Hoy, viaje de Santiago a BCN. Hacía dos años que no subía a un avión. Y me había creido lo de las estrictas medidas de seguridad, así que esta mañana me metí tranquilo en la ratonera.
La compañía que lo operaba era @vueling y la cosa ya empezó mal antes de despegar.
Me asignaron un asiento en la fila 30 de 31. En la 29, delante de mí, una pareja con su hijo menor de 6 años, exento de llevar mascarilla. Y ocurrió lo previsible: lloros berridos, canciones para entretenerlo. Así las casi 2 horas del viaje. Todo a capela.
Pero lo peor me esperaba en la retagurdia con otra pareja, ya cincuentones ambos y con aspecto de haber ganado varios concursos internacionales de regetón ( creo que se escribe así).
Antes de alzarse la nave, se nos informó en tres idiomas -inglés, castellano y gallego- de la obligatoriedad de llevar en todo momento la mascarilla puesta.
Y a continuación, también en 3 idiomas, se nos hizi saber que unas señoritas nos iban a ofrecer la rica oferta del servicio de bar a bordo
Al campeón de regatón le faltó tiempi para pedirse un buen bocata de jamón con una cerveza ( el viaje duraba 1 hora y 40 minutos). Su parienta se conformó con un wisky con Coca Cola
Conversación animadísima entre ambos durante el ágape, charla que duró unos 40 minutos, los que tardaron en apurar cubata y bocata. Las azafatas, 3, ajenas en todo momento a la fiesta de los de la 31.
Finiquitado el bocadillo, el tipo, acaso para favorecer su digestión, me sigue con la mascarilla ostensiblemente bajada. Y las azafatas, haciendo esfuerzos no menos evidentes para mirar hacia otro lado. Estaba claro que no querían líos
Y así hasta 1 minuto antes de aterrizar en Barcelona cuandi el gañán, consciente en todo momento de lo que estaba haciendo, concedió ponersa.
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