Existe en Granada un cofre que esconde una de las más grandes maravillas de la arquitectura española. Posiblemente no sabías de su existencia. Posiblemente, pasaste de largo cuando estuviste ahí.
Justamente, esa era la idea.
¿Quieren saber porqué?
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Granada.
Una cuidad que reúne en su suelo una combinación de edificios milenarios que le han dotado de su carácter único, en especial su protagonista: la Alhambra. Es tan protagonista, que muchos turistas solo visitan esta ciudad por ella, sin explorar sus otras joyas.
¿Alguna vez conociste a alguien que no te llama la atención, pero que con un cruce de palabras, al abrirse sientes que te equivocaste? Pasa con los edificios también.
Esta historia empieza en 1458, cuando los monjes cartujos llegan a la ciudad y deciden crear en ella una nueva sede para su comunidad.
A las afueras comienza a levantarse el monasterio, sobre un zócalo y una escalinata que lo comienza a distanciar del mundo laico a sus pies.
Los monjes cartujos no la tuvieron tan fácil. Su primer benefactor se desentendió del proyecto, que se visualizaba como el epítiome de la época. El monasterio entonces, entró en un lento proceso de recaudación de fondos y de construcción que empezó a extenderse por tres siglos.
En su claustrillo, se empiezan a crear las dependencias esenciales para la vida en claustro, espacios que hoy albergan una importante colección de arte eclesiástico. Corría el siglo XVI y los ojos se empiezan a enfocar en el edificio principal: la iglesia. twitter.com/i/web/status/1…
Pero, ¿como fiel, en aquella época, que impresión te podrías llevar? ¿Como turista hoy, qué puede suceder si cruzo esa puerta que me indica que detrás de un pórtico está una de las joyas barrocas de Andalucía?
Porque la esterilidad del exterior no parece invitar a nada.
Pero esa es precisamente su magia.
Una discreta puerta a un costado del claustro indica que más allá es donde se encuentra. Un pasillo angosto, habilitado hoy para ello, es la antesala a la que es, una de las maravillas secretas de Granada.
...lo más cercano al cielo. Una explosión de molduras, pinturas, estancias, tallas y dorados. La iglesia, que se construye ya hacia 1662, es la antesala para el monje del espacio absoluto celestial.
Esta iglesia no era común y corriente. De hecho, estaba segregada:
La primera parte era para los fieles, divididos por una reja baja. La siguiente parte, era destinada para los hermanos legos (labores manuales que no son sacerdotes), separados por una puerta baja decorada con pinturas de Sánchez Cotan y Pedro Bocanegra.
La tercera parte…
...es el éxtasis del altar, reservado solo para los monjes ordenados. Es como si el edificio estuviera hecho para causar hambre en quien lo ve desde su exterior, hasta quien desea saber qué sucede dentro.
Piensa que en el siglo XVI, esta parte estaba prohibida para los fieles.
Si de hambre hablamos, no hemos terminado de comer. ¿Recuerdan que les dije que este edificio duró trescientos años en construirse? Pues bien, eso significa que en su construcción amasó estilos de muchos tipos.
Y resulta que se necesitaba un sagrario.
Francisco Hurtado Izquierdo recibe para 1713 la licencia para dirigirse sin frenos y sin límite al diseño del sagrario. Hurtado, decide crear una sinfonía barroca, reuniendo lo mejor de los escultores y pintores de la época.
Digo sin frenos, porque ni siquiera escatimó en el color, en las formas, en los mármoles, ni en las pinturas. El deseo de Hurtado era crear en el espacio más reducido posible, un hundimiento en la divinidad, donde hasta caminar resulte difícil.
Los planes para su sinfonía barroca fueron un éxito absoluto en la comunidad cartuja. Es por ello, que decidieron dejarle a sus manos, el último espacio. El más privado de los privados. El que detrás de una puerta, iba a dejar pasmado hasta el más privilegiado de los monjes:
Damas y caballeros, la sacristía de La Cartuja.
¿A que no se la esperaban desde la primera imagen exterior, verdad?
Hurtado se toma el encargo con muchas ganas y dibuja sus ideas para la sacristía, su obra maestra. Un espacio, donde si notan, es todo el contrario del sagrario: vacío de imágenes religiosas y una condensación de geometría.
Pero el monasterio no es que tuviera dinero.
Obvio. 😒
Para cuando el monasterio tenía solvencia, Hurtado ya había muerto. Entonces, sus dibujos se disuelven entre lo que diversos maestros creen que debe ser la sacristía.
Termina siendo entonces, una sumatoria de esfuerzos por finalizar la obra final.
¿Qué es lo que hace que todos los que entramos a La Cartuja nos asombre? No es solamente enamorarse de la velocidad de construcción de este lugar, que hizo que durante siglos se fuera empapando de los diferentes estilos del momento.
Ni tampoco, el súbito descrédito que nos damos a nuestra curiosidad de pensar que visitar La Cartuja era un "plan b" en nuestra ruta típica por la ciudad.
Es que La Cartuja conecta con algo más: con la herencia misma de la ciudad.
Que sin querer, ese edificio que en su exterior no pareciera decir mucho...
... en su interior guarda una joya de la que ninguna fotografía o relato le da justicia. Un cofre que durante cientos de años, ha conversado en silencio con esa otra protagonista granadina.
Que las mejores conversaciones se llevan así, en la sorpresa y el silencio.
Esto es todo por hoy. Espero les haya gustado el hilo. Para más historias, les tengo estos otros lugares.
En Instagram, ahí tengo en highlights más historias de mis viajes y fotos para que me vean la cara.
Todas las fotos de este hilo fueron editadas con mi celular. Así que si quieren sacarle el máximo provecho, pueden inscribirse a mi Curso de Fotografía Móvil.
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Hasta la próxima.
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Existe un lugar donde el horizonte hace el perfecto baile entre la historia y la naturaleza. Armado con guías de viaje y fotografías me propuse llegar hasta ahí con la ilusión de conocer algo único y la fatalidad de saber que no podré repetirlo.
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Eran las 11:30 pm de una noche lluviosa en Yangón. Después de una salida de baile y de comer en algún puesto callejero, había entrado en el edificio donde me alojaba en casa de un amigo sin percatarme que había cerrado mal la puerta.
Hasta que sentí un golpe por la mañana.
Somnoliento, miré alrededor: mi amigo seguía dormido, la puerta estaba abierta. La cerré y volví a dormir.
No fue sino hasta unas horas después que supimos que ese golpe en mi hombro fue de un ladrón que calculó mal al tratar de llevarse mi cámara.
Todos los días, cinco monjes se despiertan para tocar las campanas en una ciudad-monasterio abandonada dentro de una montaña siendo los últimos huéspedes de una antigua fortaleza medieval.
Si existió algo semejante a Minas Tirith, es esto.
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Monasterio de Vardzia, Georgia.
Al margen del Río Kura y después de muchos kilómetros que me traían ensoñación de mi tierra, había llegado a ver un acantilado horadado desde hace siglos que conserva una historia muy particular entre los dedos de aquellos que no dejan atrás.
Este no es un lugar común y corriente; tampoco podría decirse que es estéticamente atractivo o fácil de dibujar. Vardzia es un renglón de una época donde reinas, caballos, invasiones y saqueos horadaban los valles de tierras lejanas, apenas sacado de la mano de Tolkien.
Vamos a jugar a ser detectives. ¿Pueden responder cuales son las tres diferencias entre estas dos imágenes?
Mientras contestan, les voy a contar la oscura historia detrás de estas fotografías.
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8 de diciembre del 2020.
Ese día aparece en la revista Architectural Digest AD un reportaje de una remodelación de una casa en San Francisco. Entre las fotos de los espacios, aparece una del patio principal.
La imagen aparece descrita como "Southeast Asian sculptures are displayed in the courtyard (...)", refiriéndose a que en ese patio de 1916, se muestran esculturas del Sudeste Asiático, pero si miran la foto no aparece nada.
Ese pie de foto le llamó la atención a un periodista.
Imagina crecer en una ciudad dividida por un muro donde escuchas a tus vecinos jugar a metros de distancia y jamás conocerlos. Una ciudad con dos universos paralelos.
Sucede ahora mismo y no viajaremos tan lejos: es una capital europea.
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Nicosia, República de Chipre.
En lo alto de un edificio hay un mirador que aglutina turistas morbosos por ver una montaña que a lo lejos dibuja una bandera de un extraño país. A nuestros pies transcurre la vida de una de tantas ya típicas calles de un país europeo.
Su casco antiguo no es muy diferente a cualquier otro: callecitas, bicicletas y locales con terrazas de café caliente. Pero algo aquí no es normal.
Al fondo de sus calles, esas mismas banderas extrañas se asoman sobre un edificio que al ser detallado, revelan impactos de bala.
En las montañas de Georgia hay un pueblo soviético perdido en cuyos acantilados están suspendidos pedazos de su gloria. Sin embargo, visitarlo es enfrentarse a una carrera contra el tiempo.
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Chiatura, Georgia.
12:54 pm
Una descomunal estatua que conmemora la Gran Guerra Patriótica (II Guerra Mundial) da la bienvenida al pueblo. Sus proporciones no parecen encajar con lo que este pueblo y su tamaño, como si fuera un error o un presupuesto desfasado.
Pero no, encaja.
Terminé en Chiatura porque había leído de parte y parte que esta ciudad está enclavada en la época soviética. Que sus edificios guardan mosaicos de Stalin y Lenin, que sus cables mineros aun están suspendidos y oxidados como un museo a cielo abierto.
Existe un lugar abandonado que se cae a pedazos en el mar. Aunque fue evacuado en un par de horas, lleva cincuenta años esperando a que sus habitantes regresen antes que estos mueran de vejez.
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Chipre, 1974.
En un famoso litoral mediterráneo -como vendría siendo Málaga el día de hoy- se desarrollaba un día común y corriente. Las grúas de construcción dominaban el cielo, los hoteles y restaurantes rebosaban de turistas y estrellas de cine.
El paraíso.
¿Su nombre?
Varosha.
En este distrito de la ciudad de Famagusta, la vida parecía no detenerse hasta que el 15 de agosto de 1974 sus habitantes no pudieron dormir en sus camas al final del día. Era tanta mi curiosidad que la visité para este hilo de #MinisterioDeExploraciónUrbana.