Acompáñenme en la triste historia de un matrimonio de subasteros novatos que sin ningún tipo de asesoramiento previo deciden pujar en la Ejecución Hipotecaria de un céntrico inmueble propiedad de unos alegres gitanitos.
El viaje hacia la ruina de esta pareja comienza en 2004, cuando cierto banco que dejo a vuestra imaginación concede -por razones que prefiero no hacer por entender- 200.000 euros de hipoteca a un matrimonio gitano de 25 años de edad que suman entre los dos cero días cotizados.
Si, hamijos: Estas cosas ocurrían en la España del ladrillo. Pasaban de verdad.
El caso es que mis alegres calés (taca-taca-tacatá) dejan de pagar la hipoteca allá por 2013.
El banco, conocedor del perfil, se anota pérdidas sin rechistar y no inicia la ejecución hasta 2020.
En cualquier país normal, esto debería haber sido el principio del fin de los taconeos en el inmueble.
Pero esto es España. La ruina de los compradores la podría haber logrado cualquier abogado, pero los ejecutados son parientes de mi Clan de los Jiménez, así que me tocó a mí.
Los intrépidos postores, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, se adjudican la Finca en Septiembre de 2021 por la friolera de 111.000 euros.
Y obtienen su Decreto de adjudicación -bendito Hipotecario 32- en Junio de 2022.
Ilusionados con la firmeza de su adquisición, piden la posesión del inmueble.
Sin contar con que les estoy esperando, agazapado como el Vietcong en la jungla:
Y como no todo pueden ser alegrías, bofetón al canto:
Juez concede vulnerabilidad a unos okupas sin empadronar, enganchados a la luz y que amenazan a los vecinos.
La demanda es de precario y el incidente 11/2020 está bien abierto.
El problema es que no se tiene en cuenta para nada la situación de mi cliente -persona física- y además me indica que no cabe recurso, creo que incorrectamente.
Es muy raro que se aprecie una vulnerabilidad del RDL 11/2020 en favor de un okupa frente a un propietario persona física.
Y más raro aún que se haga ignorando totalmente la documentación que este propietario aporta sobre su propia vulnerabilidad.