Hoy se celebra el Día Mundial de la Prevención del Suicidio y quiero dedicarle estas líneas a una niña de 12 años que está actualmente ingresada en la unidad de psiquiatría infantil del Gregorio Marañón.
Es un lugar donde tiene 30 minutos al día de llamada o de visita exterior supervisada. Sin acceso libre a juguetes, cuadernos, objetos con los que se pueda lesionar... Está acompañada 24 horas con protocolos estrictos, acude al baño con la puerta abierta y está medicada.
Es algo inimaginable si no se conoce de cerca. Para ella es la primera vez que se ve en una situación así. En la misma planta hay otras niñas y niños que ya han tenido varios ingresos. Muchos. Hace dos días que han iniciado el curso escolar dentro del hospital.
Ingresó derivada desde el Niño Jesús, donde entró por urgencias infantiles después de unos días de comportamiento alterado, y una de esas historias personales que quiebran infancias y que ninguna niña debería vivir.
Actualmente se encuentra en un proceso judicial complejo que inició ella misma hace unos meses el día que le dijo a un familiar: "quiero denunciar a papá, ¿me llevas a la policía?". Impresiona la claridad y lo directo al hablar para esa personita en miniatura. Demasiado vivido.
Ese familiar solamente le dijo tres cosas al escuchar su relato: "te creo, gracias por la confianza, siento mucho por no haberme dado cuenta antes". Es una niña como cualquier otra de su edad, muy observadora, detallista, algo reservada. Le gusta mucho dibujar.
La posibilidad de reencontrarse con su padre a la vuelta de las vacaciones, le ha provocado las ideas autolíticas y pensamientos suicidas que han determinado su ingreso en la unidad de psiquiatría infantil.
A su edad el tiempo, las cosas transcurren de modo diferente. Tiende a pensar que las cosas que suceden son irreversibles. También comienza a tomar decisiones, a sentirse autónoma, proyectarse en el futuro, desarrollar las relaciones sociales.
Tiene dificultad para encontrar sentido a su vida, verbaliza ideas de muerte, se ha vuelto más insegura, triste, ansiosa, impulsiva. Todavía no lo sabe, pero cuando la estabilicen y tenga el alta, saldrá con una cicatriz que la acompañará siempre y aprenderá a vivir con ella.
La segunda causa de muerte infantil y juvenil es el suicidio. Detrás hay historias de las que cualquiera puede ser parte, pactos de silencio, el estigma de la salud mental... Si prestamos atención a las señales y ofrecemos espacios de seguridad, el suicidio se puede prevenir.
A ella y a su familia más cercana les envío ánimos, un abrazo enorme y todo mi cariño, también a las niñas y niños internos con los que estos días comparte planta. Y el reconocimiento a tantos profesionales y especialistas que hacen un trabajo tan importante. Todo saldrá bien.
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