La vida del zurdo es una tortura cotidiana q comienza -si serán perversos los diestros- en la escolarización. En 1er grado, cuando un niño diestro vuelve a casa y muestra q linda le sale la a, el zurdo le enseña a su madre una estela de tinta azul q empieza en el cuaderno (...)
y se prolonga hasta su puño del guardapolvo blanco.
Resuelto ese trauma, permanecerá el suplicio de cortar con tijera, llegará el de usar un abrelatas, aprender en espejo a atarse los cordones, hacer fuerza al revés para abrir una puerta, (...)
resaltar un texto en reversa (comenzará el trazo en la última palabra y culminará en la primera) y tomar el café con leche en una taza hermosa de Los Pitufos, aunque sólo él sabrá que hay pitufos porque el dibujo mira hacia su pecho.
En la etapa universitaria desarrollará una relación fraternal con un niño invisible q le sostendrá, sobre su cabeza, el codo izquierdo a lo largo de toda la carrera para q él pueda escribir en los pupitres de diestros. En un cuaderno espiralado. Hecho x un diestro. Para diestros.
El zurdo hará cuentas en la computadora con el teclado numérico a la derecha, donde está el mouse también, claro, y viajará por el mundo como cualquier diestro porque en la mesita del avión no se atreverá a poner el vaso en otro sitio que no sea el que se indica: a la derecha.
Pero no siempre fue así. Hasta los años 60, a muchos se los maniataba para que aprendieran a escribir con la derecha. En la Edad Media, la Inquisición creía que los zurdos eran diabólicos y les daban muerte en la hoguera.
Durante muchos años, entre el spa caluroso del medioevo y la atadura de manos, se creía que el zurdo estaba enfermo; los criminólogos del siglo XIX consideraban la zurdera como signo de degeneración.
Una vez comprobado que sólo se trataba de una tendencia a la lateralidad vinculada a cuestiones cerebrales y que no había nada que medicar ni dinero que ganar, la industria farmacéutica no invirtió dinero para investigar por qué los zurdos son zurdos. No se sabe.
Se sabe que en el cerebro la dominancia es contralateral: el hemisferio derecho controla las funciones del lado izquierdo y viceversa. Mientras que en el derecho operan la creatividad y las emociones, en el izquierdo están la lógica, el lenguaje.
Pero es un mito que los zurdos son más creativos que los diestros, porque el cerebro opera en red. Ni ésa, muchachos.
Entre varios otros mitos -son más introvertidos, mueren jóvenes, beben más que un diestro-, hay uno que es mi preferido: el del gemelo evanescente.
Esta teoría sugiere que el niño zurdo se gestó en un embarazo gemelar en el que el diestro no se desarrolló. Pero del que el zurdo aprendió en espejo. Sos zurdo y dejaste morir a tu hermano. Siniestro.
Para la RAE, "siniestro" es "que está a la mano izquierda"; "avieso y malintencionado". "A diestra y siniestra." "Es mi mano derecha", se dice de alguien de confianza. "Hoy no es un buen día: se levantó con el pie izquierdo." ¿Si pica qué mano significa q perderás dinero?
No hay dudas: es la izquierda. La izquierda siempre pierde.
Hay una ventaja q tienen los zurdos, es en el deporte y es sencilla: enfrentan a más diestros q diestros a zurdos. En el podio indiscutido de habilidad están Diego Maradona, Manu Ginóbili y Lionel Messi.
Fuera del deporte tienen a Mahatma Gandhi y a Albert Einstein. Y a George Bush y a Jack el Destripador.
Hoy, sáb 13 de agosto se celebra el #DiaInternacionalDelZurdo. Como a todo -como hasta a esta fecha, q parece elegida x un diestro q calculó que en algún momento caerá martes-
el zurdo se adaptará sin problemas. Como me pasó con aquella hebilla q me regalaron a los 8 años: era preciosa, con forma de corazón, pero en mi pelo se veía como un culo rojo, invertida, xq no podía trabarla al derecho. Lo grabé como un mantra: las hebillas traban al revés.
Feliz día a nosotros, los zurdos.
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Hace 40 años, en junio de 1981, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. anunciaba la aparición de casos raros de neumonía y sarcoma de Kaposi en la población gay. Eran los comienzos del VIH.
Un año después, un hombre, que había enfermado gravemente en Miami, regresó a Buenos Aires a morir. Era dentista y su caso, raro, había llegado a la Academia Nacional de Medicina. Los médicos no le encontraban respuesta a su cuadro de inmunodeficiencia.
No podía explicarse por leucemia, por linfoma ni por quimioterapia. Lo derivaron al infectólogo que estaba a cuatro cuadras, al hospital Fernández. En su primera consulta, le contó que era gay; al poco tiempo falleció.