieron durante los disturbios. La incredulidad , primero , y la risa nerviosa derivada en hilaridad , quedaron marcadas como una de las situaciones más patéticas que me tocaron vivir .

Felizmente, Aldaia fue liberado . Aquella familia pudo volver a empezar a vivir. Solo ellos saben el calvario por el que atravesaron . Días en los que, fuera de cámara , las lágrimas asomaban en los ojos de quienes se temían no volver a ver a su padre . Una tortura a cámara lenta

La vida siguió su curso. Yo recibí una lección que nunca olvidé. Quedé inmunizado frente al odio. Me licencié pero tardé años en reconciliarme con mi profesión. Hoy me sacude la noticia de la muerte de Aldaia. Con A de Askatasuna. Libertad. Descanse en Paz.