Ojalá tuviéramos las palabras para poder expresar con certeza lo que nos causa cada historia de violencia masculina contra las mujeres.
Ver las noticias, comentarlo con tus amigas, con tus hermanas, con tu mamá. Ver las reacciones en redes sociales: rabia y dolor por parte de unas, burla y revictimización por parte de otros.
Recordar cuando estuviste cerca de ser una víctima, o revivir la agresión que sufriste años atrás y que aún callás. Con rabia, comentar, compartir, buscar información, difundir reclamos, exigir justicia.
Con dolor, no hablar del tema porque el sentimiento abruma y no podés ni siquiera articularlo. Todas, de una u otra manera, devastadas, llevamos un luto causado por el terrorismo machista que tenemos que sobrevivir todos los días.
La violencia masculina, como las agresiones sexuales grupales o el femicidio cumplen una función aleccionadora dentro del sistema patriarcal, puesto que estas agresiones no pretenden dañar solo de manera individual a la víctima, sino que refuerzan el status social de las mujeres.
Mujeres que ya nos sabemos objetivos de esa violencia, y que sabemos que ese acto de violencia contra una mujer en particular es una amenaza para todas las mujeres en general.
Nosotras estamos hartas de tener que exigir vivir en paz. Estamos hartas de tener que demostrar nuestra humanidad a quienes lo saben y lo niegan. Estamos hartas de ver nuestra humanidad siendo arrancada y convertida en un objeto, en una imagen, en un rol.
Vivir en una sociedad que odia a las mujeres es una carga que afecta todos los espacios de las vidas de las mujeres. Las mujeres que queremos vivir en paz, sin miedo, sin violencia masculina debemos empezar a organizarnos entre nosotras.
Debemos garantizar nuestra propia seguridad, debemos crear espacios seguros, debemos dejar de participar de espacios en los que el apoyo al movimiento feminista es solo una pose. Debemos renunciar a la fantasía de que en una sociedad masculinista vamos a tener un lugar.
Debemos crear una sociedad propia, en la que las mujeres sean vistas como seres humanas, muy a pesar de quienes se han autoproclamado la medida del mundo.
“La lucha de las mujeres, no es una lucha por más dinero por hora, o por igualdad de derechos bajo la ley de los hombres, o por más legisladoras operando dentro de los confines de esas leyes…Todas esas son medidas de emergencia para salvar las vidas de las mujeres, ahora, hoy.”
“Pero estas reformas no harán desaparecer la ola de ginocidio; estas reformas no pondrán fin a la violencia incansable perpetrada por la clase sexual hombres en contra de la clase sexual mujeres.” -Andrea Dworkin, Nuestra Sangre.
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