Thread by @Aisling_

Buenas noches; casi a tiempo comenzamos el #Tweetmarillion de hoy. Nuestro tema es la cuarta parte de la Caída de Gondolin.
Espero puedan acompañarme junto a la @STolkiendiliMex . ^^

Como de costumbre, mis tuits no están preparados, pero traigo notas... un poquito caóticas en esta ocasión. Y es porque creía con todo mi corazón que cinco sesiones de hilos bastarían para contar la historia. Me equivoqué. O será también que ya no tengo el aguante de antaño. ^^'

Así entonces, la Caída de Gondolin va a ser la serie de hilos más larga que he hecho. No sé si los hilos más largos porque, como les digo, antes soportaba mejor las desveladas.
Pero vamos a ello.

Estaré tuiteando en vivo aquí por aproximadamente dos o tres horas, pero podemos continuar la conversación entre semana si así lo desean.

Cualquier pregunta, comentario o aportación, que mucho agradeceré, por favor pónganmelo en un reply con el HT #Tweetmarillion . Haré lo posible por responder al instante, pero les pido paciencia por si me llegara a tardar. ^^'

Para este hilo, tuve que resolver una última discrepancia: ¿Dónde estaba el túnel secreto de Idril, y hacia dónde llevaba? Nuevamente, las diferentes versiones no coinciden. La segunda (me parece), que es la más detallada...

...y la que he estado utilizando para construír la mayor parte de mi narración, nos manda hacia el sur. El Silmarillion publicado y otras versiones señalan el norte, y de hecho ésta pareció ser la dirección definitiva.

Lo que resolví hacer, de nuevo, fue empalmar todo lo que fuera posible, y basarme en este mapa del Atlas de la Tierra Media, de Karen Wynn Fonstad, que les recomiendo tengan a la mano para el relato de hoy.

La dirección que ahí se señala concuerda con las descripciones existentes del túnel, y no sé si el autor se haya propuesto esto, pero las condiciones de su construcción y posterior cruce debieron haber sido extremas, casi tanto como el Helcaraxë pero por las razones contrarias.

Continuemos entonces donde nos quedamos la semana pasada, cuando Gondolin estaba prácticamente ya ocupada por las huestes de Morgoth, y la mayor parte de los Señores de Gondolin, incluido Turgon, su rey y Gran Rey de los Noldor entonces, habían muerto.

Tuor, Idril, Voronwë y los sobrevivientes del ataque a la ciudad llegaron a la entrada del túnel secreto, que funcionaba aun cuando la casa de Tuor estaba convertida en escombros humeantes.

Tuor condujo tan rápido como pudo a civiles y soldados a las escaleras que llevaban al túnel; mientras iban descendiendo vigilaba que no hubiera ningún orco u otros enemigos que advirtieran la huída. Finalmente, con su esposa y algunos seguidores, descendió al último...

...quienes se quedaron detrás de él intentaron bloquear el túnel por dentro con sus lanzas y escudos. Varios llevaban antorchas, pero éstas se apagaron casi de inmediato. Y estuvo bien eso, como veremos más adelante.

El túnel no era muy profundo, y atravesaba el extremo oeste de la ciudad hacia el norte. No sólo estaba excavado, sino que se habían tomado la molestia de aplanar el piso y las paredes, así que sería relativamente sencillo atravesarlo incluso en la oscuridad. O eso pensaban.

En cuanto avanzaron les llegó de golpe la subida de temperatura, altísima por la gente ahí concentrada, por los dragones que arriba de la ciudad seguían escupiendo fuego; y si la colina de Amon Gwareth había sido un volcán a medio formar... pero yo no sé nada de volcanes.

Como sea, los sobrevivientes siguieron avanzando, a pesar de que el aire se estaba enrareciendo. Las antorchas les hubieran quitado más oxígeno.

Varios grupos numerosos, como recordaremos, habían descendido ya antes. Y aquí es donde viene lo más horrible...

...los dragones habían causado temblores al caminar en la ciudad, y algunos tramos del túnel tenían derrumbes. Los sobrevivientes se tropezaron, en la oscuridad, con cuerpos aplastados por trozos del techo que se habían desprendido. Sin luz, no habría manera de identificarlos...

...y me imagino que Idril y Tuor tuvieron que palpar para asegurarse de que entre los muertos no habría un cuerpecito de niño con una cota de malla...
Dos horas de angustia y oscuridad transcurrieron antes de que Idril, Tuor y sus últimos acompañantes salieran por fin del túnel.

Hacia el final, el piso y las paredes estaban sin pulir, porque no estaban del todo terminados; cuando el suelo y las paredes se pusieron toscas y cortantes, supieron que ya se hallaban cerca de la salida.

El túnel terminaba en una especie de acequia grande que en otro tiempo hubiera servido para alimentar la ciudad con agua de las montañas, pero ahora estaba seca y habían crecido en su interior arbustos bajos y espesos.

En ese sitio hallaron a todos los que habían pasado antes que ellos, y a la mayoría de quienes Idril había enviado antes; los civiles lloraban bajito de cansancio y pena. Pero ni Eärendil ni la gente del Ala de Cisne que se había ido con él se encontraban ahí.

Idril se mortificó de nuevo. ¿Tal vez se había precipitado al sacarlo tan pronto?

Hacia el sureste, todavía se alcanzaba a ver la ciudad, lo que quedaba, ahora envuelta en llamas y llena de sombras como hormigas: orcos y tal vez algún Balrog.

Las serpientes mecánicas iban y venían como en ruta fija por las calles de la ciudad, a lo mejor para transportar botín o prisioneros. Se acercaba el amanecer.

Galdor, de la casa del Árbol, se puso en pie, y les dijo que tenían que moverse de ahí lo más rápido posible. Tuor propuso que se dirigieran hacia EL NORTE por las Echoriath, la cordillera que rodeaba ese lado del valle de Tumladen.

Había cerca de ahí un paso de montaña llamado Cristhorn, estrecho y peligroso pero que les permitiría cruzar la montaña y salir del valle, y además, seguro Morgoth y sus huestes no sospecharían que nadie intentara fugarse por esa ruta, prácticamente en la dirección de Angband.

Muchos se opusieron a ello, y dijeron que sería mejor dirigirse al paso escondido de la montaña, que seguía la barranca Orfalch Echor y seguía la ruta de las siete puertas.

Hasta ese momento, ni siquiera Idril y Tuor sabían el alcance de la traición de Maeglin...

...y no habían hablado con nadie al respecto. Pero ella se mantuvo firme al apoyar a su marido, que entre todas sus ideas medio locas había tenido una que a ella le parecía sensata, y dijo que a esas alturas ninguna magia y ningún secreto de Gondolin podrían estar a salvo.

Con todo, una parte del contingente se separó de ellos y se fueron a Orfalch Echor, pero, como sospechaba Idril, Morgoth estaba al tanto de ese lugar por Maeglin, y ahí tenía apostado a un dragón que terminó matando o devorando a quienes llegaron.

Los demás se dirigieron en efecto hacia el norte, y tuvieron que caminar entre la neblina, que de hecho les sirvió para ocultarlos. El mejor de los exploradores de Galdor, que se llamaba Legolas (sí, es un homónimo)...

...y tenía una vista increíblemente aguda, los estuvo guiando a paso vivo hasta el pie de las colinas. Todavía tendrían que trepar uno diez kilómetros hasta el cruce de montaña, el sol se asomaba por las montañas, y las nieblas comenzaban a disiparse.

Tuor miró hacia el valle, que habían dejado atrás, cuando le pareció oír ruidos extraños. Gruñidos. Gritos. Y observó, asombrado, un grupo de personas que corrían hacia ellos, apenas a unos cientos de metros, y que las perseguían enemigos que no había visto antes...

....orcos armados con lanzas, pero montados en lo que parecía ser grandes lobos. Miró de nuevo y no pudo contener un grito: una de aquellas personas era Hendor, un sirviente de la casa de Idril, y llevaba en los hombros a Eärendil. Tuor les gritó que se detuvieran...

...y se cubrieran, ya que los lobos intentaban dispersarlos y darles muerte uno a uno, le hizo una señas a los soldados y cincuenta de los que estaban menos agotados corrieron tras él al encuentro de los fugitivos.

Eran en total veinte enemigos con sus lobos, y ya habían asesinado a varios que iban con Eärendil; de ello sólo quedaban seis. Tuor indicó rápidamente que rodearan a los enemigos, e, importantísimo, que no dejaran escapar a uno solo. Ni a uno.

Los grandes lobos fueron todos muertos, y de los orcos escaparon dos, pero heridos y sin montura; Tuor esperaba que al menos eso los retrasaría para dar noticias a las huestes de Morgoth sobre su escape.

Muy contento Eärendil se echó a los brazos de su padre, y Tuor lo estrechó y lo llenó de besos pues de verdad temían no volverlo a ver. Eärendil le dijo:
-Papá, tengo sed, porque estuve caminando mucho; no era necesario que Hendor me cargara.

Tuor se quedó pensativo, porque no, no tenían agua, y no sólo su niño, sino también todos quienes iban con él la necesitaban. Eärendil siguió hablando como sin nada:
-Fue bueno que Maeglin muriera así, porque se atrevió a tocar a mi madre... y no me caía bien...

...pero no volvería a meterme a un túnel ni por todos los lobos de Morgoth y sus jinetes.

Tuor sonrió y se lo puso en los hombros, y se dirigió hacia el grueso de la compañía, y cuando llegaron pasó a Eärendil a los brazos de su madre que casi lloraba de felicidad.

Eärendil no se dejó, porque no quería que ella lo cargara.

-Mamá Idril, estás cansada, y los guerreros con cota de malla de Gondolin no necesitamos que nadie nos lleve... bueno, a lo mejor el viejo Salgant... por cierto, ¿dónde está él?

La última vez que supimos de Salgant, recordaremos, él le había dado a su grupo de la Casa del Arpa órdenes contrarias a las del rey Turgon, y ellos habían terminado por darle la espalda. De ahí en demás, lo único que sabían era que se había marchado para su casa. Y nada más.

Eso fue lo que Idril le dijo a Eärendil, que no se sabía nada, y Eärendil, muy triste y seriecito, caminó de la mano de su mamá, y ya no habló ni pidió nada.

En efecto, se desconoce qué ocurrió con Salgant. Tal vez murió en el incendio de la ciudad, o, como algunos creyeron...

...(escribe Tolkien) fue hecho prisionero y llevado ante Morgoth, que lo convirtió en su bufón. De esa manera no se salvaría de que lo humillaran y despreciaran por su complexión y sus limitaciones físicas. Un triste destino, escribe Tolkien, para un noble entre los Noldor.

Ya había amanecido bien, cuando los sobrevivientes llegaron a una ladera entre montañas. El sitio estaba rodeado de árboles, y por ahí corría un arroyo que les ayudó a saciar su sed. Aún había que continuar subiendo, pero no podían seguir más adelante.

Tenían que descansar; y así lo hicieron. Muchos se tendieron a dormir, y algunos otros prepararon comida con lo poco que llevaban consigo y atendieron a los heridos. Tuor organizó rápidamente un sistema de guardias, y aunque él mismo se encontraba agotado, no quiso dormir...

...y se sentó a vigilar el campamento improvisado. El plan era seguir de noche o al menos con tan poca luz como se pudiera.

Después de beber agua del arroyo, Eärendil se sintió mejor y se puso a jugar con el agua y las hierbas que crecían a la orilla.

Fue con su madre y le dijo: -Mamá Idril, me gustaría que el buen Ecthelion de la Fuente estuviera aquí para que tocara algo, o para hacerme silbatos de hierba. ¿Será que se adelantó a nosotros?

Idril no tuvo más remedio que decirle la verdad...

...lo que Tuor le había contado sobre la muerte de Ecthelion. Lo que sigue aquí es una de las escenas más tiernas y conmovedoras que le he leído a Tolkien, y me sigue encogiendo el corazón. ¡Eärendil reacciona ante la noticia con un berrinchito! 😭💔

En serio, hizo un puchero y dijo:

-Entonces ya no me importa si no vuelvo a ver las calles de Gondolin – y se puso a llorar. Tuor lo abrazó y le dijo que en efecto, no volverían a ver Gondolin, porque Gondolin ya no existía. 💔

Cuando se puso el sol, Tuor le ordenó a la compañía que se levantara, y de nuevo subieron, tan rápido como les fue posible. A medida que subían hacía más frío, había menos árboles y hierba, y en el camino se hallaban piedras llenas de musgo, muy resbalosas.

En algún momento el sendero daba una vuelta y se internaba de lleno a la montaña. Los supervivientes se voltearon una última vez hacia el valle de Tumladen, y vieron que en Gondolin aún continuaban los incendios. Una llamarada se levantó en el aire, como una pequeña explosión...

...se trataba del derrumbe de la última torre que todavía quedaba en pie, y que se encontraba de hecho cerca de la puerta sur y la casa de Tuor.

Ya habían llegado al paso de la montaña, un camino formado, pero muy estrecho, que no permitía que un grupo avanzara en grupos mayores a tres personas lado a lado. A pesar de la pausa que habían hecho, casi todos los sobrevivientes se encontraban aún muy cansados...

...y de no haber sido por el temor a los espías y enemigos enviados por Morgoth de seguro no se hubieran animado a tomar aquel camino peligrosísimo.

Tuor se ocupó una vez más de organizar la marcha: puso a Galdor con un grupo de soldados armados con lanzas al frente...

...Legolas iría a la cabeza y se confiaban en que sus ojos eran capaces de ver incluso en la oscuridad cerrada. Tras ellos irían los civiles y las señoras, ayudando a heridos y enfermos que aún podían caminar; Idril estaba con ellos y traía de la mano a Eärendil...

...que seguía portándose muy bien.

Tuor y su gente del Ala de Cisne, los que quedaban, eran el tercer contingente, los encargados de transportar en camillas a los heridos más graves. Egalmoth estaba con él y se las arreglaba como podía para ayudar, ya que, nos acordaremos...

...él había resultado herido desde antes que salieran de la ciudad. Tras ellos, más civiles y señoras, algunas con niños. La marcha la cerraban Glorfindel y su gente, todavía los más frescos y enteros tras el combate, junto con otros soldados.

El paso, decíamos, era estrecho, y al dar la vuelta a la montaña, del otro lado había un profundo abismo. Apenas se alcanzaba a oír el ruido de las aguas del río Thorn Sir en el fondo del barranco.

Incluso a punto de comenzar el verano, el sitio estaba nevado...

...y fuertes corrientes de aire levantaban copos que se les metían por los ojos a los sobrevivientes y les bloqueaban la vista. Iban mucho más lento de lo que Tuor hubiera esperado, y en varias ocasiones Galdor y los suyos tuvieron que esperar a que los otros los alcanzaran.

La gente de Galdor había llegado apenas al final del paso, y la de Glorfindel apenas iba entrando, cuando Legolas advirtió, demasiado tarde, que caían sobre ellos sombras. Orcos. Tuor adivinó que habían caído en una trampa...

....o que alguna compañía de exploradores de Morgoth los había hallado por casualidad, y les pidió a las señoras y civiles que, como decimos en México, “se hicieran chiquitos”, que se pegaran a la pared de la montaña para permitir que su gente del Ala de Cisne apoyara a Galdor.

Los orcos arrojaban además rocas sobre los elfos, y aunque el contingente más adelantado ya no estuviera cerca de la barranca, igual hacían mucho daño. Pero la cosa se iba a poner peor. Tuor (a quien ya le estaban pasando factura tres días sin dormir; no hagan eso, timeline)...

...alcanzó a oír gritos y sonido de armas en la retaguardia. Un hombre de la casa de la Golondrina llegó junto a él y le dijo que Glorfindel estaba intentando detener un ataque por la espalda, que los enemigos eran numerosísimos... y que con ellos había un Balrog.

Pese a todos las precauciones, la compañía había sido vista, y un grupo de gente de Morgoth se reunió para darle alcance.

El cielo se despejó de pronto y salió la luna llena; un segundo de esperanza, incluso si la luz era insuficiente para iluminar el camino.

Galdor y los suyos defendían bien su parte, lo mismo que Glorfindel y su gente, y muchos orcos fueron arrojados a la profundidad de la barranca.

Entonces, una sombra gigantesca cubrió la luz. Y tras ella, otras más.

Los orcos que arrojaban rocas se sintieron arrebatados por el aire y lanzados a su vez al vacío. Thorondor, el rey de las Águilas, y sus hermanos, acudían en defensa de los Noldor.

La llegada de las Águilas levantó las esperanzas de la gente de Gondolin hasta el cielo y aterrorizó a los orcos; algunos huyeron pero las garras de las Águilas los hicieron pedazos o los echaron por el barranco. Los que estaban con Glorfindel...

...que no habían dejado de avanzar incluso tras la lucha, vieron retroceder a sus enemigos, que se tropezaban unos con otros y caían por el acantilado.

Pero entonces ocurrió algo inesperado: el Balrog dio un tremendo salto sobre el PICO de la montaña (sí, en serio)...

...y adelantó a la gente de Glorfindel. Estaba a punto de caer sobre el primer grupo de señoras y civiles, los que llevaban enfermos, y los amenazó con su látigo.

Glorfindel hizo lo imposible: fue tras él. Así como lo oyen.

Dio un salto hacia la roca que había servido de apoyo al Balrog; para éste había sido un escalón; Glorfindel tuvo que apoyarse con todas su fuerzas. Tiró una estocada a los pies del Balrog y éste retrocedió; Glorfindel no se dejó amilanar y continuó presionando. Todo esto...

...ocurría justo sobre las cabezas de los fugitivos.

Esta descripción va a parecer muy larga, pero lo que les estoy contando ocurrió tan rápidamente que la gente de la Casa de la Flor Dorada no tuvo tiempo de acudir en ayuda de su señor.

El Balrog intentaba defenderse con su látigo, pero la armadura de Glorfindel desviaba los golpes, y él consiguió darle uno muy bueno en la cabeza. Después se dio la vuelta y rebanó el brazo que empuñaba el látigo. El Balrog con el dolor, saltó todavía más arriba...

...estaban ya en un borde peligrosamente angosto. Glorfindel lanzó una estocada más, rapidísima, pero sólo alcanzó un hombro de la bestia y ésta le sujetó la espada con su única mano (sí, aunque lo cortara) y lo arrastró junto a él. Se balancearon junto al abismo...

...Glorfindel, con la mano izquierda, extrajo una daga y la hundió en el vientre del Balrog; éste cayó hacia atrás pero antes de perderse en el abismo agarró a Glorfindel por su larga cabellera, que le asomaba del yelmo, y lo arrastró consigo.

El horrible rugido del Balrog terminó de espantar a los orcos que quedaban, pero la gente de Gondolin se había quedado paralizada también, por la impresión y el dolor, pues Glorfindel era un capitán muy querido y popular en la ciudad. Tuor tenía que ponerlos a andar..

...cuando menos hasta el final del paso. Así lo hicieron, y mientras tanto Thorondor descendió al fondo de la barranca y regresó con el cuerpo de Glorfindel.

Ya no había nada que se pudiera hacer. A Tuor le urgía que siguieran moviéndose...

...pero por el cariño que él y todos habían tenido a Glorfindel, les permitió que se tomaran un tiempo para improvisar con rocas una tumba para el rubio capitán de Gondolin, y así lo hicieron, aunque en el proceso se derramaron muchas lágrimas.

Según la tradición, el sitio se llenó de musgo y le crecieron flores amarillas y permaneció sin que nadie lo perturbara hasta que Beleriand se perdió bajo el mar. La gente se quedó a partir de entonces con un dicho...

...si veían que algo bueno se oponía ante algo malo muy poderoso y llevaba las de perder, decían: “Ay, mira, es como Glorfindel y el Balrog”.

-No hay medicinas para los niños con cáncer.
-Es como Glorfindel y el Balrog.

-Pueblos enteros han sido desplazados por el narco.
-Es como Glorfindel y el Balrog.

-Es muy difícil cambiar todo lo malo que ocurre en el mundo.
-Te digo que es como Glorfindel y el Balrog. Es decir, NO ES IMPOSIBLE. Glorfindel no se echó para atrás.

Ahora: si han leído El Señor de los Anillos, y si han estado siguiéndome desde hace algún tiempo, ya sabremos que la historia de Glorfindel no termina aquí. 😇

https://twitter.com/Aisling_/status/1130911706811719681?s=20

Aun en medio del llanto y la fatiga, Tuor tenía que sacar fuerzas de donde pudiera. Era el líder, como había dicho su suegro, Turgon. Su deber era poner a salvo a su gente. Tenían que continuar.

Y bueno, aquí nos quedamos por hoy. La próxima semana tendremos la conclusión de la historia de la Caída de Gondolin, y por fin un cierre para varios de los personajes que aquí aparecen (no todos, pero ya lo arreglaremos).
Espero que este #Tweetmarillion haya sido de su agrado.

Muchas gracias, y buenas noches/buenos días a todos. ^^