Un hombre habría sido condenado a deambular por la Tierra hasta el día del Juicio Final.
Algunos aseguran haberse encontrado con él en distintos lugares y épocas de la historia. Habría sido visto en España hacia 1575.
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La leyenda de este hombre maldito comenzó a difundirse por Europa en la Edad Media, y formó parte del imaginario colectivo antisemita de Occidente durante muchos siglos.
Existen distintas versiones acerca de este sujeto.
Algunos autores sostenían que era zapatero; otros, que fue guardia personal de Poncio Pilato.
Ésta última es la teoría de Roger de Wendover en su Flores Historiarum, donde hace referencia al judío errante.
La mayoría coinciden en que este hombre sería un judío que se negó a auxiliar a Jesús durante el Vía Crucis, siendo condenado por éste a errar eternamente por la Tierra hasta el día del Juicio.
Dependiendo de la versión, nos encontramos que el auxilio negado a Cristo se presenta de forma distinta.
En algunos casos, se hace referencia a que le negó agua cuando pasó a su lado.
En otros, que le forzó a caminar más rápido en su camino al Calvario.
Jesús le habría respondido: «Yo descansaré luego, pero tú andarás sin cesar hasta que yo vuelva».
El obispo e historiador del siglo XIII Mateo de París afirmó la existencia de este personaje, al que llamó Cartafilo.
Según el autor, para ese entonces el judío errante se encontraba vagando por Armenia.
El autor protestante del siglo XVIII Jacob Basnage afirmó la existencia de tres judíos errantes, cada uno reuniendo las características dispares que se ha dado al personaje:
Uno sería un zapatero, otro sería el guardia de Pilato y otro sería un judío condenado por fundir el becerro de oro en tiempos de Moisés.
A finales del siglo XVIII había al menos 40 variantes de la leyenda en ediciones diferentes y de autores diversos.
Muchas de ellas se inspiraban en el Castigo de Caín, que en el libro del Génesis es condenado de forma similar.
Pero esta leyenda no se limitó a las versiones y escritos que se difundieron sobre este legendario personaje.
Muchas personas, en diferentes épocas y lugares, afirmaron haberse encontrado con el judío errante.
Por ejemplo, los peregrinos europeos que se aventuraban en Palestina y Jerusalén solían afirmar haberse encontrado, de una forma u otra, con el testigo maldito de la Pasión de Cristo.
En Alemania, Austria y Francia habría sido visto en numerosas ocasiones.
Algunos supuestos testigos afirmaban que vagaba arrepentido y anunciando el día en que la Parusía le liberase.
Otros lo identificaban con el Anticristo.
Rudyard Kipling, Schlegel, Goethe, Hans Christian Andersen...
Muchos autores modernos incluyen o mencionan en sus obras o escritos a esta legendaria figura.
El pintor Gustave Doré caricaturizó al eterno condenado.
En el siglo XIX aún se publicaban coplas y hojas volantes con grabados del judío errante que contaban su historia.
Esto dice mucho de la importancia que este mito alcanzó en Occidente, llegando incluso hasta fechas no tan remotas.
La repercusión de esta leyenda fue tan grande que nuestro país no iba a quedar al margen.
El judío errante habría sido visto vagar por España en torno a 1575, durante el reinado de Felipe II.
El filósofo rumano Mircea Elíade, en su relato Dayan, lo imagina hablando español.
Y es que no es casualidad el oficio de zapatero que algunos autores señalan. El apellido Zapata en España estaba relacionado con los judíos.
Todavía en 1993 un fraile toledano afirmó haber tenido una visión en la que se le revelaba que el judío errante se había afincado en Toledo y sabía hablar español.
El Abad le ordenó silencio, y desde entonces no habla sobre el asunto.
La realidad es que el religioso Benito Jerónimo Feijoo ya había desmentido la existencia de este personaje en 1745, concretamente en sus Cartas eruditas y curiosas.
En la carta 25 del 2° tomo niega veracidad a la historia y la considera una invención carente de lógica y pruebas.
Algunos intérpretes contemporáneos han visto en la figura del judío errante un paralelismo con la historia del pueblo judío, que habría sido condenado eternamente a vagar por el mundo tras haber rechazado a Cristo.
La leyenda del judío errante está estrechamente ligada al pueblo judío.
Un pueblo cuyos últimos dos mil años de historia no han sido fáciles y en los que ha sido perseguido en casi toda Europa, como el legendario personaje del que hoy hemos hablado.
En 1618, nuestro insigne Francisco de Quevedo tuvo que huir de Venecia disfrazado de mendigo para evitar ser asesinado.
Se le acusaba de ser partícipe en una supuesta conspiración española en la Serenísima.
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A comienzos del siglo XVII, en la Monarquía Hispánica no se ponía el sol.
Tras la muerte de Felipe II en 1598, su hijo Felipe III heredó un vasto imperio con dominios en América, Asia y Europa.
En aquel tiempo, el rey de España tenía posesiones en el sur de Italia.
El origen de la presencia española en Italia se remonta varios siglos atrás, cuando Aragón incorporó Sicilia, Nápoles y Cerdeña a su Corona.
El 8 de septiembre los asturianos celebran, en consonancia con la fiesta de Nuestra Señora de Covadonga, el día de Asturias. Esta tierra ha sido, ante la historia, un foco de rebelión constante contra invasores de todo tipo.
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Los romanos comienzan su conquista de la Península Ibérica, a la que llamaban Hispania, en el año 218 a.C.
En menos de 100 años, el 133 a.C, en lo que fue una lucha progresiva contra los pueblos autóctonos de la península, los romanos conquistan casi la totalidad de Hispania.
Pero en el extremo septentrional de la península, dos pueblos locales siguieron resistiendo a los romanos durante 100 años más: unos, los cántabros; los otros, los astures.
España toma su nombre de Hispania, el nombre con el que los romanos designaron a la Península Ibérica. Sin embargo, también formaba parte de Hispania un territorio peninsular que hoy es un país independiente: Portugal.
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Los romanos, en su conquista de lo que llamaban Hispania, tuvieron que vencer a los pueblos autóctonos de la Península, conocidos como prerromanos. Los pobladores que habitaban la mayor parte de lo que hoy es Portugal eran los lusitanos.
Este pueblo se rebeló contra Roma en dos ocasiones, en 155 a. C. y 146 a. C, siendo derrotado en ambas.
El caudillo lusitano más conocido que hizo frente a la expansión romana en la península fue Viriato, jefe de guerrillas que terminó asesinado por tres compañeros.
La noche del 22 al 23 de agosto de 1936 fueron asesinados sin juicio previo más de una treintena de conocidos políticos y militares, sospechosos de ser partidarios de la sublevación militar del 18 de julio.
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Los sucesos tuvieron lugar como consecuencia de un incendio en la prisión, conocida por albergar en su interior a numerosos presos políticos acusados de apoyar el golpe de estado militar contra el gobierno de la República.
Ante la creencia general de que los encarcelados habían prendido fuego para, aprovechando el caos, poder escapar, un grupo de milicianos tomó la prisión y asesinó a numerosos y conocidos presos, desde liberales a falangistas. Estos fueron algunos de los más destacados:
El 18 de agosto de 1936 era fusilado Federico García Lorca en su Granada natal.
Se le acusó de «ser espía de los rusos, haber sido secretario del socialista Fernando de los Ríos y ser homosexual».
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La realidad es que fue víctima de unas rencillas familiares que, aprovechando la coyuntura fanática y fratricida de la Guerra Civil, acabaron de la forma más triste y lamentable con la vida de, posiblemente, el poeta más destacado de la Generación del 27.
Pero en este oscuro período de nuestra historia no todo fue enemistad y odio. En tiempos de sinrazón como aquel también se cuenta heroísmo y nobleza, así como historias de admiración y respeto entre intelectuales. Uno de estos casos fue la supuesta amistad de Lorca y José Antonio
La figura de Don Pelayo está rodeada de incógnitas y misterios. Desde su origen, que algunos consideran astur y otros visigodo, hasta el lugar en que fue sepultado.
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Si uno visita Covadonga, concretamente la Santa Cueva del Santuario, podrá percatarse de que a mano derecha de la Capilla se encuentra una sepultura: la supuesta tumba del rey Don Pelayo.
En la lápida se halla inscrito lo siguiente: «Aquí yace el Rey Don Pelayo, electo el año 716, que en esta milagrosa cueva comenzó la restauración de España. Vencidos los moros, falleció el año 737 y le acompaña su mujer y su hermana».