Hoy se cumplen 300 años de la llegada del primer europeo a la isla de #RapaNui. Lo celebramos descubriendo Isla de Pascua con los ojos de un viajero contemporáneo. Dentro #HiloNatGeo
Mucho antes de que Jakob Roggeveen descubriera en la Semana Santa de 1722 la que bautizó como Isla de Pascua, para los polinésicos que la habitaban era Te pito o te henua, «el ombligo del mundo». Considerarse el centro del universo dio origen a una cultura rica en tradiciones
Un viaje por #RapaNui debe de comenzar en el volcán Rano Raraku, la gran fábrica de moáis, donde eran moldeados en la piedra volcánica, tallados y decorados con petroglifos en el torso
La creencia ancestral asegura que estos gigantes de piedra «caminaban» desde aquí hasta los ahu, plataformas ceremoniales que se suceden en la línea de costa o con orientaciones astronómicas.
Por eso es normal encontrar moáis a medio camino entre el volcán y las plataformas esparcidos por la ladera
Al pie del volcán se halla el Ahu Tongariki, que sostiene 15 moáis en sus casi 200 m de largo.
Otra parada fundamental es la única playa de la isla, Anakena. La tradición oral cuenta que aquí empezó la colonización de la isla, cuando entre los siglos vi y viii desembarcó el rey Hotu Matu’a proveniente de la mítica isla Hiva, posiblemente en las Marquesas.
Por supuesto, esta playa cuenta con una plataforma de moáis que vigilan a los que hasta aquí se acercan.
Sobre la arena se encuentra Ahu Nau Nau, una de las plataformas más estudiadas de la isla. Cuenta con 8 figuras alineadas donde sorprenden los petroglifos de su base, en la que algunos investigadores encuentran reminiscencias incaicas, especialmente el del curioso hombre lagarto
Otra figura imprescindible es la de Ahu Ko Te Riku, un moái reconstruido y el único que presenta ojos y pukao, un tocado de escoria del cráter del Puna Pau.